exclusiva 30 años sin don Juan de Borbón: sus anécdotas inéditas contadas por la hija de uno de sus grandes amigos, el conde de Montarco

El conde de Barcelona falleció en Pamplona el 1 de abril de 1993, a consecuencia de un cáncer de laringe, acompañado por sus tres hijos, el rey Juan Carlos y su mujer, la reina Sofía, y las infantas Pilar y Margarita.

Don Juan de Borbón con su hijo, el futuro rey Juan Carlos I. / DR

Juanra López
Juanra López

El padre de Ana de Rojas, el conde de Montarco, fue uno de los amigos más íntimos que tuvo don Juan de Borbón en su ajetreada vida . Un apoyo esencial para un heredero a quien le tocó vivir en unas circunstacias complejas. Hoy, 1 de abril, se cumplen 30 años de su muerte y hemos hablado con ella para que nos descubra el lado más humano de un hombre que tuvo que hacer grandes renuncias en su vida.

Ana de Rojas es la única superviviente de los cinco hijos que tuvo el conde de Montarco con su primera mujer, María Pardo-Manuel de Villena, fallecida oficialmente de un infarto en 1965. Aunque su propia hija plantea serias dudas sobre las verdaderas causas de esa muerte en su última novela, 'La carta perdida (En memoria de las condesas de Montarco)'. De Rojas no tiene ni de lejos y por voluntad propia la presencia mediática de su hermana de padre, Alejandra de Rojas , a quien el aristócrata tuvo con su segunda mujer, Charo Palacios .

Las vivencias de Ana de Rojas, que vive rodeada de animales y casi apartada del mundanal ruido en Morasverdes, una pequeña localidad de Salamanca, darían para mil y un reportajes, como buena Sherezade que es. En esta ocasión, le pedimos que haga un enorme flash-back temporal y nos remitimos a los tiempos de su devenir en el Palacio Montarco de Ciudad Rodrigo, que ya no pertenece a la familia, para recordar a una figura capital en su familia: su padre, Eduardo de Rojas y Ordóñez, fundador de la Falange junto a José Antonio Primo de Rivera, con quien mantuvo una gran amistad.

Quizás no tan estrecha, pero sí muy cercana fue la que el conde de Montarco, fallecido el 6 de agosto de 2005, atesoró con don Juan de Borbón y Battemberg, padre del rey Juan Carlos I y abuelo de Felipe VI, de cuya muerte en Pamplona se cumplen 30 años este 31 de marzo.

Cómo surgió la relación del conde Montarco y el rey Juan Carlos I

Siempre muy discreto con su vida privada, también en su entorno familiar, porque según recuerda su hija, no era muy hablador, el aristócrata sí que dejó de manifiesto el estrecho lazo que les unía: « No sé exactamente cómo empezó su relación, pero se remonta a cuando don Juan montó el Consejo Privado, al exiliarse en Estoril, en abril de 1946.

Era un órgano consultivo del que formaron parte distintas personalidades, que se disolvió cuando Franco designó a su hijo Juan Carlos como príncipe, en el verano de 1969», rememora Ana, quien cada jueves interviene como tertuliana en la emisora de Onda Cero en Ciudad Rodrigo.

Don Juan de Borbón junto a su gran amigo el conde de Montarco. / Cortesía de Ana de Rojas

«Era un Consejo bastante amplio que se reunía en Villa Giralda. Entre otros estaba Luis María Anson. Mi padre no es que nos contase mucho de lo que se hablaba allí. Iban a informar, cada uno en su área, de la situación, de los conflictos, los no conflictos, las políticas que parecían más adecuada o menos. No sé en quién tendría don Juan más confianza dentro de ese Consejo. Supongo que habría a los que escuchaba más, pero todos fueron su guía de lo que pasaba en España. No sé si él tenía más fuentes, pero las más fieles y sujetas a la realidad eran las de su Consejo», asegura.

«Don Juan veía venir lo que le iban a pedir, la renuncia, y eso lo llevaba muy mal porque por derecho propio tenía que ser el rey de España. El Consejo estaba dividido, los que le aconsejaban que no renunciase y los que le aconsejaban que lo hiciera, por beneficio de España y por la relación con Franco. Lo primero era que nombrasen príncipe a Juan Carlos y fue un sufrimiento brutal como padre y como estadista. Es lo peor que te pueden pedir, enfrentarte con un hijo por intereses patrios o políticos de altura. Recuerdo dos o tres veces que volvió mi padre de Giralda y le pregunté. Él me contestó que estaba pasándolo mal. Solo me dijo eso. Daba la sensación de que era una situación muy dolorosa», nos desvela.

Don Juan de Borbón. / gtres

« Mi padre siguió la relación con Don Juan después del fin del Consejo, porque cada vez que iba a Portugal se acercaba a verle, pero a título personal, amistoso. Recuerdo el entierro, que fue muy emotivo. Fue en El Escorial, donde yo estaba viviendo. Me llamó mi padre para decirme que no había manera de aparcar, que le había dejado el chófer y me pidió que le acompañara a la entrada. Yo no pude pasar porque no tenía acreditación, pero estaban todos muy conmovidos. Aquel día mucha gente se dio cuenta de las barbaridades que se hicieron con él. Hay quienes dicen que don Juan también las hizo, pero no estoy de acuerdo porque mantuvo una posición muy de alta política, muy de estadista. Soy una gran admiradora. No soy monárquica, pero si lo fuera, lo sería por don Juan», prosigue su relato con mucho énfasis en estas últimas palabras.

Ana de Rojas: «No soy monárquica, pero si lo fuera, lo sería por don Juan»

«Mi padre tenía una relación de gran respeto por don Juan y mi opinión personal es que fue el mejor Borbón del siglo XX. Era un hombre político, que tenía todas las virtudes de los Borbones, tenía sentido del humor, era sociable, un hombre muy atractivo y una cabeza de estadista bastante a resaltar», concluye Ana.

La hija del conde de Montarco está muy involucrada en la actualidad con el canal de Youtube de la Galería de Arte Ortíz, que han puesto en marcha una serie de personas aquejadas de distintos trastornos mentales, a los que se ayuda desde este centro, y en el que entrevista junto a José María Ortiz a personas relevantes vinculadas a Ciudad Rodrigo.

«La relación con mi padre con Don Juan no fue solo por el Consejo Privado, lo era a título personal. Recuerdo que en Mallorca, en el Club Náutico, era como el flautista de Hamelín. Allí estábamos todos a su alrededor, sentados en el suelo, escuchándole. Tenía una capacidad de conexión tremenda con la gente joven. Contaba anécdotas, historias, pero, como era muy cercano, cualquier tema que sacásemos él lo seguía, te estimulaba a seguir hablando. Tenía unas virtudes estupendas y muy particulares», recuerda.

«En esa época, en el mes de agosto, teníamos siempre un barco alquilado y don Juan estaba en el suyo. En el Club Náutico, al mediodía, cuando bajábamos, se encontraba sentado en una butaca y ya veías que había gente joven a su alrededor. Era curioso, lástima que no haya ningún documento gráfico de don Juan charlando con la juventud. Era un gran hombre, a pesar de sus defectos», nos explica.

Ana de Rojas, hija del conde de Montarco. foto: Cortesía de ana de Rojas.

«No solía estar acompañado por su mujer, María de las Mercedes . No la vi nunca en Palma, quizás estaba, pero jamás en el Club Náutico. Tampoco le vi con sus hijas, doña Pilar ni con doña Margarita. Andaba solo con su gente de confianza, con sus amigos. Al menos las veces que coincidí con él», matiza.

A propósito de los atractivos de don Juan mantiene que «no era guapo, pero era apuesto. Tenía una presencia física importante, atractiva. Sobre todo la sonrisa y la mirada. Era un hombre que emanaba calidez, simpatía, era muy accesible y, sobre todo, muy inteligente, eso se notaba en la expresión corporal y verbal. Hay que decir que a los Borbones se les dieron muy bien las mujeres porque no es que fueran muy selectivos. La parte mujeriega es evidente y clara, pero eso formaba parte también de su atractivo, sabía tratar a las mujeres, nos daba una sensación de calidez, de complicidad. Era muy agradable de trato».

De alguna forma, Ana de Rojas heredó la amistad de su padre con don Juan y así lo pone de manifiesto: «Viendo a don Juan a través de mi padre le tenía un enorme afecto y respeto. Cuando nos casamos mi marido y yo (Luis Lazcano, de quien está divorciada y con quien tuvo cuatro hijos, una de ellas, Adela, fallecida a consecuencia de una leucemia), fuimos a Estoril y dejamos firma en Villa Giralda para constatar que habíamos pasado por allí a saludarle, pero no pudo ser porque se encontraba fuera».

Su veredicto a propósito de la figura del conde de Barcelona no puede ser más apabullante, al igual que el de su padre: «El recuerdo de los que le hemos conocido es de peso y los que no le han conocido deben saber que la renuncia fue un hecho terrible para él, pero fue tan generoso que todo el mundo entonces reconoció lo que representaba. La relación que tuvo con mi padre fue intensa, porque tenía adoración por don Juan. Siempre que volvía de los Consejos comentaba que tenía una cabeza privilegiada y que qué pena que se estuviera desperdiciando».

Don Juan no fue uno de sus ilustres invitados al Palacio de los Montarco porque no se dieron las circunstancias, pero sí lo fue su hijo, el ahora rey emérito: «Nunca pasó por Ciudad Rodrigo ni por el Palacio, tampoco su mujer, doña Mercedes, ni las hijas, pero sí su hijo Juan Carlos. Nuestra relación con él llega a través de su padre, me imagino. En cualquier caso, mi padre a quien respetaba y admiraba más era a Don Juan, eso sin ninguna duda».

Como siempre, Ana de Rojas nos deja muchas preguntas en el tintero, pero nos emplaza a una siguiente ocasión… y nosotros recogemos el guante.