actualidad Léa Seydoux, elegante, sexy y cansada de las críticas: «En casi todas las actrices de Hollywood veo algo falso, poco natural»

La actriz francesa Léa Seydoux no rehuye ser la imagen del chic y el glamour. Tampoco renuncia a su capital erótico. Pero está cansada de las críticas y reivindica su necesidad de ser una mujer corriente en su papel más maduro.

Léa Seydoux, en la alfombra roja. / gtres

irene crespo

En el verano de 2021, Léa Seydoux (París, 1985) estaba rodando en la capital francesa a las órdenes de Mia Hansen-Løve la película 'Una bonita mañana', un drama naturalista, tranquilo, en el que interpreta a una madre viuda que se ocupa de su padre enfermo (estreno, 31 de marzo). En el descanso de ese rodaje, que retomaría al empezar el otoño, Seydoux se marchó a Grecia para filmar junto a David Cronenberg, 'Crímenes del futuro', una distopía futurista y oscura en la que encarna a una artista que trabaja operando y extirpando órganos (de Viggo Mortensen) en directo.

En esas dos películas, tan radicalmente opuestas entre sí, se concentra y entiende la versatilidad de esta actriz cuya palabra favorita es adaptación. «Sé que suena a locura pasar de una a otra, pero esa es justo la razón por la que me gusta tanto mi trabajo», explica en un inglés parsimonioso, casi susurrado, en el que su patológica timidez se hace todavía más evidente. «Tienes que adaptarte todo el tiempo a lo que te piden. Y creo que es una de mis virtudes, algo que aprendí desde muy pequeña, porque tuve la suerte de poder viajar».

Su peculiar infancia y juventud han definido la mujer que es hoy. Insiste siempre en que ser actriz es «jugar con la niña que aún llevas dentro». Y esa niña era muy tímida, triste, solitaria. La melancolía que la sobrevuela y se adueña de su mirada profunda, la razón por la que Mia Hansen-Løve la escogió, empezó entonces con la separación de sus padres: una madre acomodada pero antisistema que vivía en Senegal y un padre, gran empresario, que no estuvo muy presente. En esa dualidad, entre el privilegio burgués y la falta de calor familiar creció. Abandonó el instituto pronto y tardó en encontrar en la interpretación su «forma de expresión». Cuando la consiguió, el cine vio en ella un icono.

En Francia, su clase social y su familia paterna, con poder en el cine, se usan a menudo como arma arrojadiza contra ella. Entre los corrillos de la prensa internacional, ese inglés que no acaba de dominar, que la obliga a parar y pensar sus respuestas, se critica con impaciencia. En su primera década en el foco, Léa Seydoux no ha sido tratada con imparcialidad. Desde un juicio cinematográfico, la han observado al detalle, dispuestos a encontrar sus errores.

Parecía que su misterio, belleza y talento, en vez de grandes virtudes, eran molestos vicios. La criticaron cuando se quejó por «la manipulación» que el director de 'La vida de Adèle' ejerció sobre ella y su compañera, Adèle Exarchopoulos; también por denunciar el acoso que sufrió de Harvey Weinstein. La critican por su fama internacional y por su fuerte presencia en Francia. Por ser sexy y por no serlo a veces.

La actriz francesa Léa Seydoux, en la Semana de la Moda de París. Foto: Gtres

Pero a ella, más estrella mundial que nacional, le importa cada vez menos. Hace lo que quiere y se nota en la elección de proyectos. Ante la prensa está más relajada, se ríe y se enfada cuando es necesario. El papel de Sandra en 'Una bonita mañana' también puede ser tan fundamental en su carrera como el de mujer Bond. Por primera vez es una mujer real. «Los directores la han visto como una fantasía sofisticada. Yo quería justo lo contrario y sabía que Léa podía serlo», explicó Mia Hansen-Løve.

MUJERHOY. En 'Una bonita mañana', interpreta por primera vez a una mujer corriente, alguien a quien todos podríamos conocer.

LÉA SEYDOUX. Sé que la gente tiene de mí esa imagen del glamour y el chic francés, pero en mi vida soy bastante normal. Y creo que esa actitud es la razón por la que la película emociona tanto, porque todo el mundo se puede sentir identificado o conoce a alguien así, que ha pasado por lo mismo. Ella va por la vida movida por emociones simples, las del día a día, situaciones que todos conocemos: tener un padre enfermo, ser madre y amante. Son temas sencillos: amor, muerte, enfermedad, maternidad...

Las mejores películas son las que abordan esas cuestiones. Mira, 'La vida de Adèle' era solo una historia de amor y pasión, por eso gustó tanto. Creo que la vida es banal, la muerte incluso es banal, el amor lo es. En la banalidad de lo ordinario encuentras lo extraordinario. Y también las experiencias más intensas.

Mia Hansen-Løve asegura que la escogió, sin conocerla personalmente, porque transmite melancolía. ¿Se ve usted así también?

Sí, soy muy melancólica. Es algo que llevo conmigo, creo que siempre he sido así, desde que era muy pequeña. Pero es un sentimiento que puede ser muy bonito. No creo que sea una enfermedad, aunque sé que hay gente que lo ve así. Soy muy nostálgica también.

Su personaje es una mujer estoica, tranquila. ¿Se parece también en eso?

No, no soy muy calmada. [Risas] Creo que lo que intento, en las películas y en mi vida en general, es dar dimensión a las cosas, mantener cierta profundidad, que las cosas tengan significado. Necesito belleza en mi vida, belleza entendida como lo que te trasmite algo; eso me ayuda a vivir, a ver lo bonito de la vida, porque la vida ya es muy trágica...

Perdón, creo que te estoy deprimiendo... [Risas] Pero es verdad, siento que la vida ya es trágica y muy difícil. Necesitamos encontrar la belleza y las cosas que nos hagan vivirla de la forma más agradable y bella posible. Incluso en mi día a día, con mi familia y mis amigos, persigo la belleza. Aunque no es algo siempre fácil de encontrar.

De Una bonita mañana, tan cotidiana, a David Cronenberg, tan extraño y perturbador, o James Bond, espectacular e irreal. ¿Esa variedad de personajes es también premeditada?

Es curioso, pero siempre he hecho películas muy distintas. He trabajado con directores de todo el mundo. Siento que el cine es un idioma en sí mismo, no tiene límites y quiero poder explorar todo tipo de películas. Me gusta adaptarme, me gusta pensar que soy como un camaleón, disfruto transformándome.

¿No ha llegado el día que piense: «Esto ya lo he hecho»?

Aún no. Hasta ahora, todo ha supuesto una nueva aventura. Sonará raro, pero no me siento como una actriz profesional. Cada vez que voy a empezar un rodaje, me siento como una aprendiz, una actriz novata. Intento no tener trucos ni manías. De hecho, trabajo desde un caos que no sé cómo se resuelve solo.

Léa Seydoux junto a Camille Leban Martins, su hija en Una bonita mañana. / DR

¿La diversidad y la internacionalización eran parte de su plan inicial?

No, no, ocurrió así. Pero también en mi vida privada tengo amigos de distintos países y culturas. He sido afortunada desde pequeña por poder viajar mucho, incluso a África. No quiero ser sólo una actriz francesa, me gusta cruzar fronteras. La persona que soy hoy es un producto de todo eso, de todas las situaciones y espacios en los que estoy.

¿Con qué se queda de cada experiencia que ha tenido en los rodajes?

Trabajo mis personajes buscando dentro de mí, las películas me hacen entender mejor la vida. Creo que, cuando era más joven, no entendía su complejidad, me dejaba llevar. El cine me ha enseñado mucho sobre las emociones, las relaciones, el amor y la muerte. Aunque también he aprendido a través del arte, de un cuadro o una canción.

Usted denunció el comportamiento de su director en La vida de Adèle y escribió un artículo sobre lo que le pasó con Weinstein. ¿Eso le ha pasado factura?

Me dio mucho miedo hacerlo, pero me lo pedía mi instinto y estaba enfadada, así que me dejé llevar por la ira. Algunos me preguntaron que por qué lo hice, pero luego me felicitaron por haberlo hecho. Me criticaron mucho por lo que dije de [el director Abdellatif] Kechiche, me castigaron, me borraron de la promoción de La vida de Adèle. Me preguntaron por qué no lo había dicho antes, en Cannes, cuando se estrenó y ganamos la Palma de Oro. ¿Qué iba a hacer? Era la imagen que tenía que mostrar. Y luego, cuando hablé y conté todo, me criticaron por mi familia, por «mi pasado burgués»... Como si por ser de un entorno privilegiado no pudieras sufrir acoso. En Francia están obsesionados con las clases.

¿Aún le sorprende el escrutinio público que tiene esta profesión?

Sí, porque mi sueño no era ser actriz, no sabía qué me esperaba. Aún me pellizco pensando qué hago aquí, trabajando con Daniel Craig o Tom Cruise... [Risas] ¡Es surrealista! Tampoco puedo desconectar mi vida profesional de quien soy. No veo esto como un trabajo, el cine es mi vida, es así, ya está. Es la única forma que he encontrado de expresarme. Y si no lo hubiera encontrado, creo que sería muy infeliz.

¿Qué diferencias encuentra sobre cómo ven y tratan a la mujer en el cine en Hollywood y en Francia?

Quizá haya más para las mujeres en EE.UU., un país que es el paroxismo del capitalismo. Tienes que ser eficiente y rentable hasta unos niveles que rozan la histeria. Es posible que a las mujeres nos reclamen encajar más en la sociedad. En cambio, el cine europeo me permite ser más yo misma, con mi físico, mis ojeras...

En Francia tienen a Isabelle Huppert, que demuestra que se puede ser sexy al borde de los 70.

En Hollywood buscan la perfección y l a cultura presiona a las mujeres con ello. Pero son muy contradictorios, porque creo que en EE.UU. puedes ser quien quieras y también valoran tu diferencia. En Francia tienes que ser más normativa, no puedes ser demasiado diferente. [Se para, piensa y responde muy rápida, casi de forma atropellada] En EE.UU., la forma en la que ven a las mujeres es muy extraña: la presión por la belleza y la apariencia es mayor.

Como mujer, me hacen sentir mal en Hollywood; tienen esta imagen perfecta de la mujer, pero debería valorarse que no lo seamos. En Hollywood, parece que todas tenemos que pasar por cirugía y cumplir con una necesidad de perfección. No me identifico con muchas actrices americanas, porque veo en casi todas algo falso, poco natural. Me resulta muy ambigua esa doble celebración de la diferencia y la perfección.

Es una industria más guiada por el negocio, por la rentabilidad de los rostros de sus protagonistas.

Sí, y yo no tengo ese acercamiento capitalista al cine. En Francia, el cine también es una industria, pero creo que los cineastas quizá tienen más libertad que en EE.UU. L a taquilla manda en las carreras, lo veo con compañeras en Hollywood. Sucede también con los premios. Soy feliz si me dan uno, pero ése no es mi objetivo. Lo que me motiva es llegar y emocionar a la gente.

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