la línea roja
la línea roja
La relación de Carlos III y Camilla se ha visto envuelta en polémicas desde que comenzaron a salir en 1970. No solo por la relación en paralelo que mantuvieron mientras él todavía era marido de Diana de Gales, sino también cuando tuvieron vía libre para vivir su amor. En 2005, se dieron el 'sí, quiero' ante la atenta mirada de Reino Unido, pero el camino hacía el altar no fue de rosas.
Según apunta la periodista Tina Brown y recoge el diario 'Daily Mail', sucedió un incidente que obligó a Carlos III a pedir la mano de Camila. Todo ocurrió en la boda entre la hija del duque de Westminster y un hijo amigo de la familia, a la que también asistieron la reina Isabel II, el príncipe Guillermo y Harry.
«Carlos y Camilla fueron informados de la distribución de los asientos el fin de semana antes de la boda», escribe Brown en su libro 'Los papeles de palacio'. Ella esperaba sentarse detrás de él, que era su pareja, pero se encontró con una distancia que no esperaba y que hizo que se sintiera «humillada públicamente».
«Emilie Van Cutsem, la madre del novio, la había dejado al otro lado de la catedral con las amigas de la novia detrás y le había dicho que no podía entrar ni salir», explica Brown. Una situación límite que obligó a poner contra las cuerdas al entonces heredero al trono.
Camila habló con Carlos y le exigió que intermediara si quería que ella fuera a la boda. «Ella no sería humillada delante de todo el círculo engreído de Carlos y, lo que es más importante, de la familia real. El príncipe tuvo que elegir entre asistir a la boda sin ella o desairar a sus amigos más cercanos y a su ahijado. Era la línea roja de Camilla», comenta la periodista.
El mismo día de la boda, Carlos visitó un cuartel en Westminster tras la muerte de tres personas en un ataque en Irak. Allí se encontró con el padre de Camilla, Bruce Shand, quien tomó partido por su hija. «Llevó al príncipe a un lado y le dijo: Quiero encontrarme con el Señor sabiendo que mi hija está bien», explica la escritora.
Esto fue un punto de inflexión para que el monarca tomará la decisión y así darle un estatus mayor a su hija con lo que darle estabilidad dentro de la corte británica. En Nochevieja, Carlos hincó la rodilla y ella dijo que sí. A partir de ahí, ella se convirtió en duquesa de Cornualles y de Rothesay, títulos a los que se sumaría el de princesa de Gales pero que por decisión de Isabel II, se le negó por respeto a Diana de Gales.
Ambos estaban divorciados, por lo que ante la iglesia anglicana, era controvertida su boda. La reina tuvo que dar su beneplácito como líder de la iglesia para calmar las aguas. El 9 de abril de ese mismo año, Camila y Carlos contrajeron matrimonio sin la asistencia de los padres de ambos, ni Isabel, ni el duque de Edimburgo, ni los Parker.
Los que sí que fueron como testigos fueron los hijos, tanto Guillermo y Harry como Tom y Laura. Un matrimonio que comenzó con muchos nervios y temores al que ahora, tras 18 años, vive uno de sus mejores momentos como reyes del país que un día les detestaba.