Eduardo y Shopie, duques de Edimburgo. /
Los actuales duques de Edimburgo, Eduardo y Sophie , han recorrido un largo camino desde los escándalos que una vez protagonizaron hasta convertirse en las 'armas secretas' de Carlos III . Su papel se ve cada más reforzado en una monarquía británica bajo mínimos tras la baja del monarca, debido a su tratamiento contra el cáncer , y la de Kate Middleton , recuperándose de una operación abdominal mientras su ausencia es motivo de innumerables teorías de la conspiración.
El príncipe Eduardo cumple hoy 60 años habiendo dejado atrás los tiempos en los que era objetivo prioritario de los tabloides y hasta tuvo que llevar el sambenito de ser «la oveja negra de la familia», un puesto que ahora se disputan con ahínco su hermano Andrés y su sobrino Harry .
Desde que asumieron parte de la carga del trabajo de Buckingham en su papel de 'senior royals', Eduardo y Sofía han demostrado que su fuerza reside a menudo en permanecer relajados ante los frecuentes tumultos familiares. Parecen haber hecho las cosas siempre a su manera desde el principio. El amor del benjamín de los cuatro hermanos por el teatro y su brevísimo paso por los Marines antes de abandonar la vida marcial ya le diferenciaban de Carlos, Andrés y Ana . Incluso su boda fue relativamente discreta -para los estándares de la realeza- y Sophie ha dicho que es «muy poco probable» que sus hijos opten alguna vez por utilizar el título de Alteza Real que podrían reclamar.
Cualquiera que haya visto la serie 'The Crown' sabe que la lista de escándalos de los ocupantes del trono británico y sus familiares es muy larga, y podríamos remontarnos a varios siglos atrás para seguir encontrando llamativos titulares sobre ellos. Pero Eduardo ha conseguido navegar sin que le salpiquen. O casi. Más allá de verse obligado a soportar especulaciones sobre su sexualidad en sus años de juventud, algo que él atribuía a su mencionada afición al teatro, los diarios sensacionalistas nunca tuvieron demasiada munición contra él.
Incluso es el único de los cuatro hijos de Isabel II no se ha divorciado. Recordemos aquel 'annus horribilis' de 1992 en el que sucesivamente la princesa Ana se separó de Mark Phillips , Andrés de Sarah Ferguson y Carlos de Diana , haciendo tambalearse los cimientos del palacio de Buckingham.
Lo suyo se quedaba más en divertidas anécdotas. Como cuando tras el estreno de 'Shakespeare in Love', el royal se quedó tan entusiasmado con la película, que quiso tener para sí el título de conde de Wessex, como el que lucía en la oscarizada cinta el personaje que interpretaba el actor Colin Firth. O como cuando una recién independizada república de Estonia le hizo un ofrecimiento para que se convirtiera en Rey de la joven nación báltica. Tras la inesperada petición, se respondió por escrito de forma cortés pero firme, asegurando que se trataba de «una idea encantadora, pero poco probable».
La decisión que puedo costar cara al actual duque de Edimburgo fue cuando decidió embarcarse, sin ningún tipo de experiencia previa y una alarmante falta de aptitudes, a tenor de los medios de su país, en la creación de una productora audiovisual: Ardent Productions.
Aunque mucha gente piense que el príncipe Harry y Meghan Markle , con Archewell Productions, fueron los primeros miembros de la realeza británica en poner sus miras en la gloria de la industria del entretenimiento, treinta años antes su tío ya quiso triunfar en ella. Pero la carrera de Eduardo como productor fue controvertida y no sentó nada bien a su hermano Carlos y a la Reina.
Al principio abordó varios proyectos interesantes, pero a los pocos años la empresa ya tenía pérdidas de varios millones de libras. El golpe de gracia a su productora y a su reputación llegó con el cambio de siglo después de que una cadena norteamericana le encargara la realización de 'Royalty A-Z', una serie de varios episodios centrada en los Windsor. Asombrado de que Eduardo aireara la dolorosa historia reciente de su familia, se dice que el entonces todavía príncipe Carlos «enloqueció por completo».
La ira del ahora rey de Inglaterra no tardó en aumentar exponencialmente. En septiembre de 2001, el príncipe Guillermo , de 19 años, llegó a la Universidad de St. Andrews, donde conocería más tarde a Kate Middleton. El palacio había llegado a un acuerdo con la prensa, permitiéndoles fotografiarle durante sus primeros días si después accedían a dejarle en paz para que pudiera ser un estudiante normal.
Aunque la mayoría de los medios cumplieron la orden, un equipo de grabación no lo hizo: precisamente el de Ardent Productions. La reacción fue inmediata. Aunque Eduardo afirmó que no tenía ni idea de que sus empleados había seguido tomando imágenes de su sobrino, Carlos se mostró «furioso» y gritó a su hermano, llamándole «jodido idiota». Fuentes cercanas a Buckingham declararon entonces al 'NY post' que «Eduardo es persona non grata. La Reina y especialmente el príncipe Carlos están mortificados por lo que hizo. Para ellos, es la oveja negra de la familia. Puede que algún día le perdonen, pero tardarán mucho».
Para aumentar su deshonra, tan solo pocos meses de que esto sucediera, su esposa fue grabada por Mazher Mahmood -un reportero encubierto que se hacía pasar por un jeque-, que afirmaba querer contratarla para su empresa de relaciones públicas con un lucrativo contrato. Mahmood grabó a Sophie opinando abiertamente sobre otros miembros de la familia real y sobre Tony y Cherie Blair.
En cuanto saltó la noticia de 'News of the World', la avergonzada reacción de Sophie fue inmediata. El escándalo hizo que abandonara el mundo de las relaciones públicas y se sumergiera lentamente en la vida real. Sin embargo, no fue la única víctima del 'falso jeque': la princesa Michael de Kent y la duquesa de York cayeron más tarde en la sofisticada trampa.
Aunque aquel turbio asunto hizo dudar a sus compatriotas de que Sophie tuviera la sutileza y el tacto necesarios para la vida real, tanto ella como su marido salieron reforzados del doble escándalo. Unas circunstancias minimizadas además por los sucesivos acontecimientos en su familia. Ambos dieron un paso adelante después de que el duque de York se viera contra la pared por su relación con el millonario pedófilo Jeffrey Epstein . Aunque el príncipe Andrés ha negado enérgicamente estas acusaciones, no tardó en anunciar que «se retiraría de los deberes reales».
Apenas unos meses después, el duque y la duquesa de Sussex proclamaban a los cuatro vientos que habían decidido «dar un paso atrás como miembros 'senior' de la Familia Real y trabajar para ser económicamente independientes». Mientras Meghan y Harry comenzaban un nuevo capítulo de sus vidas en Estados Unidos, los focos sobre Eduardo y Sophie no hacían más que intensificarse.
Con la repentina desaparición de tres importantes figuras de la Casa de Windsor, Isabel II confió en los duques de Edimburgo para asumir más responsabilidades, con la exposición pública que conlleva. Esa misma decisión la sigue manteniendo ahora Carlos III, con buen criterio a tenor de la creciente popularidad de la pareja, que sigue, como diría Frank Sinatra, haciendo las cosas «a su manera».