nieta de la reina victoria

Cómo influyó la reina Victoria Eugenia en la corte española de los Borbones: joyas, modernidad y peleas con su suegra

La reina Victoria Eugenia fue un soplo de aire fresco en la conservadora corte española. Impuso un nuevo estilo en moda y una nueva forma de lucir las joyas, que le apasionaban. Pero también llevó a cabo una incansable labor caritativa.

La reina Victoria Eugenia en un retrato oficial. / getty images

Elena Castelló
Elena Castelló

La reina Victoria Eugenia era nieta de la reina Victoria –dicen que su favorita– y ahijada de la emperatriz Eugenia de Montijo –de ambas recibió el nombre– y nació en Balmoral, el 2 de octubre de 1887, el primer miembro de la familia real británica que nacía en Escocia desde 1600. Era hija de la princesa Beatriz del Reino Unido —la hija menor de la reina Victoria— y de Enrique de Battenberg —hijo del príncipe Alejandro de Hesse—.

Tuvo tres hermanos, Alejandro, el primogénito, Leopoldo y Mauricio, y era prima hermana del kaiser Guillermo II de Alemania y de la zarina Alejandra, esposa de Nicolás II de Rusia. Fue educada en la Corte británica —que recorría los palacios de Buckingham, Windsor, Sandringham, Balmoral y Osborne, en la isla de Wight, a lo largo del año.

La razón es que su abuela accedió al matrimonio de su madre si ésta permanecía a su lado. De carácter independiente desde niña, la vida en la corte victoriana marcó su carácter y sus costumbres, especialmente la puntualidad y la disciplina de la reina. De su abuela también heredó una refinada inclinación por las joyas: le gustaba contemplar las que escogía Victoria y cómo se las colocaban cuando terminaba de vestirse para una aparición pública. De su educación también adquirió una gran afición por la equitación y los deportes al aire libre, como el golf.

Su presentación en sociedad tuvo lugar en 1905 y su tío, el rey Eduardo VII, dio un magnífico baile en su honor en el palacio de Buckingham. Poco después, Victoria Eugenia, que solo tenía entonces 17 años, conocería al rey Alfonso XIII, que, nada más verla, tuvo claro que sería la elegida para ser su esposa .

Alfonso XIII tenía diecinueve años y reinaba en España desde hacía tres. El 27 de mayo de 1905 había emprendido su primer viaje al extranjero, a París y a Londres, para apoyar la «Entente» suscrita por Francia y el Reino Unido en 1904. La reina madre, María Cristina de Austria hubiera preferido una princesa católica y centroeuropea, pero Alfonso siempre había dicho que se casaría por amor.

Una boda por amor y un día trágico

Llegó a Londres el 5 de junio de 1905 y estuvo cinco días. El rey de Inglaterra había propuesto a otra de sus sobrinas, Patricia de Connaught, pero ella no quiso. Además, Alfonso se había enamorado, como quería, de Victoria Eugenia, a la que llamaban Ena en familia. Se casaron el 31 de mayo de 1906 en la Iglesia de San Jerónimo El Real de Madrid.

Un día que resultó aciago, porque el anarquista Mateo Morral lanzó un ramo con una bomba dentro contra el carruaje descubierto de los recién casados. Los reyes resultaron ilesos, pero hubo más de veinte muertos y 100 heridos. El vestido de la reina se manchó de sangre, un siniestro presagio.

El matrimonio que se inició con tantas expectativas no fue feliz. El rey repudió a su esposa al nacer dos de sus hijos con hemofilia y mantuvo numerosas relaciones extramatrimoniales que conocía todo Madrid, la reina incluida, y de las que nacieron varios hijos.

La reina Victoria Eugenia trató, desde el principio, de asentarse en un país cuyas costumbres le resultaban extrañas, tras dejar atrás a su familia, su cultura y su religión, a la que tuvo que renunciar antes de casarse. Su educación hizo que le resultaran extrañas algunas cosas, incluso desde el punto de vista político: su visión era muy distinta y le costó entender cómo el rey podía permitía un golpe de Estado, como el de Primo de Rivera.

La reina Victoria Eugenia con una jugadora de tenis norteamericana. / getty images

Sin embargo, la llegada de Victoria Eugenia a la Corte de Madrid supuso un soplo de aire fresco, según contaba la infanta Eulalia , la tía del rey, en medio de la austeridad y la rigidez que había impuesto la reina María Cristina de Habsburgo. Victoria Eugenia dispuso unas costumbres y un protocolo más suaves y más naturales en el trato, y aportó una modernidad desconocida hasta entonces: hizo instalar calefacción central en palacio y mandó montar un cinematógrafo en la sala de columnas, donde por las noches la familia podía ver películas.

Además, conservó la costumbre de tomar el té a las cinco, y lo hacía a solas con su marido. Y fumaba. Además, en el Palacio de la Magdalena, donde veranearon los reyes a partir de 2012, Ena se sentía como en casa, por el clima y el estilo de la construcción, que le recordaban a su país de origen, Allí practicaba el golf, otro de sus deportes favoritos.

Un referente en moda

Pero, sobre todo, Victoria Eugenia se convirtió en un gran referente en la moda. Si de algo pudo disfrutar gracias a su matrimonio fue de una gran estabilidad económica, lo que le permitió vestir a la última y atesorar una de las colecciones de joyas más importantes de Europa . El rey, además de las joyas que le había regalado por su matrimonio, le hacía presentes a menudo, caprichos que adquiría en Ansorena o Cartier.

Su joyero albergaba tiaras, pendientes, pulseras y collares de diamantes, esmeraldas, aguamarinas o perlas. El rey tomó la costumbre de regalarle en fechas señaladas un brillante para completar el collar de chatones que le entregó por su boda. Y Victoria Eugenia, siempre que viajaba a Inglaterra, hacía escala en París para encargar nuevas piezas. Impuso una manera moderna de lucirlas: las mezclaba, las combinaba según los colores y las fue cambiando con el tiempo, deshaciéndolas y reformándolas, para adaptarlas al estilo que surgió después del clasicismo de la Belle Époque. Muchas de estas joyas son las que componen «las joyas de pasar», otras fueron heredadas por sus hijas, Beatriz y Cristina, y otras fueron subastadas.

Victoria Eugenia con vestido de tirantes y joyas. / gtres

En moda, deslumbró a la aristocracia, acostumbrada a un estilo muy conservador. Le sentaba muy bien el estilo Belle Époque. Escogió a la modista Julia Herce, que confeccionó su traje de novia y realizó varios vestidos para ella, siguiendo la moda de París. Su vestuario provenía también de la casa Worth, creador de la alta costura.

Además, encargaba diseños a Paquin, Chanel o Lelong. Todos ellos cambiaron la silueta de la mujer en los años veinte, haciéndola recta y fluida, un estilo que sentaba especialmente bien a Victoria Eugenia. Pero fue su amistad con Cristóbal Balenciaga la más duradera. El modisto creó vestidos para ella siendo reina, pero, sobre todo, le diseñó vestidos para momentos importantes como la boda entre don Juan Carlos y doña Sofía.

A pesar de su disciplina británica y de sus costumbres más liberales, Ena se adaptó a otros hábitos españoles, especialmente en lo referido a la gastronomía. Siempre que recibía visitas en su casa de Lausana, tras exiliarse, mandaba preparar una tortilla de patata o un gazpacho y ofrecía jerez.

Sin embargo, nunca tuvo la sensación de ser una reina plenamente aceptada y querida por los españoles, mientras que en Europa se la admiraba, especialmente por su labor caritativa: modernizó la Cruz Roja, desde su llegada visitaba con frecuencia los barrios más necesitados, luchó para profesionalizar la práctica de la enfermería y creó la Liga Antituberculosa.

Su última visita a España fue en 1968, para asistir al bautizo del Príncipe Felipe. En aquella ocasión, los madrileños le demostraron que sí la querían, agolpándose en las calles para recibirla. Se hospedó en el Palacio de Liria y ofreció un besamanos que la mantuvo de pie ocho horas, con 79 años. Recibió a más de 20.000 personas. Luego se sentó y siguió saludando. Falleció en Lausana el 15 de abril de 1969.

Temas

Casa Real