Máxima y Guillermo, el día de su entronación hace una década. /
En enero de 2013, a punto de cumplir 75 años y tras casi 33 en el trono, la reina Beatriz de Holanda anunciaba su abdicación en favor de su hijo Guillermo. El 30 de abril, Guillermo Alejandro Nicolás Jorge Fernando de Orange-Nassau, príncipe de Orange, y su esposa, la argentina Máxima Zorreguieta, una de las royals más elegantes, se convertían en los reyes de Holanda, la monarquía más rica del mundo. Era la primera pareja de su generación en llegar al trono. Poco después lo harían Felipe y Matilde de Bélgica y Felipe y Letizia de España. Nuevas monarquías para un tiempo nuevo.
«No abdico porque el cargo se me haga pesado, sino con el convencimiento de que la responsabilidad sobre nuestro país tiene que estar en manos de una nueva generación», dijo la reina holandesa en un discurso televisado. Han pasado diez años de la entronización de Guillermo y Máxima y en esta monarquía renovada ha habido luces y sombras.
Guillermo y Máxima, vestida con un elegante diseño del belga Edouard Vermeulen, en rosa empolvado, y sus tres hijas, la heredera Amalia (2003), Alexia (2005) y Ariane (2007), con trajes amarillos de la española Pili Carrera, saludaron a los ciudadanos congregados en la plaza Dam, desde el balcón del palacio real. Guillermo tenía entonces 45 años y Máxima, 41, y llevaban 11 años casados. Guillermo (que ascendió al trono como Guillermo Alejandro) era el primer monarca varón en Holanda desde Guillermo III, que falleció en 1890.
Junto a él, Máxima había sabido vencer las reticencias que, en un principio, mostraron los holandeses y el propio Parlamento por ser hija de un antiguo ministro de la dictadura de Jorge Rafael Videla en Argentina. Su popularidad siempre estuvo en máximos. Pero ha habido momentos en estos diez años en los que hubo errores que afectaron gravemente a esa popularidad. Otros en los que la vida dió un fuerte golpe a lo soberanos. Repasamos los momentos más difíciles del matrimonio en su década como reyes.
Desde el comienzo de su andadura como princesa de Orange, Máxima Zorreguieta supo encajar con dignidad los momentos difíciles, como la ausencia de su padre, Jorge Zorreguieta, exministro de Agricultura de Rafael Videla, en la ceremonia de su boda. Máxima lloró durante el enlace en numerosas ocasiones y cautivó con su naturalidad a los holandeses. El matrimonio demostró que el amor de la nueva princesa por su nuevo país estaba por encima de todo.
Dieciséis años después, Máxima volvió a demostrar su fortaleza y su dignidad, en 2017, cuando falleció su padre, a los 89 años, y, un año más tarde, cuando su hermana pequeña, Inés, se suicidó en 2018. Tenía 33 años y padecía anorexia. Fue una de las damas de honor en la boda de Máxima. La noticia supuso una conmoción. En una entrevista posterior, Máxima contó que había contado con la ayuda de un psicólogo para vencer aquella trágica circunstancia. Empezó a interesarse por la causa de la salud mental. A la semana del suicidio de su hermana, ya estaba trabajando y sonriendo para los fotógrafos.
Guillermo y Máxima se han convertido en una de las parejas royal más sólidas. /
En 2020, las encuestas realizadas en los Países Bajos mostraron una aguda caída en la popularidad del monarca y en la confianza en la institución. El de la pandemia fue sin duda el año más difícil para Guillermo y Máxima. Según el estudio realizado por la agencia Ipsos, mientras en abril de ese año el 76% de los holandeses afirmaba tener mucha confianza en el rey Guillermo, el porcentaje bajó hasta el 47%, en diciembre. Los opositores a la monarquía pasaban de un 3% a un 14%.
¿Qué es lo que pasó en esos meses? Los reyes cometieron varios errores, coincidiendo con la pandemia, y no estuvieron a la altura en un momento de tanta tensión y sufrimiento. El primer traspiés fue la compra de un yate de lujo, de dos millones de euros, que Máxima regaló a Guillermo por su cumpleaños, y que salió a la luz en junio, lo que dio indicios de que no tenían intención de hacer pública la compra, considerada un asunto privado. Pero un ciudadano descubrió al rey probando su embarcación y subió una foto a las redes sociales. Las críticas y el escándalo no tardaron. A pesar de las críticas, Máxima defendió en una entrevista que el rey «se merecía el regalo».
Su lujosa casa de vacaciones en Mozambique, en la playa de Machangulo, que tuvieron que vender antes de estrenarla, en 2009, al saberse que parte del pago se había hecho a una empresa radicada en un paraíso fiscal, provocó una primera tormenta sobre el lujoso ritmo de vida de la pareja. En 2012, decidieron comprar otra casa en el Peloponeso griego, por 4,5 millones de euros. La vivienda tiene puerto y playa privados y una superficie de 4.000 metros cuadrados, en una de las zonas más exclusivas de la costa griega. No gustó a los holandeses, pero al menos la compra se hizo con total transparencia.
Máxima y Guillermo, el día de su coronación como reyes de Holanda. /
Sin embargo, no parece que la polémica les afectase, más allá de irritarles, y Guillermo y Máxima continuaron tomando decisiones poco acertadas. Dos meses después del escándalo del yate, durante las vacaciones de verano en Grecia, salió a la luz una fotografía de Guillermo y Máxima junto al dueño de un restaurante. Ninguno llevaba mascarilla y tampoco respetaban la distancia social. Las críticas se multiplicaron. Parecía que Guillermo y Máxima no eran conscientes de la situación. Sin embargo, nada comparable a su siguiente error, probablemente el más grave de su reinado.
En octubre, Guillermo y Máxima regresaron a Grecia para unas cortas vacaciones con sus hijas. Viajar fuera de las fronteras holandesas no estaba prohibido, pero desde luego no era recomendable. Y más tratándose de los reyes, que debían dar ejemplo. La presión fue tan fuerte que tuvieron que regresar a Holanda nada más llegar. Emitieron un comunicada en video pidiendo perdón, pero no convencieron del todo a sus súbditos. El 70% opinaba que la imagen de la familia real se había visto muy dañada con esa polémica.
En diciembre de 2021 Alejandro y Máxima tuvieron que pedir, de nuevo, disculpas, por la manera en que habían celebrado la mayoría de edad de su hija Amalia, le heredera. Fue en los jardines de palacio y se invitó, según el Gobierno, a 21 personas, pero en realidad se reunieron más de un centenar de invitados. Las revelaciones sobre esta fiesta celebrada cuando todo el país se adaptaba a las restricciones provocadas por la pandemia provocó de nuevo la indignación de los holandeses.
La Casa Real aseguró que todos los asistentes estaban vacunados, y que se les había pedido una prueba para poder acudir. Sin embargo, el Gobierno de Países Bajos aconsejaba en ese momento no invitar a más de cuatro personas a este tipo de celebraciones. El rey acabó reconociendo que, a pesar de haber sido celebrada al aire libre y respetando el distanciamiento social, la fiesta no fue buena idea.
Es quizá la situación más difícil y que más ha hecho sufrir a los reyes de Holanda. Su hija mayor, Amalia, tuvo que encerrase en el palacio de Huis ten Bosch, en La Haya, tras recibir amenazas de muerte, por un cartel de la droga. «Estoy muy orgullosa de Amalia y de cómo sigue adelante», reconoció Máxima en una entrevista. Guillermo aseguró que «era muy duro».
La propia Amalia revelaba que lo estaba pasando muy mal. «Espero que las cosas cambien lo antes posible», aseguraba durante la visita oficial que hizo con sus padres a los territorios holandeses del Caribe en febrero. Fue en octubre de 2022, cuando el Gobierno restringió la movilidad de la heredera drásticamente. Tuvo que prescindir de la convivencia en un apartamento con otros estudiantes de la Universidad, en Amsterdam, y recluirse en la residencia familiar. En este viaje al Caribe la heredera pudo recuperar algo de la libertad perdida. La que debería ser la etapa más feliz de su vida, con otros jóvenes de su edad en la Universidad, se ha convertido en un infierno para ella y para sus padres.