Alexander Onassis, en una imagen de 1973. /
Aristóteles Onassis tuvo dos hijos, el malogrado Alexander y la malograda Christina, dos esposas oficiales (Athina Livanos y Jackie Kennedy), un romance tumultuoso con María Callas y varios cientos de amantes. De su hijo, Alexander, todo el mundo esperaba algo similar, pero la sorpresa llegó cuando debutó en la prensa del corazón, a los 19 años, con un romance al que los medios titularon «no hay edad para el amor».
Con sus gafas de pasta y sus trajes a medida Alexander Onassis se dejaba ver, fiesta tras fiesta, junto a Odile Rodin a lo largo y ancho de los años 60. Hay quien dice que el idilio comenzó en 1964, cuando Alexander tenía solo 16 años y ella aún estaba casada. Pero las fotos que despejarían las dudas sobre su relación no salieron a la luz hasta 1966, cuando la pareja fue vista junta disfrutando de la vida nocturna de Saint Tropez y después de que ella quedara viuda de Porfirio Rubirosa.
Siete meses le bastaron a la actriz francesa para olvidarse del luto e intimar con el joven que el financiero Ella de Rothschild le presentó en una fiesta parisina al que sacaba 10 años: Odile ya había cumplido los 29 y Alexander tenía 19.
El escándalo fue mayúsculo, tanto como el enfado de Aristóteles Onassis. Lo habitual era que los hombres se fueran con mujeres bastante más jóvenes que ellos, pero no a la inversa, como la propia Odile había comprobado a lo largo de toda su existencia.
Con tan solo 14 años el multimillonario Paul-Louis Weiller la había conocido en una playa del sur de Francia y la convirtió en su amante. Él tenía 57 años. Durante el tiempo que pasó bajo la «protección» de su benefactor, Odile tuvo numerosos amantes, tantos que llegaron a decir de ella que «estaba creada para el sexo».
La actrzi francesa Odile Rubirosa. /
Su matrimonio con Rubirosa siguió ese mismo patrón: él era rico, mujeriego y tenía 46 años en aquella boda de 1956. Ella había cumplido los 19 pero poseía el suficiente desparpajo como para seducirle con un único baile lento, abandonar a Weiller y presentarse en Saint-Jean-Cap-Ferrat, donde se alojaba Rubirosa, sólo con unos shorts blancos y la parte de arriba del bikini.
Ante semejante mujer poco o nada podía hacer Alexander Onassis salvo dejarse arrollar, la conociera a los 16 o a los 19. Aunque juntos pasaron una temporada fantástica en Francia y Los Alpes, e incluso Aristóteles Onassis permitió a la actriz visitarlo en su isla privada, la relación como vino, se fue. Aunque la experiencia Odile parece que dejó una impronta en la vida amorosa del rico heredero.
Más conocida como Fiona Thyssen, Fiona Campbell-Walter fue el siguiente objetivo amoroso de Alexander Onassis, para muchos, su gran amor. Cuando comenzaron su relación ella tenía 46 años y se la conocía como la «modelo más guapa del mundo», de hecho, se la considera como la primera supermodelo, pero la diferencia de edad entre los amantes le valió el desprecio de la familia Onassis.
Para el clan del naviero el pedigrí de la nueva novia de Alexander tenía sus pros y sus contras. De un lado era elegante a rabiar y baronesa, pero de otro tenía 16 años más que «el chico», dos hijos y había arruinado su matrimonio con el barón por serle infiel con el productor Sheldon Reynolds (del que el propio varón afirmaría años más tarde en sus memorias que era el verdadero padre de su hijo Lorne).
Fiona Campbell-Walter, el día de su boda con el barón Thyssen. /
A Alexander Onassis, especializado en enamorarse de mujeres hermosas y mayores que él que estaban pasando por un mal momento, todo esto le daba igual. La guerra abierta que mantenía con su padre desde que este se casó con Jackie Kennedy se recrudeció con su idilio con Fiona, pero no le importó. Ella, por su parte, intentaba mantener la cordura, soportar las críticas y luchaba por no ser vista como una cazafortunas, de hecho, le prohibió a Alexander que le hiciera regalos si no los compraba con dinero que hubiera ganado él mismo.
Si Aristóteles Onassis hubiera acabado aceptando esta relación o no, nunca se sabrá. La abrupta muerte de su único hijo en un accidente de avión a la edad de 24 años cortó de raíz esa posibilidad. Onassis, roto de dolor, no pudo ir al entierro de su propio hijo. Fiona Campbell-Walter acudió al funeral agarrada de la mano de su amigo, Theodore Garoufalidis.