amiga de la pasionaria

María Luisa Cuervo, la fascinante historia de la madre de Paco Rabanne que fue costurera de Balenciaga: rebelde, druida y transgresora

Reconstruimos la historia jamás contada de esta mujer cántabra, una de las protagonistas indiscutibles del libro y el documental sobre el diseñador vasco que, el próximo 18 de febrero, cumpliría 90 años.

Collage de Balenciaga, Paco Rabanne y una modelo / collage: luca lópez

Eduardo Verbo
Eduardo Verbo

«Hace unos años, Paco Rabanne nos invitó a París porque le pedimos unos diseños para una ópera que hicimos aquí en Trintxerpe, el barrio de Pasaia (Guipuzcoa), donde nació. Le dejé una foto encima de la mesa de su taller y cuando la vio gritó: ¡Mi padre! ¡Es mi padre!», confiesa Juanje Neira, músico y presidente de la fundación Francisco Rabaneda Cuervo, su verdadero nombre, a Mujerhoy. El creador, fallecido a los 88 años el tres de febrero de 2023 en Portsall (Francia), no había vuelto a ver una imagen de su progenitor, Francisco Rabaneda Postigo, instructor de gimnasia malagueño, veterano de la Guerra del Rif y coronel de las fuerzas republicanas que fue asesinado en 1937 por las tropas franquistas durante la Guerra Civil.

Con tan solo tres años, comenzó para aquel niño, que vino al mundo hace casi noventa años, el 18 de febrero de 1934, un doble duelo: ser huérfano de padre y patria. Su madre, la costurera cántabra María Luisa Cuervo Fernández, «una mujer pragmática y política», cruzó los Pirineos en 1939 junto a su familia. Paco era el tercero de cuatro hijos: Olga, Pacífico y Dulce. Los acompañaba la madre de ella, la «abuela María». En la frontera francesa, los gendarmes los desposeyeron de cuanto llevaban encima. Entre sus pertenencias: la única instantánea del padre.

Entonces, comenzó una larga travesía para la familia. Estuvieron, entre otras múltiples localizaciones, en el campo de refugiados de Saint-Pierre-Quilbignon. Más tarde, se instalaron en Bretaña y, finalmente, en París. Ante la ausencia paterna, la presencia de la madre es una constante. Eso sí, dar con una fotografía suya también es tarea imposible. «Creo que es una señora que sale con gafas detrás de Balenciaga, pero no estoy seguro de que sea. Tendrías que confirmar por otra vía», nos confiesa Kike Santiago, director de escena teatral, gestor de la fundación en honor al «metalúrgico» como lo definió Coco Chanel y autor de «Desvelando a Rabanne: realidad y ficción», un libro «gráfico» que verá la luz próximamente.

«Dulce, su hermana pequeña, debía tener muchas imágenes de su madre, pero no ha sido posible conseguirlas desde su muerte hace unos meses», prosigue. Daniel Rabaneda, diseñador y nieto de Antonio, tío paterno de Paco, confiesa: «Yo tengo una, pero se usará en un documental que estamos haciendo sobre su vida y creación, que se estrenará a finales de año. Os la pasaría encantado, pero la productora prefiere mantener este material inédito», confiesa amablemente. Solo existen unos apuntes sobre su apariencia que el propio Rabanne, quien afrancesó su apellido para que sonara fuerte «como un látigo», dio en el libro «Travailler dans la mode», de Étienne Moatti y Richard Loyant: « Era una rubia muy guapa, alta y delgada».

Una apasionante vida al lado de Balenciaga

Pues bien, con apenas referencias físicas, nos disponemos a recrear la apasionante vida de una mujer que fue mucho más que la costurera de Balenciaga, un cargo que, tras la muerte de Rabanne, algunos obituarios elevaron a la condición de «jefa». «Sabemos por sus declaraciones que su madre era modista en San Sebastián en los salones de Balenciaga, sin ninguna categoría ni años ni salones específicos, antes de que la familia se exiliara a Francia», detalla, con suma prudencia, Igor Uria, director de Colecciones del Museo Cristóbal Balenciaga.

Un vestido de noche diseñado por Cristóbal Balenciaga en 1951. FOTO: GETTY IMAGES.

«Fue jefa de taller. Me lo contó Paco, aunque no le agradaba mucho hablar de ello. Sin embargo, su trabajo se entiende por su madre, que era una súper heroína para él. ¡Era su referente! Él fue una persona humilde, cariñosa, le encantaba ayudar a todo el que podía y conservaba la inocencia intacta de un niño», dice Rabaneda. Por su parte, Ana Balda, comisaria y autora de una tesis sobre Balenciaga, me invita, ante la cierta profusión de teorías al respecto, a tratar todos estos datos con rigor. «No tengo evidencia ni datos objetivos sobre el vínculo de la madre de Rabanne con Balenciaga».

Al igual que su sobrino-nieto, Kike Santiago añade que, según le contó Rabanne, María Luisa, de quien se ha escrito que « fue la primera en llevar en los años veinte un vestido de Paul Poiret sin corsé y el pelo corto, por lo que la detuvieron», continuó trabajando en París para el diseñador de celebridades nacionales e internacionales como Sonsoles de Icaza , marquesa de Llanzol; Juanatxo Eguren, abuela de Eduardo Chillida, o la filántropa Bunny Mellon, autora de la rosaleda de la Casa Blanca durante la época Kennedy, para la que el vasco incluso elaboró una línea de ropa interior. «Siempre le dije a Paco, del que fui buen amigo: «¡Qué pena que tu madre pase a la eternidad como la costurera de Balenciaga!».

Era una revolucionaria tremenda, miembro del Partido Comunista, así como uña y carne con Dolores Ibárruri, «La Pasionaria». La gente se giraba la cabeza por quién era y no por cómo vestía. Fue siempre empoderada, dispuesta a la libertad de las mujeres y, desde que la guerra rompiera su familia, solo quería sacar a sus hijos adelante», prosigue el gerente de la fundación, constituida en febrero de 2023, dotada con 78.656 euros y dedicada a «promover, difundir y potenciar la trascendencia, importancia y relieve» del modista.

Viuda con solo 25 años

Cuando María Luisa Cuervo se queda viuda tenía 25 años. Según el libro «La memoria de los vencidos», de Xabier Portugal, se había casado en 1929 y estaba profundamente enamorada de su marido, quien, antes de ser fusilado en la playa de Berria, en Santoña (Cantabria), le escribe una emotiva carta. «Para ti, María Luisa, no tengo frases ni nada en mí que no sea tuyo. Cuida con cuidado a nuestros hijos y haz lo que puedas para que sean honrados y católicos, pero que mantengan un ideal en sus inclinaciones políticas», reza la misiva, que le entregó a un sacerdote y que Paco tardó años en poder leer debido a la gran emoción que le producía.

Una vez en París, Rabanne estudió Arquitectura. «Su madre, al ver sus dibujos, le dice: «Tienes que trabajar. Hay que traer dinero a casa y con esas grandes cualidades…». Así que lleva los dibujos al señor Balenciaga, quien le abre mercado. «Cristóbal debía ser una bellísima persona. Le dio trabajo incluso a La Pasionaria quien lo estaba pasando mal en esos momentos. ¡Le mandaba piezas para que las cosiera!», finaliza Kike Santiago ante mi sorpresa.

El maestro de Guetaria, al igual que Rabanne, nunca pasa de moda: acaban de estrenar una serie sobre él en Disney + y se han escrito recientemente dos libros: « El enigma Balenciaga », de María Fernández-Miranda, y «Aquel verano en París», de José Luis Díez-Garde.

Así, Paco Rabanne comienza su carrera realizando botones y alhajas para el de Guetaria pero, según concreta Igor Uria, «también para otras marcas como Dior o Givenchy». En 1966, Rabanne, quien siempre vestía de negro «frente a André Courrèges que siempre lo hacía de blanco», se lanzó con su colección-manifiesto de «12 vestidos imposibles de llevar», que presentó en el Hotel George V de París realizados con discos y placas de plástico. Aquello fue lo que lo catapultó al éxito.

Un diseño de Paco Rabanne de 1967. FOTO: GETTY IMAGES.

Desde entonces vistió a Françoise Hardy, Jane Fonda o Audrey Hepburn. Además de su particular interpretación de la moda y sus perfumes, Rabanne adquiere paulatinamente una notoriedad por su vis trascendental. De hecho, llega a afirmar que, en anteriores reencarnaciones, fue un sacerdote egipcio de la corte de Akenatón y una prostituta en la corte de Luis XV.

La gran huella de su abuela María

«Su vida es como una obra de Shakespeare: hay tres elegías que lo marcan profundamente. El padre, por su ausencia; la madre, por su presencia terrenal y su fuerza; y la abuela, por su magia, esoterismo y religiosidad», finaliza el gerente de su fundación homónima. «La abuela le influyó en su personalidad, en su visión de mujer. Esa espiritualidad se traduce en su trabajo, donde encontramos mucha guerrera y mucha diosa», añade su sobrino-nieto, Daniel Rabaneda.

En efecto, es el propio Rabanne quien afirma que la madre de su madre, reivindicaba con orgullo su «celtitud». «Había heredado un conocimiento preciso de la naturaleza y, en particular, de las virtudes curativas de las plantas». Era toda una experta en hierbas medicinales, un tema que compartió durante una cena con la infanta Elena, al parecer otra entendida en la materia.

Además, en el libro «La force des celtes» añade sobre su segundo apellido, Cuervo: «Mis antepasados procedían de un clan celta que vinieron desde los Urales para establecerse en la península. Recuerdo que mi madre guardaba cuidadosamente en un baúl un árbol geneálogico que se remontaba al año 600 d.c., algo excepcional para una familia que no era noble, sino campesina. Este cuervo está onminepresente en las leyendas celtas. Se dice que los dioses lo enviaron volar sobre el campo de batalla antes del enfrentamiento (...) y que el rey Arturo, al morir, se convirtió en un cuervo». Son, por tanto, todos los Cuervo herederos de una «herencia druida», en sus propias palabras.

Pero, antes de terminar, ¿tenía Paco una herida abierta por el fusilamiento de su padre? «¡Para nada! Era una persona con mucho amor, nada rencoroso y se le iluminaban los ojos cuando hablaba de su padre», finaliza Daniel Rabaneda. Unas declaraciones que el propio Paco Rabanne completó cuando, en 2007, la periodista María Eugenia Yagüe le preguntó por qué motivo saludó un día en Madrid a la hija de Francisco Franco. «Es mejor el olvido que el rencor», respondió el de Pasaia. Menudo genio.

20 de enero-18 de febrero

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