Si Elsa Schiaparelli hubiera imaginado, cuando cerró su firma aquel 3 de diciembre de 1954, que siete décadas más tarde seguiríamos venerando su apellido, tal vez no le hubiera quedado tan mal sabor de boca. Aunque el interés por la maison llevaba creciendo desde su relanzamiento en 2012, el éxito actual de Schiaparelli se debe al virtuoso Daniel Roseberry , que tomó las riendas de su dirección creativa en 2019 y no ha dejado de sorprender con sus reinterpretaciones de los diseños originales de la fundadora.
La clave de su éxito se debe, entre otras causas, a que ha devuelto a la alta costura la espectacularidad que siempre ha merecido, pero que estaba de capa caída desde aquellos años de esplendor que vivió a finales de los 90 y principios de los 2000.
juana martín
«La alta costura, dentro de la atemporalidad que la define, siempre ha tenido grandes diseñadores que han revitalizado el concepto. Como en su momento John Galiano o Alexander McQueen, hoy Schiaparelli está amplificando el término y llegando a un nuevo público. Una nueva forma de soñar para los amantes de la moda», reflexiona el diseñador español Hannibal Laguna sobre el fenómeno.
Su enseña lleva la alta costura como ADN desde hace más de 35 años: sus icónicos corpiños vieron la luz en los 80 y, desde entonces, los «vestidos joya bordados y modelados sobre maniquí» han sido constantes en sus colecciones. Para su firma, este también es un gran momento, pues goza de una «visibilidad sin precedentes», porque «la sociedad comienza a entender el valor de la artesanía».
El término alta costura –en francés haute couture– fue reconocido de forma legal en 1945. La Federación de la Alta Costura y de la Moda de París (FHCM), su órgano regulador, impone una serie de requisitos para entrar en este selecto club, como tener un taller en la capital gala con más de 20 artesanos; confeccionar a mano, por encargo, y a medida, colecciones de al menos 50 diseños; o hacer más de una prueba de vestuario a las clientas.
« Tradición, excelencia y saber hacer», son algunos de los términos que se repiten en su página web. Solo 16 firmas son miembros permanentes: Adeline André, Alexandre Vauthier, Alexis Mabille, Bouchrá Jarrar, Chanel, Christian Dior, Franck Sorbier, Giambattista Valli, Givenchy, Jean Paul Gaultier, Julien Fournié, Maison Margiela, Maison Rabih Kayrouz, Maurizio Galante, Stéphane Rolland y Schiaparelli. La última entró en 2017, con aprobación previa de la FHCM y el Ministerio de Industria de Francia, que también interviene en su regulación.
juana martín
De todas las casas de moda española que hacen costura, Juana Martín es la única que ha conseguido meterse en el circuito de la FHCM. En julio lo hizo como invitada, pero si consigue que la federación le conceda ese honor durante tres temporadas consecutivas más, pasará a formar parte de los miembros permanentes.
«No hay ningún truco, y si fuera alguno sería llorar, sufrir y trabajar –confiesa sobre su camino hacia París–. Es un orgullo inmenso, no solo como profesional, si no como mujer, madre y gitana. Pensar que he podido llevar mis raíces y mi tierra, Andalucía, a la élite de la moda internacional me llena de satisfacción».
Más que la influencia de las grandes firmas o la salida de la pandemia por la puerta grande –que ha dejado en el público un deseo irreflenable de disfrutar de la belleza de las cosas–, el motivo por el que ha resurgido la alta costura puede ser «la digitalización de nuestro día a día, que incentiva una continua guerra para llamar la atención. Los diseñadores saben que, cuanto más espectaculares sean sus colecciones, más virales se harán», asevera Martín.
Tal vez en eso piensa Pierpaolo Piccioli con cada colección que presenta de costura. La firma en la que es director creativo, Valentino, no forma parte de los miembros oficiales, pero si de los corresponsales que reconoce la FHCM. Desde 2016, Piccioli se supera en cada colección y siempre presenta lejos de París.
Con la última, celebrada en julio, convirtió la plaza de España de Roma en una pasarela cuyo front row estaba ocupado por celebridades vestidas de rosa –con prendas de la colección prêt-à-porter de la firma para este otoño– y las escaleras del monumento inundadas de maniquíes con modelos cargados de plumas, pedrería y muchas ganas de soñar. Su repercusión es un ejemplo para el resto de firmas que se desligan del calendario oficial de París.
Su éxito fuera del circuito es replicado por diseñadores españoles como Jorge Vázquez o Isabel Sanchís. Mientras que el primero ofrece un trato personalizado y de calidad en el sector novias, la segunda siempre intenta tener presencia en las semanas de la moda de París, para mostrar sus colecciones de costura al mundo mientras se celebran el resto de desfiles internacionales.
Si tradicionalmente las colecciones de alta costura estaban pensadas para la mujer madura y con sobradas posibilidades económicas –los precios de cada diseño oscilan entre 12.000 y 30.000 €–, las reglas del juego han cambiado y las celebrities de todas las edades comparten con el mundo la belleza de estos diseños.
La repercusión que consiguen las estrellas que los lucen en la alfombra roja genera un efecto en cadena en las colecciones de prêt-à-porter –que se extiende al fast fashion–, en forma de volúmenes marcados, detalles especiales o pedrería en prendas cotidianas. Los diseños más especiales pueden alcanzar los 100.000 €, según el número de horas y manos que se hayan empleado en su confección. Si alguna vez peligró, es una prueba más de que el reinado de la alta costura sigue vigente.
Conseguir que una celebridad de la talla de Zendaya, Cate Blanchett o Florence Pugh luzca un vestido de alta costura en una alfombra roja es una de las mejores estrategias de marketing para las firmas de lujo. Festivales como Cannes y Venecia, premios como los Óscar o los Globos de Oro y, sobre todo, la gala del MET se postulan como las mejores pasarelas en las que generar interés por la alta costura.
20 de enero-18 de febrero
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