Desde que Enrique de Sussex regresó a California parece que se ha dedicado a una única cosa: suavizar y reescribir su libro de memorias. La autobiografía del nieto favorito de Isabel II, que prometía ser el bombazo editorial del año, puede que se quede en un simple petardo a base de recortar los pasajes que pueden dañar la imagen del nuevo rey, Carlos III, y la nueva reina consorte, Camilla.
Aún así, por mucho que Enrique haya prometido a su padre suavizar su historia, Carlos III teme la autobiografía de su hijo, quizá porque no guarda un buen recuerdo de otro libro de memorias que colocó a los Windsor en el ojo del huracán: el de Diana de Gales.
En 1992, mientras nuestros reyes paseaban por la Barcelona olímpica, los Windsor tuvieron que enfrentarse a un libro y a una mujer. El libro se titulaba, «Diana, su verdadera historia» y estaba escrito por el periodista Andrew Morton.
La mujer que confesaba su vida en aquellas páginas había sido hasta ese momento la «esposa ideal» del heredero de la corona, Lady Diana Spencer. Carlos y Diana aún no estaban divorciados cuando se publicó el libro, pero su matrimonio hacía aguas por todas partes para beneficio de la prensa rosa británica.
El libro relataba que la princesa de Gales era bulímica y que se había intentado suicidar en al menos cinco ocasiones. En sus páginas se culpaba de tanta amargura y sufriemitno a su marido infiel y a una familia política fría y distante.
Fue un bombazo editorial. Se vendieron más de siete millones de ejemplares, 100.000 de ellos en las primeras 24 horas (y eso que muchas librerías lo retiraron por lo «sensible» de su contenido). Se tradujo a 80 idiomas. En 2017 el autor firmó un nuevo prefacio a su reedición identificando a su principal fuente para escribir aquellas páginas: la propia princesa que se comunicaba con él a través de casettes en las que grabó su historia y que le hacía llegar a través de su amigo James Colthurst.
Seis meses después de la publicación de «Diana, su verdadera historia», los príncipes de Gales anunciaban su separación amistosa. Diana de Gales había conseguido su objetivo. Pero el precio fue muy alto.
La familia real británica no salía de su estupor. Nunca antes uno de sus miembros había mostrado en la plaza pública sus trapos sucios, había hablado de esa forma sobre su matrimonio, sobre cómo era la reina en la intimidad, sobre cómo eran las relaciones dentro de la familia real.
Pero las revelaciones más chocantes e insidiosas afectaban a su propio marido. Al confesar la toxicidad de su matrimonio con Carlos, Diana de Gales estuvo a punto de destruir para siempre la imagen del heredero del trono.
Pero su ataque a los Windsor tuvo daños colaterales: abrió la veda para la prensa que hasta entonces se había resistido a publicar los detalles más íntimos y mundanos de su familia real. En diciembre de ese mismo año Diana de Gales tuvo que afrontar que el periódico The Sun publicara sus conversaciones telefónicas privadas con uno de sus amantes, James Gilbey. Después de aquella noticia, llegarían muchas más. Sin ser ese su objetivo, Diana de Gales abrió la veda a la prensa sensacionalista.
Resulta complicado que los recuerdos de huérfano triste y adolescente enfadado de Enrique de Sussex estén a la altura de lo contado por su madre en aquel libro que estuvo a punto de acabar con los Windsor.
Entre otras cosas porque la polémica que rodeó a la publicación de las memorias de Diana fue mucho mayor que la que rodea en la actualidad a los protagonistas del Megxit. De hecho el propio Andrew Morton ya lo intentó escribiendo sobre Meghan Markle y fracasó: ni Kate Middleton ni Meghan Markle despiertan el interés de Diana de Gales por mucho que se pongan sus joyas.
Lo que hizo Diana de Gales en el 92 no lo había hecho ningún royal británico antes. De hecho, incluso hoy, tres décadas después, aquel libro sigue siendo el primer testimonio de una princesa real que acabó con la imagen del heredero al trono y de una familia real idílica y perfecta que usaban los Windsor hasta ese momento.
Carlos III teme que su hijo le coloque de nuevo en el centro de la polémica, que sus memorias se conviertan en un relato de su fallas como padre y que él y Camilla vuelvan a convertirse, de nuevo, en los malos de la película.
Mientras, al otro lado del océano Enrique de Sussex hace encaje de bolillos para suavizar sus memorias en un intento de evitarle a su padre un quebradero de cabeza al mismo tiempo que le da a Penguin Random House un bombazo editorial que merezca los 20 millones de euros que le adelantaron. Dos objetivos enfrentados en los que alguien saldrá perdiendo: o la editorial o Carlos III.
20 de enero-18 de febrero
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