Una historia de excesos

Este es el libro del que está hablando todo el mundo: por qué tienes que leer Madame Nadie, el debut de Mónica Pérez Sobrino

El debut literario de Mónica Pérez Sobrino es una historia de excesos en torno a una pareja que se asoma al abismo de las drogas y el amor. En Madame Nadie hay fiestas clandestinas, mucho alcohol, noches eternas y piscinas infinitas.

Mónica Pérez Sobrino ha debutado en la literatura con Madame Nadie. / CORTESÍA

Ángeles Castillo
Ángeles Castillo

Madame Nadie es el nombre con el que se hospedaba Marilyn Monroe en los hoteles cuando iba de incógnito. Y ahora también el título de la primera novela de Mónica Pérez Sobrino, con el que esta zaragozana de 1993, siempre con un pie en San Sebastián, ha entrado pisando escandalosamente fuerte en el proceloso mundo literario.

La referencia va mucho más allá de la afición al cine de la autora. La rubia más famosa de Hollywood le reveló su falsa identidad a su psicoanalista, Anna Freud, la hija de Sigmund Freud. Y en estas páginas encontramos la deriva de una pareja cayendo hacia el abismo a causa de las adicciones . El reclamo publicitario ya lo adelantaba: «No está claro qué engancha más, las drogas o el amor».

Hugo y Daniela se conocen una noche de verano en una fiesta clandestina en la isla de Formentera para celebrar el fin de la pandemia. Un lugar, leemos, «donde no pensar demasiado y disparar balas al azar». La isla de las fiestas privadas con invitaciones como las que se reflejan en la novela: «En la zona de La Savina, en un desvío de la carretera principal, es una villa colonial color teja». Ese es el primer escenario al que se suben los protagonistas para experimentar la catarsis de su propio drama. Un exitoso pianista rozando los 50 con secuelas irreversibles de un accidente y una joven publicista en la cumbre de su carrera. La pareja de moda.

Por qué te va a enganchar Madame Nadie

En la novela hay algunos trazos autobiográficos. De hecho, la propia autora ha confesado en alguna entrevista que el primer capítulo es real. Dice así: «En realidad eres buena persona, tienes un buen corazón escondido bajo los escombros, que es todo lo demás».

Lo escribió del tirón con nocturnidad y alevosía, con The Strokes de fondo, tal vez Ode to the Mets. Suenan también literariamente los míticos Eric Clapton, John Coltrane o B.B. King. La música de Madame Nadie, con 55 temas, es el capítulo final, enmarcándolo todo. Sabe a bohemia y noches áureas madrileñas.

Mónica, que dejó el Derecho por el Periodismo, tiene una agencia de comunicación y es una entusiasta de la moda, es muy de San Sebastián, pero terminó arribando a las costas del Madrid que no duerme. Gracias al poder inmenso de las musas lo ha contado.

Así, en Madame Nadie (Círculo de Tiza) hay noches interminables, piscinas igualmente infinitas con vistas a Ses Illetes, tragos de bebidas poderosas «para quedar invadidos por una energía instantánea que intensificaba las emociones » y viajes de MDMA «que les hacían creer que podían atrapar estrellas».

No falta un pintor maldito aterrizado en la isla desde el cielo madrileño que lo mismo habla de Heidegger que de Flaubert, «con discursos empapados en alcohol». Ni una Mafalda que adelanta su vuelta de las vacaciones en Grecia . Pero a esta fiesta eterna terminan convidados, junto a todos los excesos, las terceras personas desdibujando los márgenes de una relación y los fantasmas del pasado.

Dicho todo esto, la novela, a modo de diario testimonial y también retrato generacional, se adentra sin límites en el mundo de las adicciones, el dolor de la culpa y el amor como salvación , algo que remarca siempre su autora.

Mónica Pérez Sobrino, que acostumbra a tirar de referencias cinematográficas en sus redes, asume estas palabras de Tracy Lord (la gran Katharine Kepburn) en Historias de Filadelfia: «No quiero que me adoren, solo que me quieran». O cita a Pedro Salinas (La voz a ti debida): «Yo no necesito tiempo para saber cómo eres: conocerse es el relámpago». Por la novela pululan también los diarios de Cesare Pavese y los libros de Patricia Highsmith . Mucho Bach, Beethoven y La Traviata.

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