Los reyes de Bélgica, Felipe y Matilde , acompañados de sus hijos están, de nuevo, haciendo un tramo del camino de Santiago. No es la primera vez que acuden a nuestro país para relajarse durante estas fiestas, ni la primera familia royal que se decanta por esta opción. La novedad es que hemos descubierto el punto en común de la estancia en Semana Santa en nuestro país de royals como el príncipe de Luxemburgo Guillermo de Nassau , los mencionados reyes belgas e incluso a las visitas a Cáceres para ver procesiones desde un balcón del palacete Diego García de Ulloa del príncipe Konstantin hijo de Simeón de Bulgaria . La excusa para todos ellos es el haberse topado con una anfitriona de lujo: María Tarruella Oriol. ¿Quién es la guía preferida de los royals en Semana Santa?
María Tarruella Oriol, conocida por su papel como vicepresidenta de la fundación Menudos Corazones, es también la heredera de una de las sagas familiares más sobresalientes de Extremadura, la de los Oriol, una familia que ligó su fortuna al sector energético español y al ferroviario (durante décadas han estado al frente de Talgo). La saga al completo desciende del matrimonio entre el empresario Lucas María de Oriol y Urquijo y María del Carmen López-Montenegro, pareja que tuvo 12 hijos. Concretamente María Tarruella es hija de Pilar de Oriol y López Montenegro y Víctor María Tarruella y tiene dos hermanos, Víctor, conde de Campo Rey, y José.
Aunque la relación de María Tarruella con el heredero al trono belga venía de lejos (de hecho Felipe de Bélgica fue testigo de su boda en 1997), los medios no descubrirían su papel como anfitriona royal hasta 2006, cuando actuó de cicerone para la futura pareja real belga y el cuarto hijo de Simeón de Bulgaria, a los que paseó en jueves y viernes santo por las calles del centro de Cáceres. También llevó a los royals a los mejores restaurantes de la zona y les dejó avistar las procesiones de Semana Santa desde los balcones de la Casa de Diego García de Ulloa «El rico», muy cercana a la Iglesia de San Mateo y propiedad de su madre, Pilar de Oriol.
A la muerte de su padre, Víctor María Tarruella, en 2017 los medios locales destacaron que la unión entre la familia real belga y los Oriol provenía precisamente del padre de María al que unía una amistad personal con Felipe, una buena relación que su hija se encargó de trabajar en las «cinco o seis visitas» que la familia Tarruella Oriol reconocen que los belgas han hecho a tierras extremeñas.
De la siguiente visita pública nos enteramos en 2011 y en aquella ocasión pudimos ver a María y su marido Eduardo Brunet paseando de nuevo a los príncipes belgas junto al príncipe Guillermo de Luxemburgo, compartiendo mesa y mantel en restaurantes de la frontera con Portugal y llevándolos de compras a un El Corte Inglés extremeño. Visitas en las que los aristócratas extranjeros se sienten arropados gracias a la intimidad que les brinda el poder alojarse en la Covacha de Castellanos, la finca con palacete incluido que los Oriol poseen en la Sierra de San Pedro.
En su faceta más personal María Tarruella Oriol se muestra en contadas ocasiones a los medios, ejerce como ama de casa y artista al mismo tiempo (pinta cuadros de gran formato e incluso ha expuesto su obra en Luxemburgo) y posee unas firmes convicciones religiosas que influyen incluso en los cuadros que pinta.
Uno de los momentos clave de su vida, como ella misma confesó en una entrevista al programa religioso «Cambio de agujas», le aconteció durante unas Jornadas de la Juventud del Papa Juan Pablo II en Santiago de Compostela, cuando aún era una estudiante «hippie» de Bellas Artes. Tras asistir al evento religioso decidió darle un giro a su vida que comenzó dejando a su novio de aquel momento, estudiando Teología e, incluso, escribiendo una carta a Dios en fin de año en la que le explicaba los requisitos que debería tener su futuro marido. Dos semanas más tarde conoció a Eduardo Brunet con el que finalmente se casaría.
El otro gran golpe de su vida llegó con el nacimiento de su segundo hijo Santiago que vino al mundo con una cardiopatía gravísima que les hizo incluso volar hasta Boston para intentar salvar su vida y que la llevó a fundar la asociación Menudos Corazones.
20 de enero-18 de febrero
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