Naty Abascal y Rafael Medina, duques de Feria, en una fiesta en los Jardines del Moro de Madrid en los años 80. /
Nada fue fácil en la historia de amor, o de seducción, que protagonizaron Naty Abascal y Rafael Medina y Fernández de Córdoba, duque de Feria. Lo cierto es que duró toda una década en la que la pareja supo hacerse un sitio en la crónica social y los salones del poder más exclusivos de España, además de concebir a sus dos hijos, Rafael y Luis . Muy pocos apostaron por esta relación que, efectivamente, fue desigual, pero no por el rancio abolengo de sus respectivas familias. Sus mochilas, la de Naty y la de Rafael, eran otras.
Rafael y Naty se conocían al menos desde la adolescencia: con 12 o 13 años ya se veían por su Sevilla natal. Ambos eran herederos de familias prominentes, pues Naty era nieta del III marqués de Romero de Toro y Rafael, un Medinaceli. En ese momento les separó la moda y Elio Berhanyer, quien la subió a una pasarela neoyorquina a los 18. Convertida en modelo de carácter, Naty Abascal triunfó en Estados Unidos. Rodó Bananas con Woody Allen y posó casi desnuda para Playboy.
Como talento de la elitista Agencia Ford y musa de Valentino u Óscar de la Renta, a Naty Abascal se la rifaban las marcas. También un piloto de carreras escocés llamado Murray Livingstone Smith, con el que se casó en 1970. Estuvieron juntos cinco frenéticos años en los que se bebieron la zona VIP de las mejores fiestas de medio mundo. En 1975 a la modelo se le juntó todo: el divorcio y la enfermedad de su querido padre. Decidió volver a Sevilla.
«A mis pobres padres les había contado una mentira», confesó Naty Abascal a XL Semanal. «Les dije que iba a hacer un desfile benéfico. Les dije: en una semana vuelvo. Pero me quedé dos años y medio. A mis padres les horrorizaba. En aquella época, que una niña se fuese allí era como un pecado mortal. Estuvieron sin hablarme no sé cuánto tiempo».
Al regresar a Sevilla, Naty retomó casi donde lo había dejado. «Me encontré con Rafael Medina, que era mi novio antes de irme a América. Y empezamos a salir, y entre pitos y flautas, para hacerte la historia corta, acabamos casándonos». Él ya había pasado por lo suyo, pues sufrió un ingreso en la clínica de Navarra por un episodio maníaco depresivo y vio cómo se rompía su compromiso con Blanca Toro, hija de un coronel amigo de su padre, cuando ya empezaban a llegar los regalos de boda.
Sea como fuere, el flechazo entre Naty Abascal y Rafael Medina existió, aunque con el paso del tiempo ninguno de los dos habló realmente de enamoramiento. Su relación fue, digamos, complicada. No solo por la frágil salud mental de él, sino porque Naty había aparecido prácticamente desnuda en 'Playboy' y a la familia Medinaceli no le parecía una novia a la altura. En las memorias no publicadas del duque de Feria que publicó 'Crónica', este recordó aquel momento.
Naty Abascal, en una de las fotografías publicitarias de sus tiempos de modelo en Nueva York. /
«Naty me dijo: 'Tú no tienes valor para enfrentarte a tu familia, por eso no te casas conmigo'. Entonces fui a casa y se lo dije a mis padres. Yo no estaba enamorado de ella pero me impresionaba su físico, otra cosa no. Días antes de la boda quería volverme atrás, pero era tarde. Así que me tomé dos whiskys secos y a casarme. En realidad me casaba con la familia de Nati, que era una gente entrañable y unida que me dieron todo el cariño que no tenía en mi casa».
Este relato crudísimo, de su matrimonio con Naty Abascal fue escrito en el peor trance del duque de Feria: durante su estancia en la cárcel al final de su vida. Probablemente la amargura de sus circunstancias intervino en su recuerdo, tan descarnado. De todos modos, Naty tampoco disfrutó del todo de su nueva vida en Sevilla, definitivamente alejada de la interesante bohemia neoyorquina que la acogió con los brazos abiertos.
«De la bohemia a meterte en Sevilla, imagínate», confesó Naty Abascal a XL Semanal. «Una vida muy ordenada. Tuve a los niños. Iba de vez en cuando a Nueva York a ver a mis amigos y me quedaba una semana, pero después tenía que volver a la realidad. Lo echaba mucho de menos, pero no hay que ser pesimista, y sacaba lo mejor que podía de todo. Me dedicaba a cuidar de las plantas, de la casa, daba almuerzos. Venía mucha gente, aparecía de repente Bo Derek o Jane Seymour. estaba siempre moviendo a la gente de fuera».
Naty Abascal y Rafael Medina fueron una de las parejas más deslumbrantes del panorama social de los años 80. Aquí les vemos en 1984, con Marta Chávarri y Rafael Anson. /
También hubo viajes y fiestas en España, claro. En las notas que escribió a modo de memorias jamás publicadas, el duque de Feria recordó algunas anécdotas, como cuando en un viaje a Cuba, el mismísimo Fidel Castro pidió conocer a Naty Abascal. La duquesa de Feria tuvo que coger un avión a La Habana para ocupar un palco cercano a Castro en el preceptivo desfile militar. Pero Rafael Medina no tenía el temperamento de Naty, tan alegre y poco protocolario.
«Naty a veces se pasaba», escribió Medina en sus memorias no publicadas. «En una cena en la embajada americana, el ministro Javier Solana le pasó una nota a alguien para que le llamara la atención porque Nati se estaba pasando. Aún así, siempre ha conseguido tener buena imagen», admitía.
Naty Abascal contaba otra versión de las cosas. «El problema fue que un día Rafael dejó de ser la persona encantadora que era, y con la que me había casado», dijo a Hola. «Y no le estoy culpando aquí, porque creo que, psíquicamente no estaba bien. En el fondo era un enfermo».
Sabemos cómo terminó esta historia de amor, seducción o fascinación: Naty Abascal se cruzó en un crucero con Ramón Mendoza, entonces presidente del Real Madrid, y surgió la chispa. Se besaron en cubierta, aunque él estaba con Jeannine Girod (que les pilló) y ella estaba aún casada. «Unos días después me llamaron desde Madrid para decirme que les habían visto juntos en la Plaza Roja de Moscú», contó el duque de Feria. «Pedí la separación».