La princesa Carolina de Mónaco. /
Los Grimaldi no andan precisamente escasos de propiedades suntuosas. Al refugio de Charlène en Roc Agel podemos sumar la mansión de Le Clos-Saint Pierre donde reside la princesa Carolina. Pero el auténtico tesoro familiar se encuentra situado en la región francesa de Aisne, a 17 km al oeste de Laon. Hablamos del château o castillo de Marchais, que debe su nombre al municipio de unos 400 habitantes donde se levanta, y que llegó a los Grimaldi hace 170 años gracias a la esposa belga del príncipe Carlos III de Mónaco. Ahora es Carolina la ilustre inquilina de una residencia con una fascinante historia que guarda muchos recuerdos de su familia.
Según informaba la prensa local, la royal aterrizaba en avión privado en el cercano aeródromo del club de vuelo de Laon. Viajaba sola, acompañada tan solo por sus dos perritos y subió inmediatamente al coche que la esperaba. Dirección Marchais, para apurar sus vacaciones estivales.
¿Cuál es el origen de este castillo, rodeado de secretismo? Para saberlo tenemos que remontarnos al siglo XII, cuando tres caballeros galos que habían ido de cruzada y se habían convertido en prisioneros del sultán de El Cairo, fueron liberados y regresaron milagrosamente a su patria. Para dar gracias al cielo, instauraron el culto a una virgen negra, que se convirtió en objeto de numerosas peregrinaciones, incluso de soberanos y sus esposas necesitados de hijos.
En Marchais, no lejos de esta basílica dedicada a Nuestra Señora de Liesse, se alzaba un castillo fortificado. Hacia 1540, el descendiente de uno de los tres hermanos caballeros, Nicolas de Boussu, mayordomo del rey Francisco I, heredó las tierras de Marchais de su madre. Allí se hizo construir una elegante residencia renacentista en ladrillo y piedra.
Un grabado del castillo de Marchais. /
A lo largo de los siglos, el castillo fue pasando por varios propietarios nobles hasta que hace exactamente 170 años, en 1854, la condesa Antoinette Ghislaine de Mérode, que buscaba un castillo entre París y su Bélgica natal, puso sus ojos en la propiedad. La joven, de 26 años, era la esposa del príncipe Carlos Grimaldi, futuro príncipe Carlos III de Mónaco.
Heredado por el príncipe Alberto I de Mónaco a la muerte de su madre, el castillo de Marchais siempre fue un lugar al que el royal acudía para recargar las pilas, pero también hizo allí sus primeros descubrimientos en materia de fauna, flora y meteorología, según se puede leer en la web que conmemora el centenario de la muerte del tatarabuelo de Alberto, Carolina y Estefanía .
De niño, paseaba por sus vastas extensiones de bosques, pantanos, estanques y tierras de cultivo. Y de adulto, venía a cazar, a recibir a dignatarios y científicos extranjeros y a realizar experimentos con la telegrafía sin hilos. Fue también en el castillo donde el príncipe se casó con su primera esposa, Lady Mary Victoria Douglas-Hamilton, en 1869. También fue allí donde recibió a Maurice Léger, que pilotó el primer helicóptero en 1907.
Un detalle del castillo. /
La familia Grimaldi siempre estuvo muy implicada en la vida local. «La princesa Antoinette descubrió las precarias condiciones de vida de una población local que había sufrido las repercusiones de las revoluciones, las guerras napoleónicas y los periodos de inseguridad que las siguieron. La ayuda y la asistencia humanitaria se convirtieron en sus preocupaciones cotidianas«, se puede leer en la página web del municipio.
El complejo de este pintoresco château, situado al noroeste de Francia, tiene una extensión varias veces superior a la del propio principado de Mónaco y como curiosidad, en los años ochenta albergó una manada de camellos, entre otros animales exóticos, rescatados de un zoo en quiebra.
En una entrevista publicada el 17 de enero de 2017 en el diario 'L'Union', el príncipe Alberto II dijo que apreciaba la paz y la tranquilidad de Marchais y el hecho de estar en contacto con la naturaleza y la agricultura. «La finca, incluido el parque, abarca casi 1.500 hectáreas. Casi la mitad se dedica a la agricultura, con remolacha y cereales. También hay bosques y pantanos y hay que velar por la preservación del medio ambiente», señalaba entonces.
El príncipe Rainiero y sus hijos en Marchais. /
También compartió un grato recuerdo. Revelando que su habitación favorita del castillo es la de su infancia, añadió: «Había una cama muy pequeña y mi abuela accedió a dejarme otra, un poco más grande, que me recordaba a una cama de campamento militar. Pero me gustaba porque me hacía sentir como un soldado. Cuando tienes 7 u 8 años, es un sueño hecho realidad«.
Al igual que hacía en tiempos su padre, Rainiero III, el esposo de la princesa Charlène también viene a cazar a Marchais. «Cazo poco, tres o cuatro veces al año, pero casi exclusivamente caza mayor, sobre todo jabalíes o zorros», explicaba en la misma entrevista. «No me gusta mucho cazar corzos y ciervos. Soy uno de esos cazadores que simplemente se alegran de estar en contacto con la naturaleza y de ver animales sin disparar necesariamente».
El actual jefe de la familia Grimaldi ha querido en los últimos años revitalizar Marchais, algo abandonado por su padre, para disponer de una isla de tranquilidad alejada de los paparazzi y del glamour de la Costa Azul. Los 400 habitantes del pueblo, que ven al royal o a sus hermanas en bicicleta o tomando un café en el bar local, saben que están allí para descansar y respetan su incógnito.