Por fin podemos contemplar el retrato de los reyes Felipe y Letizia que Banco de España encargó a la fotógrafa estadounidense Annie Leibovitz, autora de las portadas más icónicas de Vanity Fair y poseedora de un estilo característico inamovible. Si hubo quien temió que la estética glossy podía quedarse corta ante la realeza de los monarcas españoles, puede respirar tranquilo. La fotografía de la reina cumple, y con creces, la expectativa. Es Hollywood, pero también es historia.
Sabemos ya muchas cosas de este importante encargo que comenzó a tramarse en 2013, cuando Leibovitz recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Comunicación y Humanidades: ya entonces declaró que estaría encantada de inmortalizar a los monarcas. Como confirmó Yolanda Romero, comisaria de la exposición que cobija este retrato encargado por Banco de España , «fue un proceso muy meditado» por abrir «una oportunidad histórica para la renovación de la colección».
Romero se refiere a la colección de retratos que la institución que precedió a Banco de España, Banco de San Carlos, inició en 1783. Incluye importantes retratos de Goya, Madrazo o Zuloaga. Y la oportunidad no solo pasaba por introducir decididamente la fotografía donde hasta la fecha solo había pintura, sino también a contar con una artista internacional que permite «internacionalizar nuestros fondos». La perspectiva de la rentabilidad global no puede faltar en una institución financiera.
Evidentemente, la marca Leibovitz es sinónimo de lujo y, por tanto, de revalorización. La apuesta era más que segura, pues la fotógrafa estadounidense inmortalizó dos veces a la fallecida Isabel II , epítome de la realeza mientras vivió y aún hoy. El retrato más regio de la monarca británica no le faltó detalle: lució capa de la Orden de la Jarretera, tiara de diamantes y vestido dorado, en la imponente White Drawing Room de Buckingham Palace. Leibovitz intentó por todos los medios que la soberana posara sin tiara: no lo logró. La sesión duró 25 minutos. La de los reyes españoles alcanzó las cinco horas.
Las reinas pasan, pero el estilo de Annie Leibovitz permanece. ¿Y qué estilo es ese? El seductor pastiche de lo espectacular, listo para seducir al mundo entero con una belleza canónica, lujo, brillo y sofisticación. Es la clave del éxito del 'soft power' o 'poder blando' que impregna todos los productos de la industria cultural norteamericana, de las películas de Hollywood a los discos, novelas y series de televisión. Es un poder blando porque no se impone: nos hace soñar.
Leibovitz pertenece a esa era en la que los sueños se proyectaban en los quioscos desde las portadas de las revistas, con escenificaciones de de parajes exóticos, romances apasionados, hoteles de lujo y vestidos inalcanzables. Todos esos componentes, siempre bajo una luz dramática y con la belleza como único destino, han de figurar en sus fotografías, ya estén al servicio de los reyes de Hollywood o de los monarcas europeos. En el retrato de Letizia, sin duda, están.
Puede que la mirada francamente espectacular e inconfundiblemente hollywoodiense haya sorprendido, en alguna medida, en Banco de España. Solo así se entienden las referencias clásicas y cien por cien españolas que han salido a relucir como inspiración durante la presentación de los retratos. «Leibovitz ha estudiado nuestra propia colección y ha tenido muy en cuenta los retratos realizados por Carmen Laffón al rey don Juan Carlos y doña Sofía», explicó la comisaria, quien también se ha atrevido a citar la influencia de 'Las Meninas' de Velázquez, Goya o Sorolla en la fotografía de la estadounidense.
Al contemplar el retrato de Letizia, cualquier amante de los grandes éxitos de la pintura piensa inmediatamente en John Singer Sargent (1856-1925), estadounidense afincado en Londres y considerado el retratista más grande de su generación.Una referencia anglosajona que tiene mucho más que ver con el universo cultural de Leibovitz. Imposible que la fotógrafa no pensara en el 'Retrato de Madame X' (1884) al ver el vestido negro de Balenciaga que Letizia escogió para la sesión .
Sargent dijo de aquel retrato que era «probablemente, lo mejor que he hecho». Sin embargo, la sensualidad de Madame X y su gesto altivo provocaron tal polémica, que cesaron los encargos y pensó en retirarse de la pintura y dedicarse a lo negocios. Judith Gautier, hija de Teófilo y escritora como su padre, la primera mujer que entró en a Academia Goncourt, fue de las pocas que supo captar el desconcierto del público ante este retrato y su verdad.
«¿Es una mujer? ¿Una quimera, la figura de un unicornio levantando su cabeza en un escudo de armas o quizás la obra de un artista decorativo oriental para quien la forma humana está prohibida y que, intentando recordar a una mujer, ha dibujado un delicioso arabesco? No, no es ninguna de estas cosas, sino la precisa imagen de una mujer moderna dibujada por un pintor que es un maestro de su arte».
Sargent fue el pintor de la alta sociedad, del lujo de la Edad Dorada y la Belle Epoque, de la alta costura de la Casa Worth. La crítica más recalcitrante no le consideraba un pintor serio, sino un «inteligente retratista de la moda», de «la escuela del resbaladizo 'chiffon'». Lo cierto es que Sargent permitía a las damas elegir el vestido con el que posaban, pero añadía estolas, capas, mantos y otros adornos textiles que añadieran drama y ayudaran a sofisticar la composición.
No es casual que, sobre el Balenciaga de la reina Letizia, observemos un voluminoso chal fucsia casi rojo que recuerda muchísimo a otro retrato de Sargent, el de 'Winifred, Duchess of Portland' (1902), cuyo vestido se adorna con una capa roja impactante. Sin duda, la pieza añade arquitectura a la silueta, teatralidad al vestido y contundencia a la escueta figura de la reina, cuya desafiante mirada alcanza la intensidad que requiere un diseño de Balenciaga.
Aclaremos lo evidente: la reina Letizia no lleva tiara o, como recomendó escribir Yolanda Romero durante la presentación a la prensa del retrato de Annie Leibovitz, diadema. Sabemos que, durante la sesión, se hicieron pruebas con alguna de las diademas que forman parte de la colección de joyas a disposición de la Corona y, también, con la banda de la Orden de Carlos III. Sin embargo, por decisión de Leibovitz quedaron fuera.
Ni la reina Letizia quiso reafirmar su posición ni Annie Leibovitz vio necesario añadir empaque. Digamos que mostrar a la reina española sin sus máximos adornos e iluminarla con la luz natural que entra desde un lateral subraya su carácter disruptivo en la familia real española: la primera reina no aristócrata, una mujer además profesional y divorciada. Que trae a la Corona española la luz (y taquígrafos) que estaba necesitando. Una luz que alcanza al rey Felipe en su propio retrato, con el que se compone un díptico.
Aunque la tradición en la colección de Banco de España es encargar retratos individuales (de ahí que Carmen Laffón pintara por separado a los reyes Juan Carlos I y Sofía), Annie Leibovitz ha pedido expresamente que las fotografías a Letizia y Felipe VI se exhiban juntas. «Este retrato nos permite analizar la secuencia en dos partes», explicó la comisaria Yolanda Romero, acerca de esta especial característica.
«En la primera parte, el rey Felipe VI viste el uniforme de capitán general del Ejército de Tierra y lo rodean todos los elementos del retrato clásico: la mesa, una soberbia araña, el reloj, el espejo, una puerta abierta con cortinajes. En la segunda, la reina Letizia entra en la cámara real inundada de luz natural, sin necesidad de recurrir a ningún elemento propio de los llamados retratos de aparato». Eran los retratos que los monarcas encargaban para representar su poder ante su pueblo o sus enemigos.
No es que el rey Felipe VI pose en la oscuridad, pero contemplar a la reina Letizia como portadora de una luz que, en parte, le ilumina es un mensaje demasiado suculento como para no suscribirlo como sentido último de su papel como consorte. El soberano pudo aparecer con frac o chaqué, pero Annie Leibovitz eligió finalmente el retrato en el que luce el uniforme militar, lo que le conecta con un mundo simbólico más ligado a la historia, el patriotismo y el pasado imperial español.
Digamos algo del tercero en concordia en este retrato en dos partes: el Salón Gasparini, en los apartamentos de Carlos III en el Palacio Real. Una elección personal de Annie Leibovitz que impone a su papel de fondo una exuberancia rococó fascinante, con un espectacular mosaico con ornamentación japonesa de suelo a cielo. Concebido para exaltar el poder del monarca, evoca una fantasía vegetal y orientalizante, un derroche de exceso y refinamiento con aires franceses e italianos. Un escenario digno de reyes.
22 de noviembre-21 de diciembre
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, independientes y aventureros. Les encanta viajar y se les dan los deportes de maravilla. No pierden jamás la curiosidad por cómo funicona el mundo, pero a veces pecan de salvajes e indomables y tienden a la incosistencia vital. Ver más
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