Cayetano Martínez de Irujo se ha volcado en el mundo agrícola. /
Tuvo algo de caballero de triste figura, sobre todo en los tiempos en los que tuvo que sacarse de encima todo el recuerdo de su infancia a fuerza de libros de memorias y entrevistas. Cayetano Martínez de Irujo (60 años) se convirtió entonces en un Quijote frente a sus hermanos, un incomprendido que no quiso, no pudo, reprimir su sensibilidad. Al hijo favorito de Cayetana de Alb a le costó encajar en el nuevo organigrama familiar tras el fallecimiento de la duquesa.
Es un relato frecuente en la aristocracia y los herederos de grandes fortunas, personas que a su llegada al mundo lo han logrado ya casi todo. En la madurez, si no se ha encontrado una pasión o una vocación duradera, sobreviene la crisis. No debe ser fácil circular con una identidad basada únicamente en los títulos. Cayetano Martínez de Irujo tiene varios: duque de Arjona, conde de Salvatierra y Grande de España.
La historia es conocida: Cayetano Martínez de Irujo se convirtió en el gestor de confianza de las propiedades familiares en los últimos años de vida de su madre, la duquesa de Alba. Tras su fallecimiento en 2014, su hermano Carlos, nuevo duque de Alba , tomó las riendas. Cayetano se vio apartado. Perdió el control sobre negocios que estaba tratando de estabilizar e incluso crédito para defenderlos frente a la nueva autoridad. Debió de ser un momento violento.
Pongamos que el duque de Arjona ha vivido casi una década horribilis desde 2014, con la pérdida de su madre, las tensiones familiares y, últimamente, distintos problemas de salud muy persistentes. Sin embargo, el último año parece haberle dado una tregua y, además de presumir de una relación estable con Bárbara Mirjan (33 años más joven), Cayetano Martínez de Irujo se ha reivindicado como empresario agrícola. No tendrá ni voz ni voto en el patrimonio de la Casa de Alba, pero sí en el suyo propio.
El hijo favorito de la duquesa de Alba heredó varias fincas en las que ha encontrado un propósito y un horizonte. En las Arroyuelas, en Carmona, construye ahora mismo un embalse que ha costado 25 años finalizar. De hecho, Cayetano Martínez de Irujo ha explicado en cada entrevista cómo decidió dejar su carrera deportiva para fundar la empresa agrícola desde la que gestiona las dos fincas principales que heredó de su familia: además de la de Carmona, El Hierro, en Bujalance.
Cayetano Martínez de Irujo con su actual pareja, Bárbara Mirjan. /
Es esta última finca la que amenaza, de nuevo, en tragedia: truncar la historia de superación personal que está protagonizando el duque de Arjona, desde el naufragio de las relaciones familiares y el fin de su destino gestor de patrimonio, a su nueva vida como empresario y agricultor. La causa es una expropiación letal: partiría en dos El Hierro para instalar paneles solares.
«Vendí mis propiedades en Salamanca para invertir aquí y poner en marcha una empresa agrícola que ahora mantiene a 40 familias directamente y a otras 12 indirectamente», se lamentó amargamente Cayetano Martínez de Irujo, en una entrevista reciente en El Día de Córdoba. «Lo hice porque me di cuenta de que son las mejores tierras de España». El enfado del conde de Salvatierra es enorme: la situación ha despertado sus peores demonios.
«El disgusto más grande de la vida de mi madre fue la planta solar que puso mi hermano en El Carpio, donde ella en su momento había construido un chalecito en el que pasaba mucho tiempo», siguió explicando Cayetano Martínez de Irujo. «Allí se arrancaron cientos de olivos centenarios, una barbaridad. Teníamos una marca de aceite que había creado yo, un molino antiguo que es una joya... No hay por dónde cogerlo, pero allí sí se hizo porque mi hermano es lo opuesto a mí y lo opuesto a mi madre».
¿Que le queda a Cayetano Martínez de Irujo? Luchar, claro. Ya tiene al pueblo a su favor, la solidaridad del alcalde y ha explicado que está dispuesto a hacer una vez más las veces de Quijote para salvar su finca de la expropiación. Sería mucha mala suerte que se frustrara de nuevo su propósito de hacer sostenible la tierra. Para él mismo y para las familias que ya viven de ella.