Joyero real

La fabulosa colección de joyas de la princesa Soraya (que tuvo que vender para vivir): zafiros, rubíes y un vestido con 6.000 diamantes

La historia de la princesa Soraya es quizá una de las más tristes de la realeza. Fue repudiada por su marido, el sha de Irán por no poder darle un hijo. Pero Soraya fue también la propietaria de una fabulosa colección de joyas, regalo de su ex esposo.

La princesa Soraya, ex emperatriz de Irán, en París en 1963. / gtres

Elena Castelló
Elena Castelló

Tenía apenas 18 años cuando Soraya Esfandiary Bakhtiari se convirtió en la segunda esposa del ex sha de Irán, Mohammed Reza Pahlavi. La princesa Soraya , que fue reina durante siete años, de 1951 a 1958, recibió numerosas joyas como regalo del sha , la mayoría de ellas subastadas tras su muerte. Eran piezas de gran belleza y exquisitamente elaboradas con las mejores piedras por los joyeros más prestigiosos.

El primer regalo que recibió fue el anillo de compromiso con un diamante de 22 quilates. La futura princesa cayó enferma de fiebres tifoideas semanas antes de la boda y se cuenta que Reza Pahlavi le llevaba cada día una joya a la enferma y la dejaba sobre su almohada. Una de estas piezas es un bello broche que representa unos pájaros posados en una rama de oro amarillo con una flor de zafiro. Los tres pájaros están hechos con tres cabujones de rubíes y diamantes.

Criada entre Isfahán, en Irán, y Europa, Soraya tuvo una adolescencia bastante libre y de estilo occidental. Fue la princesa Shams, hermana mayor del sha, quien la conoció durante una de sus estancias en Londres. Mohammad Reza Pahlavi, había sucedido a Reza Shah al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Casado por primera vez con la princesa Fawzia de Egipto, de la que acababa de divorciarse, el soberano sólo tuvo una hija, Shahnaz.

Su heredero era su hermano menor, Ali Reza, pero necesitaba una esposa y un heredero propio. Soraya fue invitada a cenar con la reina madre, Tadj ol-Molouk, y durante la reunión, apareció Reza Pahlavi. Al día siguiente, Shams le preguntó a Soraya si estaba lista para casarse con su hermano. Dos días después, se anunció el compromiso.

Un vestido de 30 kilos

La boda se celebró el 12 de febrero de 1951. La novia lució un vestido de seda de Dior, bordado con 6.000 diamantes, perlas y plumas de marabú, que pesaba 30 kilos. Poco antes de la ceremonia, el sha y un ayudante cortaron parte de la cola con unas tijeras porque la novia, todavía débil tras la fiebre, no podía tenerse en pie.

No llevó tiara, sino una capota con pedrería bordada. Pero esa misma noche, lució una de las «parures» más famosas del joyero iraní: una pequeña diadema, un collar, un broche y unos pendientes de esmeraldas y diamantes, que se cree que fueron una creación de Van Cleef y Arpels. Al llegar al trono, la colección de joyas de Soraya no dejó de crecer, con decenas de diseños de una belleza espectacular. Muchas de ellas no han vuelto a verse.

En agosto de 1953, por ejemplo, el sha de Irán y su esposa llegaron a Roma para comenzar lo que consideraban que iba a ser un largo exilio. Viajaban con poco equipaje. Pero, el exilio fue muy breve. El sha y Soraya sólo pasaron unos días en la capital italiana. El soberano regresó a Teherán el 20 de agosto. Pero, Soraya permaneció unos días más en la ciudad.

La princesa Soraya, ex emperatriz de Irán en una fiesta en Marbella. / gtres

Durante su estancia, descubrió Bulgari. Unos meses más tarde, el sha le regaló un juego de pendientes y pulsera de rubíes y diamantes, con un diseño que recordaba al antiguo imperio persa, y que fue el comienzo de una extensa colección de piezas de la firma italiana. Estas son algunas de las joyas que desaparecieron tras la muerte de Soraya.

Los primeros meses de matrimonio imperial fueron un idilio. Todos esperaban que se anunciara un embarazo de un momento a otro. Pero el anuncio no llegó. El drama de la pareja se hizo público en octubre de 1954. La familia se había reunido para celebrar el cumpleaños del sha. Unos días antes, el médico de Soraya había confirmado que sus esperanzas de embarazo eran inútiles y que podrían pasar años hasta que llegara un heredero.

El divorcio como única solución

El sha estaba muy afectado y se enojó cuando le dijeron que su hermano menor, el príncipe Ali Reza, su sucesor, no estaría en la cena, porque se había retrasado tras una partida de caza al borde del mar Caspio. Al día siguiente, se supo que el avión en el que viajaba a Teherán se había estrellado. La familia y el país se sumieron en la confusión y en el dolor.

El Sha de Irán era el único soberano del mundo sin heredero. A partir de ese momento, su matrimonio con Soraya se hundió. La presión familiar y política se volvió insoportable. La pareja decidió que la única salida era divorciarse. La disolución de su matrimonio fue anunciada el 14 de marzo de 1958.

Soraya abandonó el país y se refugió en Suiza. A partir de entonces, la prensa la bautizó como «la princesa de ojos tristes». Vivió entre Roma, Munich y París. Soraya conservó sus joyas, salvo algunas que se consideraban parte de la colección imperial, como el conjunto de esmeraldas que lució en su boda, y el sha la mantuvo con gran generosidad. Sus juegos de diamantes, rubíes, zafiros y esmeraldas, regalos de su vida como reina de Irán, estaban firmados por Cartier, Bulgari, Harry Winston o Van Cleef & Arpels y Soraya los lucía en todas las reuniones de la jet set a las que acudía.

La princesa Soraya, ex emperatriz de Irán con pendientes y anillo. / GTRES

A principios de los años 80, Soraya vendió algunas de sus joyas, cuando, al estallar la Revolución Islámica en Irán, sus ingresos se redujeron. Una de las piezas más espectaculares fue un collar de diamantes de Harry Winston, de los años cincuenta, que fue subastado en Christie's en 1988. Soraya falleció en París el 25 de octubre de 2001. El Sha de Irán había muerto 20 años antes, en el Cairo. No volvieron a verse tras ser destronado.

Su heredero era su hermano, Bijan, pero este murió pocos días después de un infarto sin hacer testamento. Las propiedades de Soraya, incluidas su fabulosa colección de joyas, que comprendía también pitilleras y cajas decorativas o unos zapatos de Roger Vivier bordados con topacio e hilo de plata, se vendió en una subasta unos meses después en París y el dinero fue a parar al estado alemán, ya que Bijan vivía en Colonia. Se recaudaron 10 millones de euros.

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