El príncipe Harry junto a su madre, Diana de Gales, en una imagen de archivo. /
El príncipe Harry, junto a su esposa Meghan Markle , decidió alejarse por completo de la vida real, en 2020, y criar a sus hijos «con amor» y sin la constante intromisión de los medios. Quería dar Archie y Lilibeth todo lo que él confesaba no haber tenido, afecto y atención, y evitar que sufrieran las mismas cicatrices emocionales que él arrastra.
Harry creció en un ambiente en el que podía conseguir todo lo que quería: juguetes, palacios enteros para jugar y explorar o un ejército de sirvientes para cumplir sus caprichos. Hay quien podría pensar esta era la infancia perfecta, pero, sin embargo, el propio príncipe Harry ha reconocido, en los últimos años, que la educación que recibió fue «traumática».
Pero su narrativa sobre el sufrimiento durante su infancia y adolescencia no es compartida por casi ninguno de los expertos en realeza que han seguido sus pasos desde que nació. La veterana periodista Ingrid Seward, que ha seguido a la familia real durante 40 años, afirma, según recoge el diario Daily Mail, que los problemas emocionales de Harry se debieron básicamente a que su padre fue demasiado blando con él.
Según la periodista, «si Carlos hubiera sido más firme con Harry -y también, hasta cierto punto, con Guillermo- durante sus años de formación, quizá no le habría causado tantos quebraderos de cabeza«. Según Seward, autora de una biografía de Carlos publicada el año pasado, titulada «Mi madre y yo», Carlos fue un padre demasiado indulgente que permitía que su hijo menor se saliera sistemáticamente con la suya. Harry era el pequeño, lo que se conoce en Inglaterra como el «repuesto del heredero», por lo que no iba a heredar el trono y eso hacía que se le tratara con más libertad que a su hermano mayor, Guillermo .
Sin embargo, el ser «el repuesto» fue algo que nunca satisfizo a Harry. Él se lo tomó como un desprecio, un insulto, una maldición, tal y como confesaba en sus memorias de 2023. «Yo era la sombra, el apoyo, el Plan B. Me trajeron al mundo en caso de que algo le sucediera a Guillermo», escribía. «Para tenerme a mano en caso de problemas: para una transfusión de sangre o un implante de medula ósea». Seward, que contó numerosos detalles de la crianza de Guillermo y Harry en su último libro, pone en cuestión ese relato y asegura, con palabras muy duras, que «es completamente falso», aunque es así como ha decidido Harry verse a sí mismo.
Este punto de vista domina su vida y lo utiliza incluso como una forma de ganarse la vida, dice la periodista. Se ve a sí mismo como una víctima, lo que le ha llevado a « vengarse» de su familia y de la prensa por todas las ofensas que cree haber recibido. Y, lo que es peor, esa ira la ha dirigido especialmente contra Guillermo.
Los príncipes Harry y Guillermo en la década de los dos mil. /
Seward acepta la idea de el origen de los problemas de Harry, está en su infancia, pero su perspectiva es completamente opuesta a la del príncipe. La periodista, como muchos otros colegas en aquellos días, tuvo un acceso bastante cercano a los entonces príncipes de Gales y visitó en numerosas ocasiones el Palacio de Kensington para charlar con Diana o era invitada a las estaciones de esquí que frecuentaban Carlos y sus hijos para alguna entrevista. Así que pudo ver de cerca como iban creciendo los príncipes y su opinión sobre la crianza errónea de Harry es una de las más formadas.
Para empezar, parece que Lady Diana decidió infantilizar, desde el principio, a su hijo Harry al que llamó durante mucho tiempo «mi pequeño bebé». Harry sólo quería tener a Diana para él y no compartirla con su hermano Guillermo, que era dos años mayor. Esto lo llevaba a competir con Guillermo. El problema es que el futuro heredero era mejor que él, en el colegio y en casi todo lo que emprendía. A Diana le preocupaba que se creyera que su hijo menor era «tonto» porque no amaba los estudios como Guillermo ni tenía interés por la lectura.
Harry estudió en Eton, como su hermano, una de las escuelas más prestigiosas de Gran Bretaña, pero siempre tuvo problemas para concentrarse y para aprobar los exámenes y su director académico le dejó claro que no tenía madera de universitario. Harry reveló en su libro «Spare» que tenía dificultades para memorizar debidas a la muerte de su madre, porque «recordar equivalía a sufrir». Además, desde niño Harry padecía problemas de aprendizaje, dislexia y dolores de cabeza. Su madre llamó incluso a una curandera amiga para que solucionara sus trastornos. Guillermo, por su parte, tuvo una exitosa formación universitaria.
La propia reina Isabel II siempre consideró que los hijos de Carlos y Diana eran rebeldes. Hacían travesuras, como aquella vez en Sandringham, en que se subieron a un piano y rompieron un valioso jarrón. Pero era Harry quien solía salir por parado. Con nueve años, le dijo a su hermano: «Vas a ser rey; no importa lo que yo haga». Esto es una puerta abierta a un comportamiento sin límites. En lugar de reprenderlo, sus padres disfrutaban con andanzas, como cuando hacía imitaciones de la familia sin tener en cuenta quién era el personaje imitado.
A Carlos y Diana les hacía gracia. Más disciplina en esta época podía haber conformado el carácter de Harry de manera más positiva, asegura Seward. El problema era que Carlos y Diana se sentían culpables por el derrumbamiento de su matrimonio. Los niños escuchaban las peleas de sus padres y el llanto de Diana. Nunca protegieron de ellos a su hijo menor.
El príncipe Harry y Lady Di, en una imagen de archivo. /
Además, el estilo educativo de Diana chocaba de frente con la forma en que Carlos había sido educado. Diana dejaba a un lado las formalidades y educaba a sus hijos de una forma poco convencional. Siempre ponía por delante el tiempo de juego o programaba viajes de última hora con sus hijos. Para ella, lo más importantes eran las emociones. Diana les permitía hacer, más o menos, lo que querían. Dejaba que los niños simplemente se las arreglaran.
Carlos odiaba la confrontación, al igual que su madre y su abuela, y por eso no supo enfrentarse a su familia, ni a Diana, ni a sus hijos, especialmente a Harry. Siguió con la misma forma de educar que Diana, aunque dentro de un marco más formal y tradicional, pero no fue suficiente. Y fue difícil para Carlos construir una relación con sus hijos debido al divorcio.
Carlos no llenaba a sus hijos de besos y abrazos, como hacía Diana, pero le enseñaba a Harry, por ejemplo, cosas sobre la naturaleza y las plantas, diciéndole que «ellos también tienen sentimientos». Sin embargo, Harry interpretó el retraimiento de su padre como falta de afecto, y ha asegurado que hoy «bombardea» a sus propios hijos con el amor que nunca recibió de su padre.
Harry cuenta que su padre no le abrazó ni siquiera cuando les contó a él y a Guillermo que su madre había muerto. Pero esa falta de cercanía Carlos la sufrió él mismo de niño con su madre, la reina. Harry cree que hay una «herencia genética» en esta frialdad.
El príncipe Harry, portada del periodico «The Sun», disfrazado como un nazi en una fiesta. /
Con la llegada de la adolescencia, la ruptura de las reglas por parte de Harry fue en aumento. Tomó cocaína a los 17 años, según el mismo ha reconocido. Se convirtió en el alma de todas las fiestas, alimentado por el constante abuso de alcohol. El club Mahiki del exclusivo barrio londinense de Mayfair era su favorito. Así que Harry empezó a aparecer en las portadas tambaleándose a la salida de las discotecas y peleándose con los fotógrafos.
Tras el matrimonio con Meghan y su salida de la familia real, la relación de Harry con su padre empeoró. La familia respondió con el silencio a todas sus críticas. Hoy parece poco probable que el príncipe, que cree estar en posesión de la verdad, pueda cerrar las heridas familiares.