En uno de los vídeos más virales de la cumbre de la OTAN, aparecen la reina Letizia y Begoña Gómez colocándose para la foto de familia de primeras damas en la Granja de San Idelfonso. Y, como ha venido sucediendo durante casi toda la cumbre de la OTAN en Madrid, la reina Letizia ha tenido que explicar cómo debían colocarse para cumplir debidamente el protocolo.
Begoña se ponía al lado de Jill Biden, pero ese lugar solo corresponde a la primera dama y la única primera dama en el protocolo español es Letizia Ortiz, reina consorte de Felipe VI.
En realidad, la figura de la primera dama llega a Europa como exportación de Estados Unidos, donde una especie de nostalgia de la monarquía convierte a las esposas de los presidentes del Gobierno en su contraparte femenina. De hecho, su papel ha ido ganando más y más importancia conforme los medios de comunicación han ido volviéndose omnipresentes.
Las imágenes necesitan esa cara amable y atractiva del poder que represente al Estado en el terreno del llamado 'soft power': el poder que se ejerce de forma suave mediante la seducción, la persuasión, la cultura, la moda…
Begoña Gómez marcándose un Pedro Sánchezpic.twitter.com/IUQI5hZhkL
Pedro Otamendi (@PedroOtamendi) June 29, 2022
Cuanto mayor es la cobertura de los medios de comunicación, más se incrementa la importancia de la imagen las primeras damas. Por eso, con la explosión de las redes sociales esta figura se volvió viral: las legislaturas de Michelle Obama y Melania Trump fueron un buen ejemplo de ello.
Las cámaras profesionales y de los smartphones tomaron nota de cada uno de sus movimientos y sus palabras, sus vestidos y sus apariciones se evaluaron al milímetro. A la primera se le criticó un exceso de tareas, casi hasta la injerencia; a la segunda, que no hacía absolutamente nada.
Lo cierto es que la figura de la primera dama estadounidense está apoyada por una infraestructura (tiene su propia oficina) que permite a la mujer que la dirige diseñar sus propias políticas de acción y comunicación y coordinarse con la actividad presidencial.
Sin embargo, al importarse a Europa de manera informal por parte de los medios, no siempre implica la misma dedicación de personal y presupuesto. Sobre todo, porque en ciertos países con democracias parlamentarias la jefatura del Estado está ocupada por una monarquía y la primera dama es la reina o el primer caballero, el rey consorte.
En los países monárquicos, la reina puede considerarse la verdadera profesional en el arte de la representación del Estado, mientras que la esposa del presidente del Gobierno puede continuar con su vida profesional figurando únicamente como esposa del presidente.
Sin oficina a cargo de los presupuestos del Estados sin estilistas, sin asesores y sin jefe de prensa. De hecho, esta es la demanda que realizan esposas presidenciales como Britta Ernst, la esposa del presidente alemán Olaf Scholz.
Ernst dijo en el mismo momento en que su marido fue designado presidente que no quería ejercer de primera dama, sino únicamente de esposa del presidente. Estamos ante, una mujer que lleva desde los años 80 trabajando en distintos niveles del gobierno alemán.
De hecho, ahora mismo es ministra de Educación del länder de Brandeburgo. ¿Cómo reducir a Britta Ernst a las tareas de turismo y beneficencia de las primeras damas, siendo ya un agente activo en el núcleo duro del poder?
Con la creciente incorporación de las mujeres a las posiciones de poder, se va incrementando la tarea de justiciar la figura de las primeras damas, un rol que además se sostiene en el aire porque no está respaldado por ninguna normal legal en el ordenamiento institucional.
¿Deben dejar estas personas, casi siempre mujeres pero también varios hombre, sus profesiones para posar para la fotos? Parece ilógico. De hecho, Britta Ernst No acudió a la cumbre dela OTAN de Madrid, un intenso programa turístico y de ocio que Jill Biden se tomó como unas vacaciones.
Ernst sí tuvo que dejar su despacho para ejercer de anfitriona en la última cumbre del G7, pero se llevó a las primeras damas a hacer senderismo por los Alpes. No es la única que le pone pegas al papel de primera dama.
De hecho, en la cumbre de Madrid, solo una presidenta, la eslovaca Zuzana Caputova, vino acompañada por su esposo. Los de Mette Fredksen (Dinamarca, Kaja Kallas (Estonia), Katrín Jakobsdóttir, (Islandia) y Sanna Marin (Finlandia) se quedaron en casa.
El otro extremo de este confuso momento que viven las primeras damas lo encontramos en Corea del Sur, donde el último presidente, Yoon Suk-yeol, anunció en campaña que eliminaría la oficina de la primera dama por intrascendente.
Su esposa, Kim Keon-hee, una mujer de negocios y CEO de su propia compañía, le apoyó: solo ejercería de esposa del presidente. Sin embargo, la atención de los medios ha sido tal, que ya se está planteando la posibilidad de revertir esa decisión.
La agenda oficial de Kim Keon-hee cuenta hasta con seis apariciones semanales y se ve envuelta en todo tipo de polémicas en los medios, que prefieren hablar de la bellísima, elegantísima y locuaz primera dama que pide el fin del consumo de carne de perro, que de los aburridos funcionarios gubernamentales. La oficina de la primera dama extinguida podría volver para controlar tanta atención y exposición.
En España, las esposas de los presidentes han gozado de bastante privacidad y, de hecho, se ha dado por supuesto que su papel sería discreto, de acompañante ocasional a lo sumo. Así lo hicieron Sonsoles Espinosa y Elvira Fernández, esposas de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.
Carmen Romero y Ana Botella, esposas de Felipe González y José María Aznar, hasta desarrollaron sus propias carreras políticas, en las antípodas del papel decorativo que se le supone a las primeras damas.
En esta cumbre de la OTAN, Begoña Gómez ha coqueteado con un rol inexplorado en España. Invisible durante la mayor parte de la legislatura, ha vuelto al primer plano ejerciendo a la manera estadounidense un papel de primera dama que, aquí, colisiona con el de la reina. De ahí las extrañas fotos y vídeos en las que Letizia tiene que comunicarle a Gómez cuál es su papel.
En realidad, lo que provoca confusión no son esos momentos entre la reina Letizia y Begoña Gómez, sino la pertinencia de la presencia de esposos y esposas en viajes de trabajo de presidentes y presidentas.
20 de enero-18 de febrero
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