Alfredo Di Stéfano estaba muy orgulloso de su mujer y sus hijos. /
El 7 de julio de 2014 falleció en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid el mítico futbolista Alfredo Di Stéfano. La Saeta Rubia, sobrenombre con el que era conocido el jugador blanco, tenía 88 años y era uno de los cuatro grandes históricos, Maradona, Pelé y Johan Cruyff. Nacionalizado español, el deportista argentino arrastraba desde hacía casi una década problemas cardiacos y no logró sobreponerse a su dolencia. Por su capilla ardiente pasaron el rey Felipe VI , Ana Botella, Iker Casillas, Florentino Pérez, Fernando Fernández Tapias y un largo etcétera.
Son dos las historias de amor que marcaron la vida de Di Stefano: su mujer, Sara Freites Varela, ya fallecida, y su novia Gina González, cuya relación generó una enorme controversia. Antes de adentrarnos en mayores pormenores de esta controvertida pareja, echaremos mucho más atrás la vista para recordar a su fallecida esposa que fue clave en su ascenso al olimpo de los dioses del fútbol.
Fue en mayo de 2005 cuando murió Sara Freites Varela, la mujer con la que había compartido toda una vida el presidente honorífico del Real Madrid, en el mismo hospital donde él también falleció. Se habían casado en 1950 y el futbolista hacía una clara apuesta por una familia tranquila, sin sobresaltos ni distracciones que le impidieran rendir en el campo como él quería.
En estos términos contaba a su biógrafo, Luis Miguel González, cómo vivió el cambio de estado civil: «Llegaron las vacaciones y regresé a Buenos Aires. A Sara, mi novia, le dije que comentara a su familia que nos íbamos a casar. El 5 de enero de 1950 nos casamos y el día 15 del mismo mes regresé a Bogotá junto a mi mujer. Fue una ceremonia muy sencilla y humilde»
Otra fuente interesante para hacernos una idea de su personalidad es la conclusión que sacó tras una entrevista González Ruano, en 1954, cuando Alfredo Di Stéfano contaba solo 27 años. Esta es la composición de lugar que hizo el periodista: «Di Stefano está casado. Tiene dos niños. Me han dicho que es un hogareño, muy buen marido, muy buen hijo, muy buen padre».
Se desvelaba entonces la rutina del jugador, que se levantaba sobre las ocho de la mañana, jugaba un rato con sus hijas (tuvo seis hijos en total), desayunaba mate y se marchaba a entrenar. Solía dar un paseo con su mujer por las tardes y no trasnochaba. Di Stéfano contaba que quería el dinero para invertir en tierras y ganadería. No aceptó la sugerencia de Santiago Bernabéu de que comprara los terrenos que había frente a Chamartín, en Madrid. Una oportunidad perdida.
En una conversación poco antes de fallecer, Di Stéfano habló largo y tendido sobre su mujer y sobre cómo cambió su vida cuando se instalaron en Madrid, tras fichar por el equipo blanco en 1953: «Fue mi señora la que prácticamente tuvo que sacar adelante el hogar y los niños, apechugar con toda la banda. Ella era la locomotora y nosotros los vagones. A veces algún hijo enfermaba y mi mujer no me lo decía para no preocuparme. Si había una cena acudía, pero volvía temprano y a la cama. A la mañana siguiente a las ocho estaba en pie. Me cuidaba mucho».
Alfredo Di Stéfano, en una imagen captada en Escocia. /
Fue en 2002 cuando el biógrafo de Di Stéfano conoció a la mujer que sería el último amor del futbolista, la costarricense Gina González, de 37 años. El vínculo contractual con el club acabó en 2006, pero se la contactó para que colaborase en la elaboración de la biografía de Di Estéfano en 2007, con la intención de que viera la luz al año siguiente. Se produjo entonces el encuentro del astro con el equipo que iba a trabajar en el libro y también el flechazo.
Gina iba a encargarse de la transcripción de las entrevistas, pero empezó a frecuentar a Di Stéfano en su despacho, como relata su biógrafo que le dijo el exfutbolista: «Le estoy cogiendo cariño a esta mujer. Se preocupa mucho por mí. De vez en cuando nos vamos a almorzar. Además es latinoamericana y yo, a la mayoría de los que han nacido en América del Sur, les tengo un gran afecto».
La llegada de Gina supuso cierta fricción con su entorno y la relación que el presidente honorífico del Real Madrid mantenía con sus compañeros de la época se deterioró, según su biógrafo. Llegó a estar vetada en el club, pero un directivo le dijo a su biógrafo: «No podemos hacer nada al respecto porque respetamos y queremos mucho a Alfredo. Además, tanto el presidente como yo, pensamos que el cariño que le da esta chica a Di Stéfano no sólo le tiene muy ilusionado, sino que le hace revivir. A su edad, Alfredo necesita mucho cariño».
Cuando los hijos de Di Stéfano supieron sus intenciones de casarse con Gina acudieron a los tribunales y consiguieron la custodia cautelar, porque consideraban que su padre no estaba capacitado para tomar según qué decisiones. Dejó de tener acceso a él y concedió algunas entrevistas no muy edificantes para según qué personas reivindicando el gran amor que aseguraba haber sentido por él. Finalmente, no le dejó nada en su herencia.
Un golpe terrible para Alfredo fue la muerte de su hija Nanette a los 60 años en 2013. La noticia la hizo pública el club blanco mediante un comunicado: «El Real Madrid C.F. lamenta el fallecimiento de Nanette Norma Di Stéfano, hija del presidente de honor del Real Madrid, Alfredo Di Stéfano, y desea trasladar sus condolencias a familiares y amigos»
La figura de Di Stéfano sigue vigente en la memoria de sus admiradores. Hasta 16.000 personas pasaron por su capilla ardiente en el palco de honor del Bernabéu. Días después de su entierro se celebró una misa familiar a la que acudió la plana mayor del equipo, entre otros, Casillas con Sara Carbonero , y Sergio Ramos con Pilar Rubio ; Emilio Butragueño, Fernando Hierro, el padre Ángel y muchas figuras anónimas que tanto le admiraban .