fútbol femenino Merel Van Dongen y Ana Romero hablan de amor, fútbol, machismo y homofobia: «Las futbolistas hemos tenido la valentía de decir que amamos a otra mujer»

Futbolistas, compañeras de equipo e internacionales con Países Bajos y España, su historia de amor supera los límites de un deporte que hace tiempo que dejó de ser cosa de hombres.

Merel y Ana llevan tops de biquinis de Etam. / Foto: Jonathan SEGADE / Estilismo: Gervasio PÉREZ

Manu Piñon
Manu Piñon

«En julio de 2016, mi entrenador en el Ajax me dijo que venía al equipo una jugadora española, que tenía bastante experiencia y mucho talento. Lo que no sabía es que, además de compañera de vestuario, iba a ser la mujer de mi vida», relata Merel Van Dongen (Amsterdam, 1993), en un perfecto castellano con acento andaluz. «Comunicarnos era bastante complicado y esa primera semana apenas hablamos», recuerda a su lado Ana Romero (Sevilla, 1987), mientras vigila a la inquieta perrita de la pareja, Bambú. Sin embargo, el siguiente fin de semana eran las fiestas del Orgullo en Ámsterdam y, en medio de las celebraciones, en plena pretemporada, las dos futbolistas iniciaron su relación.

«Yo no quería estar con una chica de mi equipo y me resistí, pero a la mañana siguiente ya estaba escribiéndole de nuevo», explica la holandesa. «Cuando vimos que la cosa iba en serio, lo hablamos con el entrenador y la directiva; no podíamos evitar enamorarnos, pero sí que influyera en el equipo», continúa la española. Había algo a su favor: Merel es defensa y Ana jugaba en el ataque. «No competir por la misma posición en el campo hace todo mucho más fácil», coincide en señalar la pareja. «Aunque la que tenía calidad era yo», quiere dejar claro Ana.

Merel es ahora titular en el Atlético de Madrid y fija en la convocatoria de la selección de Países Bajos. Previsiblemente, estará en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda del verano. Ana Romero, más conocida como Willy, que pasó también por los equipos del Hispalis, Espanyol, F.C. Barcelona y Valencia, fue internacional con España y se retiró en el Betis cuando la pandemia interrumpió la Liga 2019-2020, pasando a ser secretaria técnica del club sevillano. En paralelo, completó la carrera de Medicina, realizó el MIR y ahora es cirujana en un hospital madrileño. Además, cuando no está en el quirófano, también trabaja en una agencia de representación de futbolistas, BePlayer.

Merel lleva vestido de tirantes, de Stella McCartney; y Ana, abrigo de Mirto. / Foto: Jonathan SEGADE / Estilismo: Gervasio PÉREZ

Además del tiempo que estuvieron juntas en el Ajax, compartieron dos temporadas en el Betis. De ahí el acento sevillano de Merel, que, para tristeza de Ana, está perdiendo desde que viven en Madrid. Los últimos meses han sido ajetreados. Se han comprado casa en la capital y están con los preparativos de su boda, el próximo 10 de junio. «Estamos haciendo la lista de invitados y llevamos 250, que en Holanda es una locura de gente», cuenta Merel. «Y para los de Sevilla, una boda normalita», remata Ana entre risas.

La homosexualidad, todavía un tabú en el fútbol

A pesar de lo que tiene de especial su historia de amor, no es un caso extraordinario en el fútbol femenino, a diferencia de lo que pasa en el masculino, donde la homosexualidad sigue siendo un tabú: no hay todavía un futbolista profesional en España que haya salido del armario. Hacer pública una relación entre compañeros de equipo es sencillamente implanteable. «Creo que las mujeres en el fútbol hemos tenido la valentía o la libertad de decir que nos hemos enamorado de una mujer. Ya de entrada, convivimos con el prejuicio de que todas las que nos dedicamos a este deporte somos lesbianas», reflexiona Ana.

«El problema al que se enfrentan ellos es la presión social, porque en todos los ámbitos hay hombres gay. Sin embargo, en el fútbol resulta que no existen, que en Primera División no hay gays», continúa la sevillana. Merel, que se considera una optimista, cree que es cuestión de tiempo que eso cambie y ve ese día más cerca. «Dentro de no mucho, nos extrañará que esto fuera un problema», asegura. «Sí, pero para eso hace falta que un futbolista importante, influyente, dé el paso y se presente ante el mundo. Ya hay vestuarios profesionales con hombres gay. Hemos jugado en equipos con secciones masculinas y de eso se hablaba. Se sabía que tal o cual que venía del juvenil era gay, pero existe una cultura súper hermética y no salía de ahí», recalca Ana.

Cae la noche a través de los ventanales de la suite del céntrico hotel madrileño donde ha tenido lugar la sesión de fotos, pero la conversación se anima. Merel enumera una larga lista de motivos por los que celebrar el mundial de fútbol en Qatar fue una mala idea, que Ana resume con una frase: «Todos los valores y principios en los que creemos se han sacrificado, porque lo único que ha importado es el dinero». Se plantean qué habría pasado si el torneo femenino también se hubiera celebrado allí. «¿Me habrían metido en la cárcel por ir a la grada a besar a mi pareja después de un partido?», se pregunta la internacional neerlandesa. «Desde el momento en el que se anunció que sancionarían a los capitanes que llevasen el brazalete con la bandera arcoiris, la Federación Española tenía que haber dicho que no íbamos», opina Ana, que disputó 13 partidos con la Roja.

Camisa de Nina Ricci y vestido de tirantes en malla metálica, de Prada. Foto: Jonathan SEGADE / Estilismo: Gervasio PÉREZ

Resulta inevitable comentar también la crisis en el seno de la Selección Española, la renuncia de 15 jugadoras a ser convocadas mientras permanezca como seleccionador nacional Jorge Vilda (en el cargo desde 2015) y el apoyo de Alexia Putellas, la mejor futbolista del mundo estos dos últimos años, a sus compañeras. «Vilda fue mi entrenador y nadie dice que sea mal profesional –argumenta Ana–, pero es difícil explicar que tienes a la ganadora del Balón de Oro, la mejor generación del fútbol español y la plantilla del F.C. Barcelona que triunfa en Europa, y no obtienes resultados torneo tras torneo. A los seleccionadores del equipo masculino no se les renueva por no pasar de octavos en un Mundial, mientras que en el caso del equipo femenino parece que este entrenador tiene crédito ilimitado».

«El problema que tienen en la Federación es que no son conscientes de lo buenas que son sus jugadoras –opina Merel–. Parece que se conforman con llegar a cuartos de final en un torneo. Desde fuera, todos sabemos que es un equipo que debería aspirar a ser siempre campeón. Creo que es también un ejemplo claro de machismo».

Machismo, paternalismo y homofobia

El tratamiento que los medios de comunicación dieron a esta crisis le sirve a Ana para identificar algo semejante. «A las jugadoras se las ha tachado de niñatas caprichosas en la misma prensa deportiva que aceptaba que los capitanes del Real Madrid, por ejemplo, pidiesen la destitución de José Mourinho cuando les entrenaba. Es algo que pasa continuamente en los equipos, casi ningún entrenador cumple su contrato, y los vestuarios muchas veces provocan estos cambios».

Ese paternalismo con el que a menudo se toman las decisiones en el fútbol femenino es, a juicio de la pareja, una de las manifestaciones más claras del ninguneo que afecta a su deporte. Hay muchos ejemplos, pero dos lo visibilizan desde los extremos. Por un lado, el anuncio de que los partidos de la Primera División Femenina serían arbitrados solo por colegiadas. «Hay que dar las facilidades para que las árbitras se formen y lleguen al máximo nivel, que estén presentes en las grandes competiciones. Lo que no puede hacerse es, para que parezca que luchas por la igualdad, ascender a colegiadas que aún no están formadas y cometen muchos fallos. No es justo ni para ellas ni para una liga que aspira a ser importante».

Si en ese caso es por exceso, en el de las entrenadoras es por defecto. De los 15 equipos que componen la Liga Finetwork, solo un tercio están dirigidos por mujeres. «Hay una razón económica: formarte y sacar el título de entrenadora cuesta dinero y la mayoría de las que lo hacen son exfutbolistas que, al terminar su carrera, tienen que buscar un trabajo, porque no tienen un par de millones en el banco», explica Merel.

«La cuestión es que las que lo están logrando, seguramente porque han hecho más sacrificios, están obteniendo grandes éxitos –continúa Ana–. Da la sensación de que muchos hombres llegan al fútbol femenino porque no les ha ido bien en el masculino, como si esto fuera más fácil. Afortunadamente, eso está cambiando, ya no hay sitio para entrenadores que no sean de primer nivel. Es cuestión de tiempo que haya más mujeres en los banquillos». ¿Y cuánto tiene que pasar para que alguna dirija un equipo masculino? «En otras ligas europeas quizá no tanto, pero en España tardará aún algún tiempo», predice Merel. «No creo que suceda en 10 años», apunta Ana.

Merel Van Dongen lleva blusa de encaje, de Isabel Marant; y Ana Romero, top de cachermir que forma parte de un jersey, de Prada. Foto: Jonathan SEGADE / Estilismo: Gervasio PÉREZ

Hablando de futuro, y valorando las dos visiones que tienen del fútbol, Merel en activo y Ana ya retirada, ¿qué espera a una jugadora profesional tras colgar las botas? Al margen de señales que pueden parecer anecdóticas –Panini ha anunciado que también editará un álbum de cromos de la Liga Finetwork y ya hay una generación de gamers que solo conocen el FIFA con equipos femeninos–, su deporte ha experimentado una mejora que se refleja en las condiciones laborales.

«Sigue siendo necesario tener un plan B –asegura Merel–. De hecho, no quiero avanzar en la misma dirección que los hombres en ese aspecto, que alguna de nosotras llegue a ganar 500 millones en dos años. Lo hermoso de nuestro deporte es que sabemos lo que es ganar cinco euros por trabajar una hora, que conocemos el mundo normal, que continuamos estudiando... No nos creemos estrellas mundiales».

A Bambú ya no le queda ni un rincón por olfatear y reclama la atención de sus dueñas. Juntas, las tres, sentadas en la cama, se escapa la última reflexión. «Cuando yo tenía 12 o 13 años y jugaba con otros niños, tuve que escuchar insultos de los padres de los rivales; ojo, nunca de los niños», recuerda Ana. «Sí, a mí también me decían de pequeña que, igual que los chicos no hacían ballet, las chicas no jugaban al fútbol», comparte Merel. «Sin embargo, a nadie le extraña ya ver a una niña con un balón. ¿Y sabes qué es aún mejor?», pregunta Ana. «Que si un niño es del Barça sabe quién es Pedri, pero también Alexia».

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