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Corinna Larsen ya ha perdido el último asalto judicial contra Juan Carlos: un tribunal de Londres ha dictaminado que no era competente para decidir sobre la denuncia por supuesto acoso de la ex princesa alemana y ex amante del rey emérito. Durante todos estos años, desde que salió a la luz esta infidelidad, en 2012, la reina Sofía ha escogido la misma estrategia: continuar con su agenda, incluso aumentarla.
Su mayor dedicación ha sido la Corona y su mayor preocupación que los escándalos del padre dañaran aquello por lo que había luchado tanto: el futuro de su hijo, el rey Felipe.
Doña Sofía, a pesar de los comentarios y las acusaciones, se ha mantenido firme, pero ha habido momentos – las revelaciones de Corinna sobre los negocios del rey Juan Carlos, en 2018, o su partida a Emiratos Árabes, en 2020 – en los que la reina emérita ha sufrido episodios de decaimiento, incluso de depresión, según personas próximas. Todo aquello que había construido, como mujer y como reina, parecía venirse abajo. Hoy, las noticias sobre Corinna parece que ya no significan (casi) nada para ella.
En estos años de turbulencias, Doña Sofía se ha dedicado en cuerpo y alma a su Fundación. Allí se siente rodeada de personas de confianza que aprecian su labor. La Fundación también le ha permitido llevar una agenda al margen de la de su marido y viajar por todo el mundo. Su labor dio como resultado un gran prestigio de la institución. Y luego están sus veranos en Mallorca, que tanto le recuerda a Grecia, que ha comparte desde hace décadas con un núcleo de fieles.
Doña Sofía siempre tuvo muy presente evitar la formación de una corte o escoger damas de compañía que podrían desvelar detalles de su vida a personas que no la apreciaban, entre ellas la mujer de Franco, Carmen Polo, según cuenta la periodista Carmen Enríquez en su libro «Sofía, nuestra reina». Por eso no tenía verdaderos amigos. Pero, aunque aquellos en los que podía confiar eran muy pocos, no ha estado sola. Estaba con ella, en primer lugar, su hermana Irene, que obtuvo la nacionalidad española y hoy vive con ella en el Palacio de la Zarzuela.
En el mes de agosto, ambas se instalan en Marivent y descansan allí hasta el mes de septiembre. Irene ha sido una fiel escudera desde los primeros años de matrimonio de doña Sofía. Conoce todos los detalles de su intimidad y las infidelidades del rey emérito, y fue en quien se apoyó para luchar contra su sensación de humillación pública.
Su hermano Constantino, fallecido hace año y medio, fue otro de los apoyos constantes de doña Sofía, al igual que su cuñada la reina Ana María. La reina emérita ha pasado numerosos periodos en Londres junto a ellos y también en Grecia, cuando regresaron del exilio, en 2013, y fijaron su residencia junto al mar, en Porto Heli, donde siempre se reunía la familia en verano.
La unión y la compañía de sus sobrinos, que formaban una piña, fueron determinantes en los peores momentos. En Grecia estaba precisamente cuando el rey sufrió el accidente de Bostwana. Los Grecia la aconsejaron para que viajara a Madrid, a la cabecera de su marido, a pesar del enorme enfado que tenía.
Buenos consejos también ha recibido de su prima segunda, la princesa Tatiana Radziwill, hija de la princesa Eugenia de Grecia, prima hermana de su padre, Pablo de Grecia. Solo se llevan un año y ambas vivieron juntas muchos episodios del exilio al que los Grecia se vieron forzados durante la II Guerra Mundial.
Gran parte de los miembros de la familia real griega se refugió en Sudáfrica, y allí la relación entre Sofía y Tatiana se hizo casi indestructible. Tatiana está casada con el cardiólogo Jean Henri Fruchaud, que se ha convertido con el tiempo en otro íntimo amigo de la reina emérita.
Tanto ellos como su hermana Irene la ayudaron a no perder de vista que su deber era con la Corona y que la obscena exhibición que ha hecho Corinna Larsen de su relación con el rey Juan Carlos nunca podría hacer sombra a su lealtad y a su trabajo por la monarquía española. Puede que le recordaran, las palabras de su madre, la reina Federica, cuando descubrió la primera infidelidad de su marido: «Las reinas nunca se divorcian».