Ni un post ni un story ni una triste foto. Solo un nombre (@meghan) y una anodina imagen de perfil en las que unas melancólicas flores silvestres no proporcionan más pistas. La misteriosa cuenta de Instagram no sigue a nadie, pero acumula 127.000 followers desde hace un año. Entre ellos, la premio Nobel de la Paz Malala Yousafzai .
Según la prensa norteamericana, se trata del perfil personal de Meghan Markle , que abandonó la red social poco después de comprometerse con el príncipe Harry en 2017, y que ahora podría estaría esperando el momento adecuado para iniciar un proceso de rebranding. Y con él, una nueva aventura empresarial sobre la que existen muchos indicios, aunque pocas certezas. Lo que parece claro es que un gran anuncio podría estar al caer.
«En los próximos meses, habrá algún movimiento significativo. Está replegada mientras construye relaciones y aumenta el valor de su marca. No está malgastando su tiempo. Estoy absolutamente convencida de ello. Es enormemente ambiciosa y está en el país adecuado para capitalizar esa ambición», explica la historiadora británica, escritora y experta en la familia real Tessa Dunlop.
Desde que Spotify rompió en junio su multimillonario acuerdo con los Sussex (valorado según algunas fuentes en 25 millones de dólares), las incógnitas sobre el futuro profesional de Markle se han multiplicado. Sobre todo, después de que un directivo de la plataforma tachara al matrimonio de «putos estafadores» y de que, en un tono mucho más diplomático, el director ejecutivo de la compañía, Daniel Ek, reconociera públicamente que Archetypes, el podcast dirigido y presentado por Markle, no había funcionado como ellos esperaban.
«No es que su podcast no fuera interesante, pero no es el tipo de contenido del que todo el mundo habla. Taylor Swift , por ejemplo, ni siquiera quiso participar en él. Estas cosas tienen sus biorritmos y no estoy seguro de que el interés que generan sea sostenible si no son capaces de crear contenidos a un buen ritmo. Es lo que pasó con Spotify. Ahora habrá que ver qué sucede con Netflix», explica Robert J. Thompson, profesor de la Universidad de Siracusa y considerado el mayor experto norteamericano en cultura pop.
«Cuando los contenidos giran en torno a su historia, sea en una entrevista, un documental o un libro, está claro que la cosa funciona. Pero eso tiene una vida útil limitada y no sé por cuánto tiempo puede mantener su imperio a flote. Convertirse en creadores de contenido es otra cosa. Y está claro que con eso están teniendo bastantes dificultades. Y cuanto más tiempo pase, más riesgo corren de convertirse en periféricos», sostiene Thompson, que es también académico y director del Blair Center for Televisión and Popular Culture.
En cambio, para Tessa Dunlop, ésta podría ser una decisión plenamente consciente. «Creo que han hecho una pausa deliberada en la producción de contenido porque se han dado cuenta de que, a veces, menos es más. El problema con Spotify no estuvo en la falta de interés, sino en la cantidad de episodios y la rapidez para producirlos. Pero no creo que el valor de su marca esté en cuestión, porque todo lo que hacen sigue generando una enorme atención. El tema está en entender qué va a hacer ella ahora», reflexiona.
Su contrato con Netflix , que según la prensa norteamericana les ha reportado unos ingresos superiores a 100 millones de dólares, ha tenido un resultado irregular. Mientras Harry & Meghan , que contaba su historia de amor, su huida del Reino Unido y su desconexión de la familia real británica, fue un éxito incontestable para la plataforma, sus otros contenidos, como el documental Corazón de Invictus, han pasado sin pena ni gloria por la saturada parrilla de Netflix.
«Parte del papel de Meghan, hasta ahora, ha sido facilitar que Harry pudiera desplegar todo el luto retrasado en su libro y en el documental de Netflix y darle una plataforma para monetizar esa narrativa, porque lo cierto es que tienen un estilo de vida muy caro. Sin embargo, ella ha conseguido mantener su marca personal al margen. Y creo que es una decisión muy inteligente», abunda la experta.
El siguiente paso es canalizar su popularidad de la manera más efectiva posible. Pero, como se ha demostrado ya, eso es más fácil de decir que de hacer. «Está claro que Meghan Markle sigue teniendo un gran valor de marca. El documental, como ya ocurrió con la entrevista de Oprah, fue un gran éxito. Además, la serie Suits ha tenido una segunda vida y se ha convertido en un inesperado éxito en Netflix. Otra cosa es que se haya sobredimensionado la idea de que pudiera convertirse en la próxima Oprah Winfrey. La idea de que, como hizo la comunicadora, puedas tocar todos los palos y triunfar en todos y cada uno, no funciona exactamente así. Si de lo que estamos hablando es de buscar a la próxima figura que colonizará todos los territorios del entretenimiento, yo no apostaría mi fondo de pensiones a que vaya a ser Meghan», explica Robert J. Thompson.
Quizás por eso, la estrategia, que hace dos años parecía destinada a construir un gran imperio mediático, ha tomado otro rumbo en los últimos meses. Dunlop ve más similitudes entre Markle y Gwyneth Paltrow que entre ella y Oprah Winfrey . « Si volviera a la interpretación, creo que se percibiría como un paso atrás para ella. Hay mucho más dinero en el sector del lifestyle. Podría ejercer una dirección creativa a partir de ese estilo discreto, pero muy caro, muy pulido, muy Hollywood chic. Creo que ahí es donde hará fortuna. Incluso en sus inicios, siempre fue más que una actriz, siempre fue una marca de estilo de vida».
De hecho, y hasta 2017, tenía su propia plataforma de estilo de vida. The Tig echó la persiana poco antes de su boda con el príncipe Harry, pero en 2022 la duquesa de Sussex solicitó la renovación de la marca ante la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos. El requerimiento especificaba que el uso del nombre comercial estaría ligado a contenidos relacionado con «la gastronomía, las recetas, los viajes, las relaciones, la moda, el estilo, el lifestyle, el arte, la cultura, el diseño, la vida consciente, la salud y el wellness». Un modelo que, efectivamente, recuerda mucho a la plataforma Goop de Paltrow .
Quizá por eso, cuando en abril se anunció que Markle había firmado un contrato con la agencia de representación más influyente de Hollywood, quedó claro que, en realidad, no se trataba de su regreso a la pantalla, sino de algo más grande que incluiría la producción de contenido a través de Archewell Productions y la cesión de su imagen a marcas comerciales y la construcción «de una empresa global». En William Morris Endeavor, con sede en Los Ángeles, la duquesa trabaja con el agente más famoso, influyente y temido de Hollywood: Ari Emanuel.
A partir de ahora, parte de la estrategia podría ser diferenciarse de la marca Sussex. Si no del todo, sí en parte. «No tienen que hacerlo todo juntos. Cuando se trata de un evento solidario, como los Invictus Games, o algo más social, como un concierto de Katy Perry, sí se apoyan el uno en el otro, pero son dos marcas muy diferentes. Aunque es cierto que como pareja son más grandes que la suma de las partes, ya han exprimido su historia royal. Y creo que ella trata de limpiar su marca y recuperar la credibilidad perdida», explica Tessa Dunlop.
Mientras la prensa norteamericana apuntaba hacia una alianza estratégica entre Meghan y Kris Jenner , matriarca del clan Kardashian, otro rumor persiste en el entorno de la duquesa de Sussex. «Se le conoce una sensibilidad política, una identidad cívica, una gran presencia y l legó a decirse que podría ocupar el asiento en el Senado de Diane Feinstein e incluso aspirar a la Presidencia... Sin embargo, solo porque todo el mundo conozca tu nombre, eso no quiere decir que puedas hacer esa transición como Ronald Reagan a Arnold Schwarzenegger. Es cierto que muchos atributos de la política y Hollywood se solapan: tienes que ser capaz de comunicarte de manera carismática y conseguir que mucha gente te vea y te escuche», analiza Thompson. Sin embargo, también implica alienar a la mitad de los votantes. En el caso de Markle, cuya sensibilidad progresista es de sobra conocida, a la más conservadora.
Una encuesta de Newsweek señalaba en septiembre que sólo el 25% de los votantes de Trump en 2020 la aprueban, frente al 41% de los que optaron por Biden. Una carrera política implicaría renunciar a sus títulos. Para Dunlop, podría ser un plan a largo plazo. «Esa faceta activista le ha interesado desde niña. Pero no creo que ahora sea el momento. Ni en la próxima década. Antes tendrá que establecerse como mujer de negocios de una marca global. En política no ganas dinero. De hecho, en Estados Unidos, para ser candidata tienes que tener dinero. Y la mejor forma de conseguirlo podría ser la industria del estilo de vida». Habrá que estar atentos al muro de @meghan.
20 de enero-18 de febrero
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