El estilo de Carlota de Mónaco: cómo hacer de la chaqueta de tweed el básico imprescindible (e infalible)

De casta le viene al galgo. ¡Y qué casta! Hablar de Carlota de Mónaco es hablar de una valiosa herencia de elegancia y glamour que no solo se remonta a su madre, la princesa Carolina de Mónaco . También a su abuela, la inolvidable Grace Kelly.

A sus 36 años, Carlota Casiraghi ha logrado heredar también la infalible alianza de su madre con Chanel , representando mejor que nadie la versión más joven del chic de la firma. Su madre, también musa de la maison, se mantiene como la mujer más elegante del mundo.

Y si algo hay que reconocerle, y agradecerle, a Carlota de Mónaco, es haber hecho de la mítica chaqueta de tweed de Chanel una prenda intergeneracional y totalmente transversal. Atrás quedó el identificar esta prenda con los looks clásicos o de señora mayor. Ahora es una chaqueta absolutamente necesaria, moderna y cool. Pero siempre elegante.

Cada vez que la hija de Carolina de Mónaco y Stefano Casiraghi , fallecido en 1990, aparece en público con uno de sus looks con chaqueta de tweed –siempre de Chanel–, nace una nueva necesidad. Pero absoluta e imperiosa. Resulta sorprendente observar la naturalidad con la que la princesa y experta en literatura y filosofía se desenvuelve rodeada de glamour. La luce en múltiples versiones, especialmente con jeans y pantalones, y siempre nos encanta. Y lo bueno es que estas chaquetas se han convertido ya, por obra y gracia de Carlota de Mónaco, en una prenda fija en las colecciones de casi todas las marcas de moda.

Y si una royal como Carlota, acostumbrada desde pequeña a vivir entre el glamour y la elegancia, ha democratizado esta prenda antes inaccesible, son pocas las marcas de moda que se han atrevido a dejarla fuera de sus colecciones. No existe, que sepamos, una firma que no incluya una chaqueta «tipo tweed» entre sus propuestas. Y aprovechamos para aclarar aunque no sean de tweed real, un tipo de lana que procede de escocia y que Gabrielle Chanel empleó por primera vez en los años 30 en la confección de prendas de ropa femenina –sus míticos y aún hoy fabulosos trajes de falda y chaqueta–, sus diseños similares mantienen toda la esencia chic de su origen real.

Por eso es maravilloso para cualquier amante de la moda comprobar que hacerse con una, o dos o tres chaquetas de este tipo no requerirá en ningún caso gran desembolso de dinero. Y siempre, siempre, será una inteligente inversión. Como hemos aprendido con Carlota de Mónaco, las chaquetas de tweed son esa pieza necesaria para convertir un simple y básico pantalón vaquero o negro en un look exquisito, chic y cómodo. Otro dato: para ser consideradas «tipo tweed» o «tipo Chanel», deben incluir bolsillos de tapeta y botones metalizados. Y se prestan a llevar debajo una sencilla camiseta o, directamente, nada. Más cómodas, imposibles.

El dominio que tiene Carlota de Mónaco para ser pura elegancia y sofisticación con un simple pantalón y una chaqueta de tweed es más que evidente. Y muy envidiable. Y si bien es cierto que ella es fantástica también eligiendo los accesorios perfectos, como los zapatos tipo Mary Jane y los mini bolsos, todo de Chanel, también evidencia cuál es su sencilla fórmula del éxito: darle todo el protagonismo a esta prenda.

Un combo, el de chaqueta de tweed y pantalón, que curiosamente está utilizando mucho la reina Letizia en estos últimos días. Debido a sus dolencias varias en los pies, incluida una reciente rotura en un dedo de su extremidad derecha, la monarca, que no ha suprimido su actividad institucional, tiene que llevar durante un tiempo calzado cómodo. En su caso, zapatillas blancas.

Y qué mejor que combinarlas con un pantalón básico –ella adora los de color blanco– y una bonita chaqueta de tweed larga para conseguir el look perfecto: elegante, cómodo y a la altura de una reina.

Pero insistimos: Carlota de Mónaco es única, y su estilo fabuloso, chic y siempre e inspirador siempre será un ejemplo. Y con sus chaquetas de tweed nos ha creado una necesidad de la que difícilmente podremos escapar. Pero, ¿acaso queremos?