Sigourney Weaver (Manhattan, 1949) entra en la habitación y la hace suya. Es alta, discretamente elegante y algo distante. Impone. «Hago creer a la gente que soy una persona seria, pero soy bastante payasa», aclara y sonríe. Irradia el tipo de inteligencia esperable de alguien cuyo currículo incluye estudios en las universidades de Stanford y Yale, y es inconfundiblemente sexy –no « sexy para su edad » sino sexy, punto–.
Probablemente, sea la mezcla de todos esos atributos lo que la ha consagrado como excepción a esa ley no escrita que limita los buenos papeles para las actrices de más de 40 años. «Cuando una regla es estúpida, tenemos la obligación de romperla», dirá minutos después.
En ' El maestro jardinero' (estreno, 9 de junio), Weaver encarna a una viuda rica que emplea como horticultor, y como proveedor de servicios sexuales, a un neonazi arrepentido. «Hay actores que solo aceptan encarnar a seres humanos nobles y positivos, y no saben lo que se pierden – lamenta–. Me encanta dar vida a personajes oscuros».
A lo largo de casi cinco décadas de carrera, ella ha encarnado a protagonistas de todos los colores. Ha abrazado a gorilas, retozado con fantasmas y perseguido a asesinos en serie, y ha puesto rostro a la heroína espacial más icónica, al frente de la saga que inició 'Alien, el octavo pasajero' (1978).
«No podía imaginar que llegaría a ser tan conocida». Sus profesores de teatro tampoco: « Me dijeron que no tenía talento, y que nunca lograría el éxito. Yo tenía la autoestima muy baja, así que me hundieron», reconoce.
En aquellos años, recuerda, sufrió actitudes sexistas de parte de los ejecutivos de Hollywood. «Me trataban con desdén porque no soportaban que una joven como yo tuviera poder y supiera juntar tres frases». Considera el #MeToo un «milagro», porque librará a las actrices tanto de ese tipo de actitudes como de otras mucho peores. « Tuve suerte, no sufrí acosos. Protagonizar Alien me permitió infundir respeto entre los hombres. Pensaban que, si se me acercaban demasiado, sacaría el lanzallamas», afirma mirando a los ojos y, de nuevo, intimida.
20 de enero-18 de febrero
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