Carlos Fitz-James Martínez de Irujo con Alicia Koplowits en los Premios Princesa de Asturias de 2022. /
Varios de sus seis hermanos no estuvieron de acuerdo en un principio. Pero los cambios que ha aportado a la gestión de la Casa de Alba Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo , XIX duque de Alba, han subido su rentabilidad y han asentado el poder del duque en la Casa noble más importante de España, desde el fallecimiento de su madre, Cayetana Fitz-James Stuart , el 20 de noviembre de 2014.
Los cambios comenzaron apenas un mes después. El primer paso fue delimitar que la nueva Casa de Alba la constituían él y sus dos hijos, Fernando y Carlos, y, por tanto, sólo ellos podían habitar en el palacio de Liria, en el centro de Madrid. A partir de entonces, quedó claro que él tomaría las decisiones que creyera oportunas sobre el enorme patrimonio histórico y la millonaria herencia de los Alba. Pero siempre dentro de una gran discreción, el sello del actual duque de Alba.
La Casa tiene un patrimonio incalculable, pero su problema siempre fue la liquidez. Carlos decidió rodearse de asesores y financieros, para modernizar la Casa, abrirla al público, mostrar su larga historia y hacerla rentable, al estilo de la aristocracia británica. Las quejas no se hicieron esperar.
Cayetano Martínez de Irujo , el quinto de los hermanos, aseguraba en un libro de memorias publicado en 2019 –«De Cayetana a Cayetano», donde revelaba intimidades familiares– que su hermano le había «quitado todo»: se refería a todas las atribuciones que conservaba en la estructura familiar, además de a su sueldo. Según él, su hermano le dejó «en la calle, sin ningún ingreso». Un mes después, se produjo un nuevo desencuentro entre Carlos y sus hermanos por las decisiones que afectaban a una de las empresas de la familia: Euroexplotaciones Agrarias S.A., que gestiona miles de hectáreas en fincas y terrenos, y 55.000 cabezas de ganado.
Vídeo. Quién es quién en la Casa de Alba /
La empresa subió drásticamente los resultados, hasta más de 4,5 millones de euros, según publicó El País, multiplicando los obtenidos dos años antes, tras la venta de uno de los terrenos. La junta de accionistas, compuesta por el Duque de Alba y sus hermanos tuvo que aceptar que no se repartirían dividendos y que los beneficios se reinvertirían. Su hermano Alfonso vendió en ese momento sus acciones porque no estaba de acuerdo. Hoy están en sus órganos de dirección solo el Duque de Alba y sus hijos y su hermano Fernando.
La otra decisión que fue muy criticada en su día fue la de abrir los palacios de la familia, o la mayoría de ellos, al público, una forma de rentabilizar ese patrimonio muy caro de mantener. El primer palacio abierto fue el de Dueñas, en Sevilla, en 2016, después el de Liria , en Madrid (aunque solo en parte, porque se mantiene una zona privada), en 2019, donde se abrió el pasado año una exposición sobre la moda en la Casa de Alba, comisariada por el modisto Lorenzo Caprile, que ha tenido gran éxito, y el de Monterrey, en Salamanca.
El nuevo duque acaricia otro proyecto: reconvertir dos edificios de oficinas situados junto al Palacio de Liria, su residencia, en pisos turísticos. El proyecto forma parte de un plan especial que tramita el Ayuntamiento y se calcula que la inversión del duque de Alba será de cinco millones y medio de euros.
Familai del duque de Alba en la boda de Carlos Fitz.-James Stuart y Belén Corsini /
Parece que los años han dado la razón a la forma de gestión del Duque y que salen las cuentas. Los hermanos gestionan separadamente los terrenos que les correspondieron en herencia y que están dedicados a la ganadería, la agricultura y las energías renovables. La mayor parte de los bienes, palacios y obras de arte y documentos históricos conforman la Fundación Casa de Alba.
En estos años se han celebrado las bodas de los dos hijos del Duque, Fernando, duque de Huéscar , y Carlos, Duque de Osorno . El foco de la actualidad se ha puesto sobre ellos y sus esposas, la experta en arte Sofía Palazuelo y la gestora inmobiliaria Belén Corsini, dos jóvenes de la alta sociedad madrileña, discretas y cultas, que representan una imagen modernizada de la nobleza del siglo XXI.
La Casa ya no es noticia por ese espíritu flolklórico que le imprimió la difunta Cayetana y que la convirtió en duquesa del pueblo. Cayetano es el único que mantiene todavía una cercana relación con los medios y concede algunas entrevistas y habla con naturalidad de las desavenencias familiares. Carlos Fitz-James Stuart deja el costumbrismo popular a un lado. Parece que sus decisiones van por el buen camino.