Victoria Eugenia de Battenberg con riara de diamantesl. /
Era una de las princesas más hermosas de su tiempo. Llegó de Inglaterra para casarse, en 1906, con un joven rey Alfonso XIII, que había quedado profundamente impresionado tras conocerla en una visita al Palacio de Buckingham, en su primer viaje oficial al Reino Unido. Victoria Eugenia de Battenberg era nieta de la Reina Victoria y es el vínculo de la Familia Real Española con la reina Isabel II.
En la corte española, con cierto aire triste y cerrado, trató de instaurar aires nuevos en su forma de vestir y de lucir sus joyas y suavizar el rígido protocolo de los Borbones, unos intentos, a menudo, mal entendidos. Durante muchos años fue considerada «la reina extranjera». Pero ella era la reina de España y, poco a poco, ganó la partida, a pesar de que acabó partiendo al exilio y separándose de su esposo.
Victoria Eugenia Julia Ena (nombre escocés que gustaba a sus padres porque significa Eva y se convirtió en su apelativo familiar) era hija de Enrique de Battenberg y de su esposa, la princesa Beatriz, hija menor de la reina Victoria del Reino Unido. Nació en el castillo de Balmoral, en 1887, y creció en el de Windsor, con la reina Victoria.
Cuando tenía seis años, sufrió una grave conmoción cerebral al caer de su pony, en el Castillo de Osborne, y golpearse la cabeza contra el suelo. Los médicos de la reina Victoria detectaron signos de hipertensión intracraneal y de una probable hemorragia cerebral, pero Ena se sobrepusó sin secuelas. Su infancia transcurrió junto a su abuela, aprendiendo el estricto protocolo victoriano.
Victoria Eugenia no era la princesa elegida, en un principio, para el Rey Alfonso XIII. Le habían propuesto tres candidatas: la Princesa británica Patricia de Connaught; la Duquesa alemana María Antonieta de Mecklenburg-Schwerin, y la Archiduquesa austriaca María Gabriela.
El rey Eduardo VII organizó una recepción, para Alfonso XIII, e invitó a Patricia de Connaught. Fue la propia Patricia la que no quiso ir a más con el joven rey, porque no tenía intención de ser reina. Sin embargo, en esa misma recepción, Alfonso se fijó en otra joven que le deslumbró inmediatamente: Victoria Eugenia de Battenberg, que tenía 18 años y era ahijada de la emperatriz Eugenia de Montijo.
Se decía que era la nieta favorita de la reina Victoria. Rubia, de ojos muy claros y tez pálida, fascinó al joven rey, que le preguntó si coleccionaba postales, algo habitual entre las jóvenes de la aristocracia, a lo que ella respondió que sí. Y al despedirse le inquirió: «¿Me recordará?», y dicen que ella contestó: «La visita de un Rey nunca se olvida». Parece que fue un auténtico flechazo. Alfonso empezó a enviarle postales y cartas y ambos sostuvieron durante meses una nutrida relación epistolar.
Sin embargo, muchos, en la corte española, no la veían adecuada, porque no era católica, porque no era una princesa real y porque parece que tenía ascendencia judía por su abuela paterna, la condesa de Haucke. La tía del rey, la Infanta Eulalia, hizo todo lo que pudo para frustrar el matrimonio, contando chismes en las reuniones a las que la invitaban en Londres.
La reina Victoria Eugenia era una enamorada de las joyas /
La reina María Cristina, madre de Alfonso XIII, tampoco era partidaria de esta unión, especialmente por los antecedentes de hemofilia de la familia. El diario ABC, sin embargo, convocó un concurso entre sus lectores para ver a qué princesa preferían como esposa del Rey Alfonso y ganó Victoria Eugenia por aplastante mayoría.
A pesar de su relación epistolar, la realidad es que Alfonso y Ena apenas se conocían. Es un misterio si el rey Alfonso desconocía que su prometida podía transmitir la hemofilia o si, a pesar de saberlo, lo ignoró. Se llegó a decir que Victoria Eugenia lo ocultó, pero la realidad es que la madre del Rey, María Cristina, sí estaba al corriente, a pesar de que la familia real inglesa lo guardaba en secreto.
La diferencia de credos religiosos fue subsanada con una aparatosa ceremonia celebrada días antes de la boda, en el Palacio de Miramar, en San Sebastián, en la que Ena abjuró de su religión anglicana y se convirtió al catolicismo. La reina Victoria Eugenia siempre recordó aquel momento como uno de los más difíciles de su reinado. Su tío, el rey Eduardo VII de Reino Unido, eliminó el segundo obstáculo al otorgarle el tratamiento de Alteza Real el 3 de abril de 1906.
El rey Alfonso le regaló numerosas piezas de joyería para celebrar su unión, como un collar de chatones de diamantes, que fue agrandando con el tiempo, a juego con unos pendientes y una de las tiaras más valiosas del joyero real, la de Flor de Lis, de brillantes y platino. Muchas de estas joyas forman hoy parte de las joyas «de pasar» que luce doña Letizia.
La boda se celebró el 31 de mayo en la Iglesia de San Jerónimo el Real, en Madrid. El vestido de la novia estaba confeccionado en satén blanco y con encaje traído de Inglaterra, por Julia de Herce, una de las modistas más importantes de la aristocracia. Tenía una cola de cuatro metros y lo habían elaborado 40 oficialas. El velo que usó había pertenecido a su suegra, la reina María Cristina, y tenía bordados flores de lis y el águila imperial, símbolo de la familia imperial austríaca. La novia lo llevó sujeto con la tiara Flor de Lis.
Sin embargo, la jornada nupcial resultó un día aciago: cuando los novios habían abandonado la Iglesia para regresar al Palacio Real, el anarquista Mateo Morral lanzó a la carroza de los recién casados un ramo de flores, cuando atravesaba la Calle Mayor.
Los novios salieron ilesos, pero murieron 23 personas y 104 resultaron heridas. La sangre salpicó el vestido de la novia. Su boda fue la última boda real celebrada con toda la exhibición de riqueza y fasto, antes de la Primera Guerra Mundial. Fue otro recuerdo triste para Victoria Eugenia.
Sin embargo, el banquete que se iba a celebrar por la noche no se canceló y los comensales pudieron disfrutar del primer wedding cake, es decir, pastel de boda, que se sirvió en España. Era una tradición inglesa que aquí no se había visto nunca y levantó tanta expectación que incluso los periódicos le dedicaron crónicas especiales. Desde entonces, no hay boda sin tarta nupcial en España. La pareja pasó su luna de miel en el palacio de La Granja de San Ildefonso, en Segovia. Estaban muy enamorados.
La llegada de la nueva Reina supuso una mayor suavidad de las costumbres de la corte española, acostumbrada a las rigurosas normas que había establecido la r eina madre María Cristina de Habsburgo. Introdujo varios cambios en palacio: por ejemplo, ordenó mejorar la calefacción central e instalar un cinematógrafo para poder proyectar películas por las noches.
Sus gustos personales también hicieron furor entre las nobles: tomaba el té, hacía deporte, era una lectora empedernida y fumaba, algo que en España se consideró un escándalo. Vestía de Worth y le encantaba lucir las joyas de forma muy personal.
La reina Victoria Eugenia fue una de las mejores amigas de Grace Kelly. /
A partir de 1921, los Reyes comenzaron a pasar sus veranos en el palacio de la Magdalena, en Santander, un lugar que a Victoria Eugenia le gustaba especialmente porque le recordaba a Inglaterra. Allí, además, podía practicar muchos deportes: jugaba al golf y al tenis, montaba a caballo y salía a navegar.
Victoria Eugenia fue, según los que la conocieron, una mujer fuerte, generosa y con gran sentido común. Desarrolló una importante labor benéfica: reorganizó la Cruz Roja Española, creó la Escuela de Enfermeras, mejoró la Liga Antituberculosa y la formación de las denominadas Damas Auxiliares de Sanidad Militar, que tuvieron un papel muy activo en la atención a los heridos en la guerra de Marruecos. También colaboró en la oficina de información y ayuda a las poblaciones afectadas por la Primera Guerra Mundial que se organizó en el Palacio de Oriente.
Pero en lo personal, no fue feliz, a pesar de que su boda había sido por amor. Los problemas empezaron con el nacimiento de su primer hijo, Alfonso, un año después de casarse. Nació con hemofilia. Alfonso XIII no pudo reprimir su frustración y culpó a su esposa de su condición. Con el tiempo, adoptó una actitud desdeñosa hacia ella. Había periodos en los que los reyes apenas se dirigían la palabra.
A pesar de todo, tuvieron cinco hijos más, tres niños y dos niñas. Un sexto hijo nació muerto. Gonzalo, el menor, también murió de hemofilia. El matrimonio no pudo superar su desencuentro, porque, además, Alfonso XIII se entregó a decenas de amoríos extramatrimoniales, con aristócratas, actrices, cantantes y damas de la sociedad.
La reina Victoria Eugenia estaba al tanto de todo y aguantó todos los años que duró el reinado de Alfonso XIII con estoicismo, consolándose con sus damas de honor o rezando. Empezó a aislarse. Eso sí, cada infidelidad del rey se compensaba con una joya, por lo que la reina Victoria Eugenia atesoró uno de los «trousseau» más deslumbrante de Europa.
Todo cambió con la llegada de la II República y la salida al exilio, el 15 de abril de 1931. Alfonso XIII fijó primero su residencia en París y, más tarde, en Roma, donde murió en 1941. Victoria Eugenia acabó separándose de él y se instaló en Lausana, Suiza, en el Hotel Royal y luego en un palacete llamado La Vielle Fontaine.
Parece que Ena le espetó a su marido: «No quiero volver a ver tu fea cara». Se reencontraron pocas veces, una de ellas en 1938, con motivo del bautizo en Roma del Rey Juan Carlos. Pero él ni siquiera quiso recibirla en su lecho de muerte, en la suite del Gran Hotel de Roma.
Victoria Eugenia murió en Suiza el 15 de abril de 1969, de una enfermedad hepática. El año anterior había visitado España, por primera vez después de casi cuarenta años de exilio, para amadrinar al rey Felipe VI. Un viaje que la llenó de emoción y recuerdos y que movilizó a centenares de monárquicos que fueron al aeropuerto a recibirla o a saludarla al Palacio de Liria, donde se había alojado junto a su ahijada, la Duquesa de Alba.
Fue enterrada en la capilla del Sacré Coeur de Lausana. El 25 de abril de 1985, la Casa Real trasladó sus restos y los de sus hijos Alfonso, Jaime y Gonzalo, a España. Reposan en el Monasterio de El Escorial. Después de pasar el tiempo establecido en la Cripta real, en octubre de 2011 fue ubicada en el Panteón de los Reyes, compartiendo estancia con su esposo, Alfonso XIII.