Todos los consejos que la reina Federica de Grecia le dio a su hija Sofía cuando se convirtió en reina: de la solidaridad a la promesa de no divorciarse nunca del rey Juan Carlos I

La reina Sofía siempre estuvo muy unida a su madre, la reina Federica quien estuvo a su lado en los peores momentos de su vida.

La reina Federica de Grecia. / Gtres

Elena Castelló
Elena Castelló

Marcó sus pasos como reina. Ella lo era también, pero, sobre todo, era madre. Federica de Grecia , fallecida hace 41 años, fue el mayor apoyo de su hija la reina Sofía , a quien aconsejó en los momentos decisivos y le transmitió una forma de pensar germánica, como sus orígenes, sobre lo que significaba ocupar el trono como consorte. Ella había vivido un reinado difícil, haciendo frente a rumores sobre su excesiva influencia política, y recordaba los múltiples golpes de Estado que habían apartado a la familia real griega del trono.

El último fue el que acabó con el reinado de su hijo, Constantino de Grecia en 1968, y la llevó a un largo exilio, que compartíó con su hija pequeña, la princesa Irene, durante varios años, en la India. Murió, en Madrid, donde pasaba largas temporadas, durante una sencilla operación de cirugía estética. Tenía 63 años –había nacido el 18 de abril de 1917, en Blakenburg, Alemania– y gozaba de buena salud, pero no sobrevivió al infarto de miocardio que le sobrevino durante la intervención.

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Era por nacimiento princesa de Hannover y duquesa de Brunswick y Luneburgo, hija de Ernesto Augusto III, duque de Brunswick, y de la princesa Victoria Luisa de Prusia, la única hija del emperador Guillermo II. Como descendiente de la reina Victoria del Reino Unido, en el momento de su nacimiento Federica ocupaba el trigésimo cuarto puesto en la línea de sucesión al trono británico.

La reina Sofía con sus hermanos y padres / ABC

Sofía es la reina que es hoy gracias a la influencia de su madre, a pesar de que, quienes la conocen de cerca, aseguran que se parece más a su padre, el rey Pablo de Grecia, más tranquilo, a diferencia de su esposa que «era pura dinamita», según confesaba la reina a la periodista Pilar Urbano en uno de sus libros. La princesa Irene también ha contado que Sofía era más afín a su padre en su forma de ser, pero que heredó de su madre la energía, la mente inquisitiva y el talante emprendedor y perfeccionista. Fue Federica de Grecia quien influyó en su hija a largo plazo.

Federica decidió que su hija Sofía se educara en Schloss Salem, un internado alemán dirigido por su hermano Jorge Guillermo de Hannover. Allí Sofía aprendió, sobre todo, disciplina, y a practicar deporte, algo poco usual en la época para las jóvenes de la realeza. De su madre, la princesa aprendió también otro de los valores esenciales de su personalidad: la solidaridad y el interés por consolar a las víctimas de las tragedias.

Cuando Sofía regresó del internado, madre e hija viajaban juntas a las zonas que habían padecido varios terremotos en los años cincuenta en Grecia o para apoyar a los soldados que combatían en la frontera con Albania o Yugoslavia. Federica quería que sus hijas se acostumbraran a vivir «para los demás». Otro rasgo esencial de la educación de doña Sofía: al igual que su madre, aprendió a no exteriorizar nunca sus verdaderos sentimientos en público.

Reina Sofía junto a su madre la reina Federica.

Fue la reina Federica quien sacó adelante el compromiso matrimonial de don Juan Carlos y doña Sofía. Desde el principio tuvo claro que, fueran las que fueran las dificultades, ella pondría todo de su parte para que los jóvenes príncipes se casaran. Y lo consiguió. Los novios se habían conocido en el crucero del Agamenón, organizado por Federica en 1954 para reunir a los jóvenes «royals».

Don Juan Carlos y doña Sofía eran entonces muy jóvenes, apenas 16 años, y casi no se fijaron el uno en el otro. Pero, cinco años después, volvieron a encontrarse en la boda de los duques de Kent, en Londres, y entonces prendió la chispa. La primera en darse cuenta de que Juan Carlos se había fijado en Sofía fue Federica y decidió rápidamente invitar a la familia Borbón a pasar unos días de verano en Corfú, en el palacio de Tatoi. Y cuando el noviazgo estuvo atado y bien atado, organizó una boda digna de una hija de reyes.

Sofía se casaba con un futuro rey, aunque en ese momento no estaba claro todavía si llegaría a serlo. Su familia, que había salido de España con la Proclamación de la II República, vivía en el exilio, en Portugal, mientras en España gobernaba un militar que había dado un golpe de Estado con la promesa, entre otras, de restaurar la monarquía en el trono, pero que luego «olvidó».

Boda doña Sofía y don Juan Carlos.

Don Juan Carlos había sido educado en España, a la sombra del Caudillo, pero, de momento, no jugaba ningún papel. Federica, sin embargo, se empleó a fondo para construir la imagen como reina de su hija Sofía. Fue ella quien, por ejemplo, la enseñó a saludar, mirando a cada persona a la cara, para que sintieran personalmente su interés.

Desde su llegada a España, Sofía siguió otros dos consejos de su madre: que estrechara todo lo posible su relación con Franco para apoyar a su marido y que jamás sintiera rencor, ni se hiciera enemigos, aunque estuviera segura de que alguien le había hecho mal. Era mejor dejar pasar el tiempo, darle a esa persona la ocasión de rectificar. Y en la España de los sesenta, en la que los príncipes de España «no eran nadie», como ha reconocido la propia reina emérita, y a Sofía se la veía como a una extranjera, aquellos consejos se revelaron proverbiales.

«Nadie me ha dado jamás mejores consejos que mi madre», confesaba a Pilar Urbano doña Sofía. Cuando en el verano de 1969, Sofía llamó a su madre para comentarle que Franco había nombrado a Juanito, como le llamaban en familia, su sucesor a título de rey, Federica supo que su hija estaría a la altura. Sofía sabía ya que su vida sería la vida del Rey. Como había sido la del príncipe. «Yo soy Reina, porque me he casado con el Rey. ¿Yo, Sofía, por mí sola? Por mí sola soy princesa de Grecia. Punto. Ahora bien, una vez que soy Reina, me moriré siendo Reina», le explicaba a Pilar Urbano.

Sin embargo, si ha habido algo que ha puesto a prueba la fortaleza de la reina han sido las infidelidades de su marido. Su madre también intervino para apoyarla todo lo que pudo. La reina tenía 37 y quiso darle una sorpresa a Juan Carlos yendo a visitarle a una cacería. Sin embargo, le pusieron problemas para entrar y descubrió que su marido no estaba solo acompañado de amigos, sino que también estaba con una mujer. Los rumores de infidelidad arrancaron a los pocos años de matrimonio.

Pero doña Sofía se había mantenido al margen. Era esencial dar un heredero a la Corona. Tras esta fatídica escena, coge a sus hijos y se marcha a la India, donde está su madre. Federica, ante el sufrimiento de su hija, le dice: «A una reina su marido nunca la engaña, y si la engaña nunca se entera. Tu sitio es Madrid y la Zarzuela». Y la obligó a marchase de vuelta para acallar el revuelo que había generado con su viaje.

Fue ella quien le quitó de la cabeza cualquier idea de divorcio. Fue muy clara: «No lo abandones nunca (a Juan Carlos), no dejes de ser reina… ¿Quieres ser como yo, una reina sin reino, una paria que tiene que vivir de la caridad de los demás, y que ha tenido que venir a la India porque nadie me aguanta?'».