El juego de tronos de las joyas perdidas de la realeza: exilio, robo, herencias, subastas y el papel de la reina Letizia (y de Juan Carlos I) en toda esta historia

La gran mayoría de las joyas que forman el joyero de la casa real pertenecieron a la reina Victoria Eugenia.

La Reina Victoria Eugenia con la corona de aguamarinas./getty images

La Reina Victoria Eugenia con la corona de aguamarinas. / getty images

Elena Castelló
Elena Castelló

A diferencia de otras casas reales, no existen en España Joyas de la Corona , aunque la Familia Real española disfruta de una notable colección de joyas . La mayoría de ellas pertenecieron a la reina Victoria Eugenia , que reunió una colección muy valiosa, tras su boda con el rey Alfonso XIII.

En su testamento estableció que parte de sus joyas más valiosas se asignaran al conde de Barcelona, heredero al trono en aquel momento, y quedaran vinculadas al Jefe de la Casa Real española, independientemente de si se convertía en rey. La condesa de Barcelona, madre del rey Juan Carlos, bautizó este conjunto de diademas, broches, collares y pendientes como «joyas de pasar». La colección es de una enorme belleza y de gran valor.

Las joyas de la reina Letizia

En la actualidad, la reina Letizia luce las joyas de pasar en cenas de gala o en la celebración del día de la Hispanidad o de la Pascua Militar. Entre las piezas que tiene a su disposición destacan la tiara de Flor de Lis, impresionante por su tamaño y su majestuosidad , regalo de boda Alfonso XIII a Victoria Eugenia; un collar de 37 perlas grandes, posiblemente la alhaja más valiosa del joyero real; un broche de brillantes del que cuelga la perla La Peregrina, en forma de pera; un collar de chatones de diamantes; o dos pulseras gemelas de brillantes.

Vídeo. Las 8 tiaras más impactantes de la realeza y su historia.

A este conjunto se suma media docena de tiaras recuperadas por el rey Juan Carlos, como la tiara Mellerio, de la infanta Isabel –la Chata–, la tiara Rusa, de María Cristina de Habsburgo, o la tiara Cartier, de estilo art déco. Sin embargo, hay varias piezas muy importantes que se han ido perdiendo con los años, y cuyo paradero es un misterio, en algunos casos, a pesar de que, un día, las lucieron las reinas de España. El exilio, el robo, las herencias y las subastas han extraviado un tesoro que forma parte de la historia.

La reina Letizia con la tiara de Flor de Lis, el regalo de boda de Alfonso XIII a la reina Victoria Eugenia. / gtres

La misteriosa desaparición de la perla peregrina

La primera pieza de la que no se sabe con certeza dónde se encuentra es la llamada «perla peregrina». Hay crónicas que la sitúan entre las joyas de la Casa Real española, como «pendentif» de un broche de brillantes, que doña Sofía ha lucido en numerosas ocasiones, o colgando de su collar de perlas.

La Peregina de Liz Taylor.

Sin embargo, otras versiones aseguran que esta perla no es la verdadera Peregrina, y que la auténtica fue comprada por Richard Burton, en 1969, para regalársela a Elizabeth Taylor. Su origen se remonta al siglo XVI. Su peso es de 58 quilates y medio y fue encontrada en el Golfo de Panamá y entregada como presente al rey Felipe II de España, quien la montó en un broche. Felipe III la luce en su famoso retrato ecuestre de Velázquez.

Fue exhibida por todas las reinas de la casa de Austria. Pero su pista se pierde en 1808, cuando José Bonaparte, convertido en rey de España tras la abdicación de Carlos IV, se apropió de todas las propiedades relacionadas con la corona, entre ellas sus joyas, de las más valiosas de Europa.

Se dice que el rey Alfonso XIII trató de recuperarla en una subasta, en 1914, pero que le resultó demasiado cara. Entonces adquirió una perla casi idéntica y se la regaló a la reina Victoria Eugenia, quien siempre sostuvo que la suya era la original. Sigue sin estar claro cuál de las dos es la verdadera Peregrina, la única pieza robada del joyero real.

La reina Victoria Eugenia con su conjunto de esmeraldas

Pero si hay una pieza de belleza excepcional entre las que ya no figuran en el cofre real es sin duda la «parure» de collar, pendientes, broche y sortija de esmeraldas de la reina Victoria Eugenia. Las piedras fueron un legado de la emperatriz Eugenia de Montijo, su madrina, y originalmente eran nueve, cuadradas.

A quién pertenece la «parure» de collar, pendientes, broche y sortija de esmeraldas

Parece que habían pertenecido a la corona de Napoleón III y que Victoria Eugenia las heredó de la emperatriz en 1920. Le encargó entonces a Cartier que diseñara un collar con ellas, unidas por un doble hilo de diamantes. Luego añadió al conjunto dos piedras más para hacer unos pendientes. Posteriormente, se quitaron dos piedras del collar y se hizo con ellas un broche y una sortija.

El conjunto, salvo los pendientes, salió a subasta en 1961 y se vendió por separado: el anillo y el broche fueron adquiridos por un comprador anónimo y el collar pasó a manos del joyero norteamericano Harry Winston. Parece que Winston lo adquirió para hacer un collar de siete colgantes para la emperatriz de Irán Farah Diba, además de pendientes, una pulsera y un anillo.

Sin embargo, los expertos dudan de que sean las mismas esmeraldas que las de la reina Victoria Eugenia, porque son de menor tamaño. Cuando el Sha y su esposa partieron al exilio, el collar quedó guardado en una caja fuerte del Banco de Irán.

La reina Victoria Eugenia con la corona de aguamarinas. / Pinterest

Entre las tiaras que dejaron el cofre real figura una de aguamarinas de diseño espectacular, que Victoria Eugenia lució a menudo. Se trataba de una joya de inspiración floral hecha a base de platino y diamantes, con cinco arcos donde originalmente colgaban unas perlas que con el tiempo serían sustituidas por unas aguamarinas de gran tamaño. Victoria Eugenia se la regaló a su hija, la infanta Beatriz, con motivo de su boda con Alessandro Torlonia.

Más tarde, la Infanta le encargó a la firma Bulgari que remodelase la joya y sustituyera los arcos con motivos florales por unos círculos de diamantes entrelazados. La Infanta Beatriz se la dejó en herencia a sus dos hijas, Alessandra y Olimpia, que, tras la muerte de Alessandra, en 2015, es hoy su actual propietaria.

El papel del rey emérito Juan Carlos I

La tiara de aguamarinas fue una de las piezas que el rey Juan Carlos quiso recuperar, pero su tía no accedió a vendérsela. La última vez que se pudo ver la joya la llevaba la hija de Alessandra, la princesa Sibilla de Luxemburgo, en la cena de gala previa a la boda del Príncipe Guillermo de Luxemburgo y Stéphanie Lannoy en 2012.

Sibila de Luxemburgo con la tiara de aguamarinas. / getty images

Entre las piezas «perdidas», hay una especialmente valiosa: un broche de diamantes que la Reina María Cristina recibió como regalo de bodas cuando se casó con Alfonso XII, en 1879. Es un prendedor diseño «corsage», que se colocaban debajo del pecho, debido a su gran tamaño, muy de moda durante todo el siglo XIX. Este destaca por su tamaño – 20 centímetros– y por el valor de las piedras que lleva incrustadas en oro –95 quilates–.

Tras la muerte de la Reina María Cristina lo heredó su hija, la Infanta María Teresa de Borbón, que, más tarde, lo dejó en herencia a su hijo primogénito, el Infante Luis Alfonso de Baviera. Pero, el Infante decidió subastarlo, en los años ochenta.

Fue el barón Thyssen quien lo adquirió y hoy está en manos de la baronesa Thyssen, Tita Cervera, que lo recibió como regalo de su esposo. Hace unos años, intentó vender la joya, pero la subasta no prosperó. Está considerada una de las joyas más exquisitas de la orfebrería del siglo XIX.

Temas

Joyas