Daniel Sancho, en una imagen de su perfil de Instagram. /
La tranquilidad informativa propia del verano saltó por los aires el 5 de agosto, cuando se conoció la detención del hijo de Rodolfo Sancho en Tailandia. Daniel Sancho , de 29 años, estaba acusado de asesinar y desmembrar a Edwin Arrieta Arteaga. Un crimen que tiene un escalofriante parecido con el caso que conmocionó Italia en marzo de 2016 y que fue convertido en una novela, La ciudad de los vivos (Random House), por el escritor Nicola Lagioia.
Daniel Sancho ha contado varias versiones de los sucedido en los interrogatorios de la policía tailandesa, pero el crimen del que ha confesado ser autor tiene elementos en común con el asesinato de Luca Varani. Un chico de 23 años que fue víctima de los excesos de dos jóvenes romanos de buena familia, Marco Pratto y Manuel Foffo.
Al contrario que el crimen cometido por Sancho, del que existen imágenes comprando el material con el que acabaría con la vida de Arrieta, el asesinato de Varani no fue premeditado. O, al menos, no tanto como se deduce de la cronología de Sancho en Tailandia. Pero ambas historias tienen puntos en común, desde la justificación de los responsables a la crueldad que sufrieron las víctimas.
El 6 de marzo de 2016 Roma amaneció con una noticia escalofriante. Dos jóvenes de buena familia, Marco Pratto y Manuel Foffo, habían asesinado a Luca Varani a sangre fría y con ensañamiento. Dos cuchillos y un martillo fueron las armas con las que, durante dos horas, torturaron a Varani, al que también trataron de estrangular, hasta que murió desangrado.
Esa noche ambos durmieron en la misma habitación en la que se encontraba el cadáver. Horas después del macabro suceso Pratto intentó suicidarse en un hotel mientras, con el cuerpo de Varani todavía en la casa en la que vivía, Foffo confesaba lo que habían hecho a su padre, que fue quien contactó con la policía para denunciar lo sucedido.
Ambos habían pasado cuatro días consumiendo cocaína, llegaron a gastarse más de 1.500 euros, y antes de acabar con la vida de Varani, habían recorrido las calles de Roma en busca de una víctima porque, según confesó Foffo, sentían «el deseo de hacer daño a una persona cualquiera». Como no la encontraron, o no se decidieron por ninguna, Pratto escribió varios mensajes a Varani, al que le ofreció dinero y drogas por participar en una orgía.
Marco y Manuel se habían conocido la Nochevieja anterior y a pesar de que el segundo decía ser heterosexual, mantuvo relaciones con el primero, que grabó su encuentro. Este hecho fue el que, según declaró después Foffo, le hizo sentirse a merced de la voluntad de su nuevo amigo. Sin embargo ambos siguieron viéndose y manteniendo relaciones sexuales, especialmente en esos cuatro días de desenfreno que desembocaron en la muerte de Varani.
En uno de los encuentros que Manuel mantuvo en la cárcel con su padre y su hermano, y que Lagioia recogió en su libro, Manuel se excusó por lo sucedido diciendo que Marco le «chantajeaba, fue él quien hizo que me saliera toda la rabia reprimida». «Le vi una mirada criminal (...) Me sometió a presión psicológica«. Según su versión fue Marco quien lo confundió, lo chantajeó, lo empujó a salir de casa aquella noche, era culpa de él que hubiese llegado a matar.
Las versiones de ambos a lo largo del caso variaron y mientras que al principio ambos se culparon de lo sucedido, el uno al otro, posteriormente Manuel, al ser preguntado sobre si Marco le incitaba a ejercer violencia sobre la víctima, respondió que no se trataba de si «ahora Marco es el malo y yo, en cambio, soy el bueno. Yo soy responsable».
Marco, sin embargo, nunca llegó a admitir su participación material en el crimen, se excusaba diciendo que estaba «prendado de Manuel» y que había sido la locura amorosa lo que le había hecho cometer el error de secundar sus actos.
A pesar de que Daniel Sancho actuó solo en el macabro crimen que acabó con la vida del cirujano colombiano, en sus primeras declaraciones el madrileño declaró, como hizo Foffo, que Arrieta le había chantajeado con hacer públicas sus fotos íntimas, tal y como ha publicado el Bangkok Post y han recogido numerosos medios españoles.
En su confesión, el cocinero también reconoció sentirse «rehén. Era una jaula de cristal. Me hizo destruir la relación con mi novia y me obligó a hacer cosas que nunca hubiera hecho». A diferencia del caso italiano, en el que la dependencia emocional de Foffo era del cómplice de su terrible asesinato, Sancho señaló a su víctima como responsable de su calvario. Ambos coinciden es en justificar sus acciones por la presión que otro, supuestamente, ejercía sobre ellos.
Las razones de ambos crímenes son diferentes, mientras que los italianos simplemente querían experimentar qué se siente cuando se mata, Sancho se sintió acorralado, aunque no está claro el por qué, dadas sus diferentes versiones. Del chantaje a la amenaza de que «ya sabía lo que era Colombia», según declaró el lunes, pasando por la supuesta inversión que Arrieta iba a realizar en su negocio, y pendía de un hilo porque quería romper la relación.
Daniel Sancho en una imagen de sus redes sociales. /
Lo que sí que es similar es la frialdad con la que se terminó con una vida, la falta de valores y de autocontrol, la incapacidad para resolver un conflicto civilizadamente. En el caso italiano, surgido a través de diversas frustraciones, en el del español porque no controlaba el futuro que había planificado, personal o profesionalmente. Lagiogia dedica parte de su libro, reconocido en Italia con varios premios, a profundizar en ese aspecto, trazando minuciosos perfiles de Foffo y Pratto.
El entorno de Sancho ya ha declarado que las declaraciones de Daniel se están realizando «bajo una situación de presión». A falta de un juicio y de una confesión definitiva, lo que parece claro, teniendo en cuenta que él mismo ha reconocido que asesinó a Edwin Arrieta, es que la realidad ha superado una vez más a la ficción. Y quién sabe si la inspirará en un futuro temprano, ahora que el true crime está más presente que nunca en las plataformas de streaming.