ATAQUE CASA REAL El triunfo definitivo de los duques de Sussex: nueva serie en Netflix, Carlos III les invita a la Coronación y Kate Middleton no puede defenderse

El próximo 31 de diciembre los duques de Sussex estrenan Live to Lead en Netflix, una nueva serie que deja claro que han logrado su objetivo: vencer a los Windsor.

Enrique de Sussex y Meghan MArkle el día que anunciaron su compromiso / instagram

Silvia Vivas
Silvia Vivas

No hay tregua. El mismo día que acaba el año los duques de Sussex vuelven a Netflix con su siguiente proyecto: un documental titulado Live to Lead en el que Meghan Marle y Enrique de Sussex hacen de narradores y descubren a grandes personalidades internacionales como Ruth Bader Ginsburg, Gloria Steinem o Jacinda Ardern .

En definitiva, un nuevo proyecto con el que recuperan una vez la narrativa con la que quieren ser recordados: relacionados con personas poderosas y «que han tomado decisiones valientes». Todo lo contrario a lo que tenían cuando formaban parte de la plantilla del palacio de Buckingham y un auténtico triunfo.

Por qué los duques de Sussex han ganado (y la familia real perdido)

Lo que parecen de momento no entender en Buckingham ni en los tabloides británicos es que los duques de Sussex ya han ganado. Si no tenían un plan cuando abandonaron Londres, desde luego, ya lo tienen. Y si en algún momento desearon regresar al redil de los Windsor ese tiempo pasó y tienen muy asumido que han quemado sus puentes. Una ruptura que desde Londres parecen no asumir aún.

A un océano de distancia de la villa de Montecito donde los duques de Sussex crían gallinas y pasean descalzos con sus hijos se encuentra una familia real en perpetuo estado de estupefacción que reacciona tarde a cada problema que le plantean los Sussex y contienen la respiración cada vez que mueven ficha.

Un buen ejemplo es lo que pasó con la anterior incursión de los Sussex en Netflix. Mientras el mundo veía en seis episodios cómo la narración de «Harry y Meghan» se articulaba en torno al racismo que atraviesa de forma inconsciente la sociedad británica y también afecta a su familia real, los Windsor tenían que expulsar a una de las personas de confianza de la reina Isabel II por hacer comentarios racistas.

Pero no fue hasta el pasado viernes, día 16 de diciembre, que la casa real de Carlos III no publicó la reunión para pedir disculpas que había mantenido Lady Susan Hussey , con Ngozi Fulani, la directora de ONG agraviada por la ex dama de compañía de Isabel II. La ofensa se había producido hacía ya más de un mes. Las cosas de palacio van realmente muy despacio, pero en Los Ángeles se vive a otro ritmo.

Los Duques de Sussex. / instagram

En un nuevo giro del guión los Sussex vieron la noticia de las disculpas reales y solicitaron que si Buckingham estaba dispuesto a repartir disculpas públicas o privadas por racismo aún esperaban las suyas. Y de nuevo el nuevo rey británico y toda su corte se han quedado en shock. Los Sussex atacan y ganan de nuevo.

Carlos III y Kate Middleton, los grandes perjudicados por la estrategia de los Sussex

Las formas que deben mantener de cara a la galería han atrapado a los Windsor en activo en un agujero que han cavado ellos mismos durante casi cien años: el ancestral método de rabiar de puertas adentro pero sonreír de puertas hacia afuera.

Los Sussex, en cambio, son libres de hacer y decir lo que les dé la gana y estirar el chicle de la ofensa hasta el infinito. Mientras sus parientes royal no pueden contar nada ni reaccionar ante nada, los Sussex ganan relevancia y dinero cada vez que hablan o polemizan.

El rey Carlos III, un hombre capaz de perder los papeles ante una pluma y un tintero, está completamente silencioso en lo que a su hijo se refiere. Parece obligado por este código palaciego a no aparecer ante su pueblo como un monarca rencoroso contra su propio hijo pequeño, para siempre ubicado en el inconsciente colectivo como el pequeño niño pelirrojo al que obligó a desfilar tras el féretro de su madre muerta.

Meghan Markle, duquesa de Sussex. / INSTAGRAM

Cuidar su imagen pública puede ser el motivo por el que no quita a los rebeldes Sussex su ducado a pesar de que cuenta con el beneplácito del Parlamento y el Primer Ministro. O quizá no desee recordar a su pueblo que su propio hermano Andrés sigue siendo duque de York a pesar de haber cometido pecados más graves que mudarse a Canadá y Estados Unidos.

Por esa buena imagen Carlos III incluso se tiene que tragar el sapo de invitar a Meghan Markle y Enrique de Sussex a su coronación el próximo 6 de mayo de 2023. A pesar de Netflix, de los podcast y todo lo que aparezca escrito en el próximo libro de memorias de Enrique.

Aunque por debajo el monarca «trama» una venganza de movimientos tan sutiles como poco efectivos, como su estrategia de eliminar a su hijo menor del consejo de leales que le pueden sustituir cuando se encuentra fuera del país.

Porque tras las decisiones y chantajes de brocha gorda anteriores, como la decisión de retirar el equipo de seguridad a Sussex, ¿acaso Enrique podía tener algún interés en estar en ese consejo? Una vez cortados los lazos económicos con su familia, ¿está el hijo menor de Diana de Gales interesado en los deberes y presiones que viven los Windsor oficiales en Londres?

Vídeo. Enrique de Sussex, el verdadero heredero de Diana de Gales

Aún más, ¿qué interés puede tener ahora mismo Meghan Markle, que sigue siendo duquesa, esposa de príncipe, amiga de Oprah en volver a vestir de camel y blanco dos pasos por detrás de Kate Middleton?

La actual princesa de Gales, Kate Middleton, es quizá quien más ha perdido con el órdago y la victoria de los Sussex: le demuestran día a día que otra vida era posible. Aunque ahora su imagen está reforzada por la comparación constante con la «malvada» Meghan Markle que hacen los medios, seguramente la futura reina inglesa no olvida los años en los que esos mismos titulares y tabloides sensacionalistas la crucificaban a ella.

Durante años Kate Middleton era demasiado delgada, demasiado plebeya, demasiado aburrida, soportó los insultos a su madre y su hermana, que la bautizaran con apodos insultantes e incluso que la acusaran de floja por retirarse de la primera línea de estrechar manos cuando caía enferma durante sus embarazos.

Kate Middleton tuvo que aguantar las diatribas de los Sussex de los últimos tres episodios de «Harry y Meghan» contra ella y su esposo asistiendo a un concierto de villancicos. Pero quizá tras la sonrisa no pueda evitar pensar si los siguientes sesenta años que le quedan por sonreír ante las cámaras merecen la pena si se comparan con una vida de estrella de cine en Montecito.

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