Emanuela Dampierre con su hijo Alfonso de Borbón y su nieto, Luis Alfonso. /
Emanuela Dampierre, que había pasado una infancia y adolescencia con ciertas penurias económicas por culpa del divorcio de sus padres, aceptó dócilmente el mandato de su madre, creyendo quizá que podría convertirse en reina de España en el exilio. Pero Jaime ya había renunciado a sus derechos sucesorios (para él y para sus descendientes), dos años antes, al cumplir 25 años, presionado por su padre, que veía difícil que pudiera reinar debido a su sordera.
Alfonso, el primogénito, padecía hemofilia, y para alivio de Alfonso XIII ya había salido por propia voluntad de la línea de sucesión al casarse con la heredera cubana Edelmira Sampedro, en 1933. El heredero finalmente fue don Juan, el tercer hijo de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg , y el único varón sano.
Emanuela Dampierre y Rúspoli, nacida en Roma el 8 de noviembre de 1913, era hija del vizconde Roger de Dampierre, duque de San Lorenzo, un aristócrata francés, y de su primera esposa, la princesa italiana Vittoria Emilia Ipsycrathea Agrícola de Rúspoli, hija de los príncipes de Poggio Suasa. Recibió los nombres de Victoria Juana Josefina Pedro María Emanuela. Mientras la familia real española estaba en Roma, en el exilio, Alfonso XIII y Vittoria de Rúspoli concertaron el matrimonio de sus hijos.
Emanuela tenía 21 años y su madre una gran ansia de que emparentar con la realeza. Dicen que amenazó a Emanuela con meterla en un convento si no accedía a casarse con el infante don Jaime. La boda se celebró en Roma, en la Iglesia de San Ignacio de Loyola, el 4 de marzo de 1935, pero la reina Victoria Eugenia no asistió. Alfonso XIII concedió a la pareja el ducado de Segovia.
Además, se convirtieron en duque y duquesa de Anjou, en 1946, al ser Jaime considerado, por los legitimistas franceses, el jefe de la Casa Real de Francia. Del matrimonio nacieron dos hijos: Alfonso, futuro duque de Anjou y de Cádiz , que nació en 1936, y Gonzalo, futuro duque de Aquitania, que vino al mundo un año después.
Pero el matrimonio fue un gran fracaso. Don Jaime no era fiel y tampoco lo terminó siendo Emanuela que, en 1946, abandonó el domicilio conyugal con sus dos hijos. El divorcio se certificó en Bucarest, el 4 de mayo de 1947, y fue confirmado en los tribunales de Turín el 3 de junio de 1949, aunque nunca se convalidó ni en España ni en Francia (la nacionalidad de Emanuela).
Tampoco se anuló desde el punto de vista eclesiástico. Así que, ante la familia real española, las leyes católicas y los legitimistas franceses, Emanuela siguió siendo la esposa del infante don Jaime. Emanuela, sin embargo, volvió a casarse por lo civil, en Viena, en 1949, con Antonio Sozzani, un financiero y coleccionista de arte milanés. De él se separó de forma amistosa más tarde en 1967. Don Jaime, por su parte, ya se había casado, poco antes, con la cantante Charlotte Tiedemann. Emanuela se unió durante un tiempo a un abogado napolitano, Federico Estartita.
Emanuela Dampierre y Jaime de Borbón, durante su luna de miel. /
Sin embargo, los golpes de la vida no habían hecho sino empezar para Emanuela. Tras varias relaciones fracasadas, se centró en el futuro de sus hijos, aunque nunca había sido una madre ejemplar. Los niños habían sido enviados a un internado en Suiza y la reina Victoria Eugenia les proporcionó el apoyo que no tenían en sus padres. Como en el caso de Juan Carlos I, fue para ellos como una segunda madre. Entonces llegó lo que Emanuela consideró la gran oportunidad de recuperar el puesto que hubiera deseado quizá al casarse con un hijo de Alfonso XIII: su hijo primogénito, Alfonso de Borbón, se comprometió con Carmen Martínez-Bordiú , la primera nieta de Franco. La pareja se casó en 1972.
Emanuela pensó que su hijo Alfonso podría convertirse en el sucesor de Franco y ocupar el trono de España, desplazando a su primo Juan Carlos, hijo primogénito de Don Juan. Emanuela, con la ayuda de su exmarido don Jaime, trató de poner en práctica algunas maniobras, como la retractación por parte de sus dos hijos de la renuncia que había firmado su padre en su nombre, pero Franco tenía claro que su sucesor sería Juan Carlos . Emanuela y Don Jaime se convirtieron en personajes incómodos para la familia real española
En 1979, Carmen abandonó a Alfonso. Se divorciaron en 1982 y Carmen se casó con el anticuario francés Jean Marie Rossi , con quien tuvo una hija, Cynthia. Pero fue Alfonso quien se quedó con la custodia de sus dos hijos, Luis Alfonso y Francisco de Asis. Emanuela nunca pudo personárselo a Carmen. Concibió hacia ella una aversión difícil de contener
Cada vez que tenía ocasión, criticaba a su nuera de forma muy dura. Llegó a afirmar en una entrevista televisiva que Carmen no podía contenerse con los hombres. Lo curioso es que la trayectoria de su nuera se parecía bastante a la suya propia. Ella también había abandonado el domicilio conyugal y había tratado de rehacer su vida en varias ocasiones. Pero todavía quedaban más tragedias por llegar.
Boda de Carmen Martínez Bordiu y Alfonso de Borbón /
En 1984, el duque de Cádiz, tuvo un grave accidente de coche, con sus dos hijos, al saltarse un stop, cuando regresaba de unos días en la nieve. Francisco de Asís, el hijo mayor, falleció en el acto. Cinco años después, fallecía su hijo Alfonso en un trágico accidente de esquí, al chocar contra un cable que le segó el cuello. En 2000, Gonzalo, su segundo hijo, fallecía de leucemia. Emanuela se quedó prácticamente sola. Le quedaba su nieto Luis Alfonso, que había heredado el ducado de Anjou, asumiendo el legado de los legitimistas franceses.
Su relación siempre fue estrecha y cariñosa, aunque Luis Alfonso prefirió quedarse en Madrid con su abuela materna, Carmen Franco , mientras ella vivía en Roma. Vivía en un palazzo romano rodeada de todos sus recuerdos. Repetía a quien quisiera escucharla que la muerte de su hijo Alfonso había sido producto de un asesinato. Según ella, organizado por los masones, como explicaba la periodista Consuelo Font, que la entrevistó en la capital italiana.
Emanuela murió en Roma con 99 años, el 3 de mayo de 2012. Su gesto fue siempre amargo, en sus últimos años, que pasó en una silla de ruedas. Fue enterrada en el panteón familiar de los Dampierre en París. Publicó unas memorias en 2003, en las que aseguraba que, durante toda su vida, se había sentido como una superviviente y que su objetivo fue siempre proteger a sus hijos. En una entrevista Carmen Martínez-Bordiú, que acudió a su funeral, tuvo la elegancia de tratar de entender su ira. «Le hice daño a su hijo, si alguien hubiera hecho daño a mis hijos, probablemente habría hecho lo mismo».