Aún no ha habido al frente de la Casa del Rey un jefe más carismático que Sabino Fernández Campo, discreto y, a la vez, popular entre los periodistas que escrutaban la vida de la familia Borbón, tantas veces sin poder publicarla. Lo fue todo en Zarzuela, primero como secretario general de la Casa del Rey y desde 1990 como jefe de la Casa Real: fue nombrado en octubre de 1977 y despedido en enero 1993. Su marcha hizo llorar a la reina Sofía .
Decir que Sabino Fernández Campos lo sabía todo sobre Zarzuela y la familia real es quedarse corta: su lealtad y vocación de servicio a la institución estuvo siempre fuera de dudas. Y su amistad con la reina Sofía , también. Secretario militar de seis ministros durante la dictadura y subsecretario de la Presidencia del Gobierno de Arias Navarro, fue recomendado por Alfonso Armada. Este aristócrata, amigo íntimo de Juan Carlos de Borbón, participó en el intento de golpe de Estado del 23-F y fue encarcelado por ello durante siete años.
Sabino Fernández Campos, teniente general a título honorífico, fue despedido con cajas destempladas en 1993. Tenía 75 años y, al menos desde 1990, ya se pensaba en su jubilación. Aún así, su salida de Zarzuela fue traumática por la manera en la que se produjo y por ser el mayor aliado de la reina Sofía, entonces sufridora silenciosa de la agitada vida sentimental del rey Juan Carlos . Con la marcha de Fernández Campos, la reina se limitó al silencio en el que se mantiene hasta hoy.
Imaginemos la complicadísima situación de la reina Sofía en Zarzuela: si a su llegada al palacio madrileño aún podía recurrir a su madre para lamentar sus penas, tras el fallecimiento de la reina Federica en 1981 solo le quedó su hermana, Irene de Grecia, poco o nada familiarizada con las vivencias propias de un matrimonio por razón de Estado. En este contexto, la amistad de Sabino Fernández Campos fue providencial.
En realidad, Sabino Fernández Campos se movió en una situación esquizofrénica. Por un lado, se le señala como la mano que tendía los cheques a las amantes del rey Juan Carlos, incluida Bárbara Rey. Por otro, se compadecía enormemente de la situación dramática de la reina Sofía y la protegía. No le contaba lo que sabía y, además, trataba de ahorrarle disgustos ajenos. Sobre todo, si tenían que ver con su amiga en Mallorca, Marta Gayá .
Juan Luis Galiacho, periodista de investigación que en 1992 trabajaba para la revista Época, vivió en primera personal la publicación de aquella mítica portada en la que se veía a una joven y sofisticada Marta Gayá sobre el titular «La dama del rumor: Atribuyen al Rey una relación sentimental con Marta Gayá». Fue por ella que el hoy emérito desapareció de España y postergó la firma del decreto de nombramiento del nuevo ministro de Exteriores: su ausencia injustificada llegó a la portada de El Mundo.
Juan Carlos I estaba totalmente enamorado de la socialite mallorquina Marta Gayá. Así, cuando esta marchó a Suiza buscando alivio para una depresión, el monarca no dudó en seguirla. Ella se dolía del accidente de tráfico en el que había muerto su amigo Rudy Bay, propietario de la compañía aérea Spantax.
Gayá iba en el coche junto a Marta Girod, pareja de aquel y hermana de Jeannine Girod, primera mujer de Carlos Falcó y, luego, pareja de Ramón Mendoza. La situación podía ser grave, pero para Fernández Campos nada justificaba postergar obligaciones de Estado.
La obsesión de Juan Carlos I con Marta Gayá se convirtió en la preocupación número uno del general y de la reina Sofía : esta relación no era como las demás. Cuando Sabino Fernández Campos supo que Época tramaba otro reportaje sobre la mallorquina, no dudó en llamar a su director, Jaime Campmany, para pedirle que no la publicara. Su argumento: que la reina era un mar de lágrimas desde que saliera aquella portada.
«Mira, Jaime, te llamo desde el punto de vista humano; la reina está rota, no para de llorar, no hay persona que pueda consolarla. Te pido, desde nuestra amistad, que dejes de publicar más cosas sobre el rey y Marta Gayá, es lo único que podemos hacer por la reina como mujer». Así lo ha contado, en múltiples ocasiones, Galiacho. «A doña Sofía le turbaba cualquier noticia o insinuación de esos temas de relación amistosa de su marido con mujeres», afirma Manuel Bouza, amigo del rey Juan Carlos, en su libro de memorias El rey y yo.
«Sabino Fernández Campo era uno de los pocos que hablaba claro al rey», ha contado en 'Más vale tarde' el biógrafo del rey Felipe VI, José Apezarena. «Hablaba con algunos periodistas para que aparecieran informaciones que le hicieran rectificar». Algo, añadió el periodista, que enojaba al rey. «Estaba enfadado con él porque contaba cosas que le frenaban sus actividades», ha explicado.
La situación llegó al límite: la reina Sofía lloraba; Sabino Fernández Campo filtraba indiscreciones del rey a la prensa; y el rey Juan Carlos, escamado, perdió confianza en su mano derecha. Dicen que, además, una trama de interés liderada por el banquero Mario Conde desacreditó cuanto pudo al jefe de la Casa Real.
Desencadenada la pérdida de confianza, llegó la venganza del rey. Fue a causa de la mencionada portada de Epoca con Marta Gayá señalada como amante oficial. Y no la sirvió fría, sino sobre mesa y mantel en un conocido restaurante de Madrid. Juan Carlos I congregó a Sabino Fernández Campo y a la reina Sofía, las dos personas que creía responsables de aquel intento de cortarle las alas.
El confesor de la Casa del Rey en aquel momento, el padre Bartolomé Vicens i Fiol, le explicó a la periodista Pilar Urbano cómo fue el día en el que el rey Juan Carlos despidió con cajas destempladas a Sabino Fernández Campos y la reina Sofía perdió su único apoyo en Zarzuela. El único hombre que hizo y deshizo para protegerla contra la humillación que sufría cada vez que se hacía pública la vida amorosa de su marido. Lo fulminó en una frase mítica que ha recordado el sacerdote: «Sofi, Sabino nos deja. Y se va por tu culpa».
20 de enero-18 de febrero
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