La reina Sofía con el rey Juan Carlos de fondo, fotografiados en Zarzuela el 14 de enero de 1964, dos años después de casarse. /
La decisión debió tomar forma en la voluntad del rey Felipe hace tiempo, acaso el pasado abril cuando la reina Sofía dio el primer susto de salud a su familia con un ingreso que no pasó de leve. Sea como fuere, el decreto llamado a pasar a la historia se firmó el 20 de octubre y se anuncia ahora en el Boletín Oficial del Estado (BOE), como el reconocimiento definitivo de un hijo a su madre y de un monarca a una consorte. No exageramos: Sofía de Grecia se ha convertido en la primera consorte que recibe el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro. La primera en 600 años.
«Queriendo dar testimonio de Mi Real aprecio a Su Majestad la Reina Doña Sofía y reconocer públicamente su dedicación y entrega al servicio de España y de la Corona, oído el Consejo de Ministros, vengo en conceder a mi madre, Su Majestad la Reina Doña Sofía , el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro», señala el BOE. Este anuncio llega poco después de que la infanta Elena eleve sus quejas sobre el rey Felipe a las revistas y se conozca el regalo en forma de mansión del jeque Mansour bin Zayed Al Nahaya al rey Juan Carlos. Hablamos de alrededor de 12 millones de euros.
El indudable poder de atracción del rey Juan Carlos en la familia Borbón vuelve a encontrarse con el límite del reconocimiento público en España. Aunque se produzcan las famosas llamadas y videollamadas entre Zarzuela y Abu Dabi y la relación afectiva se haya restablecido, no cede la distancia que, en lo público, separa a la familia real del emérito. Algo que puede cambiar en cualquier momento, sobre todo, después de la referencia a su padre exiliado que hizo el rey Felipe en su discurso de la Pascua Militar. Sonó, a casi todos, a globo sonda.
Mientras la relación con Juan Carlos I comienza a visibilizarse tímidamente, los reconocimientos a la reina Sofía no pueden ser mayores. El Toisón de Oro, orden creada por el Duque de Borgoña Felipe III en 1430, es la máxima distinción de la Corona. Toma la forma de gran collar de oro, cuya decoración se inspira en el mito de Jasón y los argonautas. Consta de 26 eslabones rectangulares con las armas de los Duques de Borgoña, de los que cuelga el carnero o vellocino de oro, cuya piel el héroe griego persiguió hasta el antiguo reino de la Cólquida.
La complicidad entre madre e hijo, entre la reina Sofía y el príncipe Felipe, fue evidente desde su nacimiento. /
Desde 1984, la Insigne Orden del Toisón de Oro no es únicamente masculina: el rey Juan Carlos concedió el collar a Beatriz de Holanda, la primera reina que lo posee. Luego vinieron Margarita de Dinamarca y, en 1988, Isabel II. En 1981, Felipe de Borbón lo recibió de su padre y este lo concedió a Leonor en 2015. Los collares no son hereditarios y al fallecimiento de su titular han de reintegrarse a la Casa Real.
Todas las distinciones femeninas concedidas hasta esta que recae en la reina Sofía corresponden a monarcas y jefas de Estado en activo. Las masculinas disponen de un mayor margen en la concesión: el rey emérito Juan Carlos entregó el Collar de la Orden del Toisón de Oro a, por ejemplo, Víctor García de la Concha, director de la Real Academia de la Lengua; Nicolás Sarkozy, ex presidente de la República Francesa, o Enrique Valentín Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.
Esta distinción del rey Felipe a la reina Sofía no puede ser más significativa tanto en lo familiar como en lo institucional. No hay que subrayar que esta equiparación de la emérita con las más altas autoridades de la Europa monárquica lanza todo un mensaje a Juan Carlos I , para el que su esposa cumplió como una gran profesional con los deberes de su posición, aunque sin recibir compensación afectiva ni reconocimiento público. La humillación que el padre del actual monarca pudo infringir en público y en privado queda parcialmente aplacada por este significativo gesto filial.
La reina Sofía y el entonces príncipe Felipe, la pareja más elegante en una boda en los años 90. /
En lo institucional, la concesión del Toisón de Oro a la reina Sofía abre una puerta al reconocimiento de la Corona española a las consortes, figuras siempre en un segundo plano, de las que hasta la llegada de la reina Letizia a Zarzuela se esperaba la reproducción del linaje y poco más. Baste decir que, en sus 50 años de reinado, Sofía de Grecia solo recibió dos distinciones y fueron con motivo de su boda, en 1962: la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III y la Orden de las Damas Nobles de la reina María Luisa. En 1983, al cumplir 45 años, el rey Juan Carlos le concedió el collar de la Real Orden de Carlos III.
Contrastemos el reconocimiento de la Corona española a la reina Sofía con el de un homólogo como Felipe de Edimburgo, también consorte. Sus condecoraciones rebasaron con mucho las de la emérita: caballero real de la Nobilísima Orden de la Jarretera, caballero supernumerario de la Antiquísima y Nobilísima Orden del Cardo, miembro de la Orden del Mérito del Reino Unido, caballero de la Real Orden Victoriana, Gran Maestre de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, caballero de la Orden de Australia, miembro adicional de la Orden de Nueva Zelanda… y así hasta seis dignidades más.
El agravio comparativo en el trato a hombres y mujeres en la institución monárquica no suele subrayarse por la naturaleza tradicionalista de la institución, pero no por ello resulta intrascendente. Puede que la brecha pueda cerrarse en buena medida con la llegada de la princesa Leonor al trono y, previsiblemente, las decisiones que pueda tomar llegado el momento para realzar el papel de su madre, la reina Letizia. Pero, además, más mujeres relevantes en el servicio a la Corona deberían recibir tal distinción, de la misma manera que la han recibido hombres ajenos a las familias reales existentes. Quizá Felipe VI podría diferenciarse también en esto.