Como su personaje en Alma, la serie de Netflix en la que da vida a la única (y amnésica) superviviente de un accidente de autobús, Mireia Oriol (Argentona, 1996) tiene muchas dudas y una historia que reconstruir. También esa mirada, entre vulnerable y sorprendida, de quien está despertando a un presente que aún necesita asimilar.
Salió de casa siendo una adolescente para trabajar como modelo en Londres y París. En 'El pacto' (2018), uno de sus primeros papeles en el cine, era la hija de Belén Rueda. Hoy está pendiente de un ambicioso proyecto internacional.
MUJERHOY. Dicen que es una actriz «muy preguntona»...
MIREIA ORIOL. ¡Es verdad! Estudié Comunicación Audiovisual y me interesa todo lo que sucede detrás de la cámara. Aunque tenía el gusanillo de la interpretación, me sentía más cómoda inicialmente a ese lado. Como actriz tenía mucho miedo al fracaso y era consciente de lo difícil que es trabajar en esta profesión.
¿No le daba seguridad su experiencia como modelo?
Empecé muy pequeña, casi empujada, y no sabía entonces qué haría con mi vida. No era un trabajo fácil, pero salía todo solo, no requería tanto esfuerzo. Hasta que descubrí que ser modelo también era mucho más complicado de lo que desde fuera parece. Estás muy sola, viajando de un lado para otro, con una competencia enormeque hace aflorar todos tus complejos: no soy lo suficientemente alta, no tengo los ojos tan verdes como esa otra...
A los 17 años, acababa de terminar el Bachillerato y me fui dos meses a Londres para trabajar en una agencia. De repente me veía perdida en medio de la ciudad, llamando a mi madre para que me guiara con Google- Maps, o buscando si el barrio al que me mandaban para la sesión era peligroso. Pequeñas pruebas que te pone la vida y te marcan.
Hablando de marcas, ¿tiene algún significado ese «Yes, you will» que lleva tatuado en el brazo?
Me lo hice el verano pasado, después de terminar Alma, durante una época en la que tuve algunos episodios de ansiedad, sin saber muy bien lo que era aquello. Sentía que perdía contacto con la realidad, como si dejara de estar presente. Fui al médico y le conté mi mayor miedo: ¿y si no volvía a estar bien? «Yes, you will», me respondió [«Sí, lo estarás»]. Me lo tatué con un efecto tridimensional, porque era la sensación que tenía cuando me separaba de la realidad. ¡Tengo que probar a mirarlo con gafas de 3D!
Ahora vive en Barcelona, pero es de Argentona, un municipio de 12.000 habitantes del Maresme. ¿Qué echa de menos de allí?
Me encantan los paseos por el bosque, algo que me ha inculcado mi abuelo, que era payés. Es curioso, de niña no me gustaba y ahora necesito ir de vez en cuando. Cojo el coche y en media hora estoy allí.
Ha descrito su experiencia durante el rodaje de Alma como un viaje. ¿En qué sentido?
A todos los niveles. Nunca me había enfrentado a un reto semejante, a un personaje con tantas capas, en el que tienes que plasmar hasta el mínimo detalle. De hecho, durante el rodaje estaba convencida de que me iban a echar. Se lo decía a todo el mundo, incluido el director, Sergio G. Sánchez.
Surgían dificultades todo el rato, porque las localizaciones eran muy complicadas, rodábamos de noche, con frío y agua... ¡Hasta descubrí que era celíaca haciendo la serie! Y aún así salió adelante gracias al apoyo y la implicación de todo el equipo, que me vio muy vulnerable. «Si hoy no me muero haciendo esto, ya no me voy a morir mañana», pensaba yo para superarme . Soy muy dramática, lo reconozco. También ahí aprendí que hay que trabajar «plano a plano», que es un lema que también me tatué.
Además del guionista de Lo imposible y El orfanato, Sergio es un director con buen olfato para los actores: en El secreto de Marrowbone escogió a semi desconocidos como Anya Taylor Joy (Gambito de dama) y Charlie Heaton (Stranger Things).
Era consciente, siempre que hago pruebas con alguien veo sus trabajos para conocer su universo. Con El secreto de Marrowbone hice una excepción: no podía ver películas de miedo. Después de hacer Alma ya estoy inmunizada, pero es una cosa que viene de familia. Mis hermanos, que tienen 24 y 17 años, ya me han dicho que les costará verla, que tiene pinta de ser de terror.
Una pregunta un poco de padres: ¿acabará la carrera?
Creo que no. Este año tuve un parón y me quería matricular en Humanidades en la UOC. Por suerte, no lo hice, porque han surgido proyectos y soy muy exigente para los estudios: todo me tiene que salir perfecto. Me lo han inculcado desde pequeñita, que es algo muy bueno, pero no disfruto cuando las cosas me salen bien y ese nivel de expectativas lo sitúas también en los demás. Estoy trabajando esto para ser un poco más feliz. En ese sentido, Alma me ha dado un subidón de confianza. Cuando me vi por primera vez, pensé: «¡Guau! ¿Yo soy capaz de eso?».
¿Por qué se acepta que una actriz sea imagen de una firma, y se mira con desconfianza una modelo que protagoniza una ficción?
Esto es un temazo al que le doy muchas vueltas. Creo que se pueden hacer dos cosas a la vez y hacerlas bien. Muchas veces he sentido que tenía que ser modelo o actriz. Y también que por haber trabajado de modelo, tenía que demostrar más como actriz; me ha sucedido sobre todo en escuelas de interpretación, donde hacía cursos que me podía pagar gracias a lo que ganaba de modelo. Creo que las firmas se han abierto a trabajar con personalidades, que ya no se valoran exclusivamente la belleza o la popularidad, y que también incluso a las modelos se les pide que su forma de ser encarne los valores de la marca.
Antes, hablando de periodos de inactividad, de que es usted muy ahorradora. Pero, ¿en qué gasta más dinero del que debería?
En comida para celiacos. ¡Es carísima! Y tampoco es que esté muy buena... Echo tanto de menos los cruasanes. Mis amigos están haciendo un concurso para decidir dónde están los más ricos de Barcelona y yo no puedo participar.
20 de enero-18 de febrero
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