
ANTES FAN QUE BIÓGRAFA
ANTES FAN QUE BIÓGRAFA
Ya es innegable que el rey Juan Carlos aprovecha cada ocasión que se le presenta para salir de Abu Dabi, la capital donde fijó su residencia en 2020. Salir de la rutina es un deseo comprensible, sobre todo si te da la oportunidad de ver a amigos y familiares que se encuentran lejos. Pocas, muy pocas mujeres rodean ya al emérito, más allá de las infantas Elena y Cristina. Una de ellas es Laurence Debray: estuvo con él en París.
La oportuna invitación de Mario Vargas Llosa a Juan Carlos I, invitado de mayor rango en la ceremonia de ingreso del escritor peruano en la Academia Francesa, permitió al rey emérito viajar a París junto a la infanta Cristina, cenar con el presidente Emmanuel Macron y reencontrarse con una de las pocas amigas íntimas que le quedan: la escritora Laurence Debray (46 años). Una foto de Álvaro Vargas Llosa, hijo mayor del Nobel, desveló su encuentro.
La historia del rey Juan Carlos con Laurence Debray recuerda un poco a su encuentro con Selina Scott, la rubia y atractiva periodista de la cadena ITV británica que le entrevistó en exclusiva, con un acceso inédito al monarca, al palacio de la Zarzuela y a Marivent, en 1992. Amiga personal de Constantino de Grecia, el documental resultante, 'Un año en España', fue un bombazo. Scott preguntó al monarca hasta si pagaba impuestos.
«Este tipo de trabajo lo tendría que hacer Televisión Española o la agencia EFE y no que vengan de fuera para dar una imagen sesgada de lo que es la primera institución del Estado», dijo Sabino Fernández Camps sobre el documental de Scott. Pocos días después de su estreno fue cesado como jefe de Casa Real, pero no ocultó que aquella película le parecía una frivolidad. Por supuesto, corrió el rumor de que Selina y el rey emérito eran amantes.
Guapa, culta y con un acceso inexplicable al rey emérito, Laurence Debray también ha entrado en las quinielas como una posible amante invernal de Juan Carlos I. «Es degradante para una mujer. Es sorprendente ser tratada así en el siglo XXI tras la ola del #MeToo. No pensaba que todavía fuera posible», se defendió en una entrevista en 'EPS'.
En 2022 publicó Mi rey caído (Debate, 2022), una biografía más que autorizada en la que da cuenta del día a día del monarca en Abu Dabi. Por supuesto, como con Selina Scott se cuestionó que de nuevo fuera una mujer extranjera la que accediera de manera excepcional a las reflexiones del emérito.
Laurence Debray, en una foto reciente en la plaza de toros de Málaga. /
«Al ser extranjera, no estoy impregnada por el discurso ambiental español», adujo ella en la misma entrevista. «Tal vez por eso tenga otra mirada. Y no sufro las consecuencias. Me pueden tratar de amante del rey, pero la realidad es que vivo en París y no afecta mi vida cotidiana. Ser extranjera da una libertad para pensar y hablar de modo diferente. Y es por eso quizá que el rey habla conmigo, sabe que no llego con juicios de valor ni morales, que me interesa como personaje histórico y de novela».
Según la editorial, Laurence Debray y el rey Juan Carlos se conocieron en 2014, en vísperas de su abdicación. Él tenía 76 años y ella, 36. La relación que la escritora dice mantener con el monarca tiene más que ver con el clásico fenómeno fan que con un flechazo de última hora.
Debray cuenta que se fascinó con el emérito a los seis años, durante unas vacaciones en Madrid. «Reinaba un ambiente de libertad y alegría, encarnado por Juan Carlos I, tan apuesto como un actor de Hollywood, y que acababa de salvar a su país de un golpe de Estado», relata en su libro 'Hija de revolucionarios' (Anagrama).
«Juan Carlos era el jefe de Estado más joven de Europa, de aspecto atlético y con un encanto irresistible, que sin cesar rompía el protocolo para disgusto de sus servicios de seguridad, que se enfrentaban a la amenaza real de ETA», sigue Laurence Debray, al más puro estilo Selina Scott, que diría Sabino Fernández Campos. «Suscitaba entonces simpatía y aprecio. Todo el país le agradecía que velara por él».
La escritora francesa confiesa que, en su adolescencia, colgó en su habitación una foto del emérito vestido con traje de gala, como si fuera una estrella del pop. Además, da pistas sobre cómo la figura del rey se convirtió en la bandera de rebeldía frente a sus padres, dos socialistas con pasado revolucionario que proyectaban en su hija su ideología de izquierdas. Evidentemente, la joven Debray se resistió.
El padre de Laurente Debray, el filósofo Régis Debray, fue asesor del presidente francés François Mitterrand e íntimo amigo de Che Guevara y Fidel Castro. Su madre, la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos, también participó en la revolución del 68 en París, para terminar como gestora de instituciones culturales públicas e investigadora en el 'establisment' académico parisino.
Álvaro Vargas llosa publicó en su perfil de Twitter la única foto que atestigua la presencia de Laurence Debray junto al rey emérito Juan Carlos. /
«Corría el rumor de que el Rey cogía su moto por la noche para dar una vuelta por Madrid de incógnito», escribió, admirada, Debray. «Esto tenía más lustre que el recorrido de Mitterrand con su abrigo azul marino por los puestos de libros de segunda mano de los muelles del Sena». Esta admiración, trabada acaso en su complicada relación con su padre, le sirvió a la joven francesa para captar la atención de Juan Carlos I. Evidentemente, tuvo que sentirse de lo más halagado ante las rendidas entrevistas que le hacía la joven periodista.
Como ocurrió con Selina Scott, fue un documental, este para France 3, el que permitió a Laurente Debray conocer, finalmente, a su héroe. Y, a la postre, escribir la biografía que quedará como testimonio de su exilio. En la reciente visita de Juan Carlos I a París, su presencia fue también propiciada por trabajo: Debray firmó una crónica de la estancia del rey emérito en 'París Match'. Alí describe la despedida del monarca.
«Un último momento de convivencia y animadas conversaciones para Juan Carlos antes de regresar a su isla, frente a las costas de Abu Dabi, donde sólo le espera el silencio y el sopor. Y la esperanza de poder, algún día, volver a sentarse en el palacio de la Zarzuela, con su hijo el Rey Felipe VI. (…) En la escalinata del Elíseo, al final de una velada más larga de lo esperado, el presidente de la República lo acompañó hasta su automóvil y le dio un cálido abrazo. Un poco de cariño y consideración antes de cruzar el desierto».