Grace Kelly nunca olvidó lo bien que se portó con ella la reina Victoria Eugenia de España /
La reina Victoria Eugenia fue la madrina de bautismo del rey Felipe, su nieto. Pero también de otro príncipe heredero: Alberto II de Mónaco . No es casualidad: la princesa Grace y la reina española fueron amigas íntimas, a pesar de que las separaban cuatro décadas.
Su relación comenzó cuando Victoria Eugenia tendió la mano a la nueva princesa de Mónaco, a mediados de los años cincuenta, cuando toda la realeza europea se echaba las manos a la cabeza horrorizada por su origen plebeyo y ligado a Hollywood. La princesa Grace nunca olvidó el apoyo de la anciana reina española y eso ligó de forma especial a las dos familias reales.
Victoria Eugenia era nieta de la reina Victoria de Inglaterra y había nacido en 1887, en el castillo de Balmoral. Era una de las princesas más bellas de su tiempo . Grace Kelly, nacida en 1929 en Filadelfia, era hija de un próspero empresario de la construcción, actriz de cine, ganadora de una Oscar, una estrella y una de las grandes bellezas de los años cincuenta.
Poco tenían que ver. Pero el destino había situado a ambas en el papel de consortes de un jefe de Estado de la realeza y, a pesar de ser tan diferentes, mantuvieron un a profunda amistad durante años. Grace no gozaba de la aceptación de las familias reales europeas.
El anuncio de su compromiso con Rainiero de Mónaco, el 5 de enero de 1956, causó un rechazo generalizado. Nunca hasta entonces un príncipe reinante se había casado con una plebeya. Los matrimonios morganáticos estaban totalmente vetados a los miembros de la realeza, que, en caso de casarse con una joven sin sangre azul, debían renunciar al trono.
Grace Kelly hizo madrina de Alberto de Mónaco a la reina Victoria Eugenia de España. /
El rechazo a Grace se materializó en su boda. Ningún representante de las Casas Reales europeas acudió a la celebración nupcial, el 19 de abril de 1956, en la Catedral de Mónaco. Sólo aceptó la invitación el rey Faruk de Egipto, entre los 600 invitados, en los que había, sobre todo, actores de Hollywood, empresarios amigos de Rainiero y familiares.
A partir de entonces, la actriz, convertida tras la ceremonia en su Alteza Serenísima la princesa Grace, tuvo que atravesar un difícil periodo de adaptación a la vida de palacio. Ella misma lo contaba unos años después: «Cuando acabó la boda no pensé en nada. Me pasé al menos un año sin leer un recorte de prensa. Era una pesadilla. Hubo uno o dos momentos realmente maravillosos, pero en general fue un periodo muy difícil».
La reina Victoria Eugenia observó estos acontecimientos desde la distancia de su residencia de Lausana, Suiza, donde se había instalado, en el exilio, tras la muerte del rey Alfonso XIII y donde llevaba una vida muy tranquila, sin apenas actos en su agenda. Al principio, se había sumado al disgusto que provocó en la realeza el enlace de Rainiero y Grace. Sin embargo, existía un vínculo especial entre la familia real española y la monegasca.
El rey Alfonso XIII había pasado su primera noche en el exilio en el Hotel París de Montecarlo, antes de instalarse en París. El hijo de Victoria Eugenia, Juan de Borbón, conde de Barcelona, viajaba con asiduidad a Montecarlo para practicar la vela. Ella misma, instalada en Suiza, cerca del principado, adoraba frecuentar sus calles y sus lujosas tiendas. Pasado un tiempo, Victoria Eugenia empezó a fijarse en la nueva princesa, una mujer inteligente y fuerte, que intentaba, poco a poco, adaptarse a su vida de princesa, sin conseguirlo del todo.
No acababa de encontrar su papel. La reina conocía por experiencia propia lo difícil que es adaptarse a un país extranjero y a una corte que te mira con distancia sin querer aceptarte. Así que decidió ayudar a Grace a convertirse en princesa.
Grace admiraba profundamente a la reina española. Cuando Grace y Rainiero se comprometieron, la novia estudió cada una de las familias reales europeas para familiarizarse con ellas y descubrió a Victoria Eugenia, que se convirtió en un modelo para ella. La reina española exiliada pasaba temporadas empezó a alargar sus estancias en Montecarlo y se convirtió en una invitada asidua del Palacio Grimaldi.
La princesa recién casada escuchaba atentamente los consejos de la reina viuda. Gracias a estas conversaciones Grace se convirtió en un icono de la realeza europea. Grace decidió agradecérselo a Victoria Eugenia convirtiéndola en madrina de bautismo del príncipe Alberto, segundo hijo de los soberanos de Mónaco y heredero al trono del Principado, que había nacido el 14 de marzo de 1958.
Gracias a la reina Victoria Eugenia las relaciones entre la familia real española y la monaguesca se estrecharon. /
Era su manera de rendir públicamente homenajea Victoria Eugenia por su apoyo. El bautizo se celebró el 20 de abril de 1958. Alberto es el único de los tres hermanos Grimaldi que cuenta con un miembro de la realeza entre sus padrinos. A partir de entonces, la reina se convirtió en parte de la familia. Asistía a celebraciones en la intimidad, entre ellas el primer cumpleaños de Alberto.
Victoria Eugenia empezó también a incluir a los príncipes de Mónaco en las celebraciones de la familia real española. Fue el caso, por ejemplo, de la boda de Don Juan Carlos y Doña Sofía, en Atenas, en 1962. Un evento en el que se dieron cita todas las Casas Reales europeas y al que los Príncipes de Mónaco acudieron gracias a la abuela del novio: la madre de la novia, la Reina Federica de Grecia, se había negado desde el principio a esta invitación.
Para ella, una actriz era poco más que una prostituta y estuvo a punto de no enviar la invitación. Pero Victoria Eugenia insistió. Para agradecérselo, Grace y Rainiero organizaron una fiesta para los príncipes recién casados en el Sporting Club de Montecarlo, durante su luna de miel, y les regalaron un velero.
Cuando se celebró la boda de la Infanta Pilar con Luis Gómez-Acebo, los Condes de Barcelona invitaron de nuevo a los príncipes de Mónaco, que asistieron a la cena de gala organizada el día antes de la ceremonia, en la que la Princesa Grace ocupó un lugar de honor en la mesa principal, sentada a la derecha del padre de la novia, don Juan de Borbón.
Grace se convirtió con el tiempo en un gran apoyo para la Reina Victoria Eugenia, en los últimos años de su vida. A principios de 1968, estaba pasando unos días en Montecarlo como invitada de los Príncipes de Mónaco, días antes de celebrarse el bautizo de su bisnieto, Felipe VI.
Fue la propia Grace quien la acompañó a coger el avión que la trasladaría a Madrid, en el aeropuerto de Niza. Era uno de los vuelos más importantes de su vida y Grace estaba presente. La reina volvía a España, por primera vez, desde que la instauración de la Segunda República la obligase a exiliarse en el año 1931. Era un momento de grandes emociones y Grace estaba allí para apoyarla.
Victoria Eugenia falleció en Lausana el 15 de abril de 1969. Tras su muerte, las relaciones de los Grimaldi y los Borbón no volvieron a ser lo mismo, aunque no perdieron la cordialidad, pues Grace visitó en más de una ocasión a la familia real en La Zarzuela.
Los Príncipes de Mónaco sí acudieron a la proclamación del Rey Juan Carlos I en 1975 y, cuando la Princesa Grace falleció en un trágico accidente de coche, los Condes de Barcelona representaron a la Casa Real Española en su funeral.
Cuando ambos fallecieron, los Grimaldi acudieron también a sus funerales. Y cuando fue el Príncipe Rainiero quien falleció, en 2005, don Juan Carlos viajó a Monte-Carlo para despedirle.
Pero las dos familias también compartieron momentos de alegría, como la boda de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar, en 1995, o la de la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, en 1997, a las que asistió Rainiero junto a su hijo Alberto. Cuando se casó el Príncipe Felipe con doña Letizia fue la Princesa Carolina quien representó al Principado.