La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin durante el día de su boda el 4 de octubre de 1997. /
Pocos podían imaginar entonces todo lo que sucedió después y que aquel matrimonio joven y moderno de Iñaki Urdangarin (al que le han pagado las vacaciones cuatro mujeres) y la infanta Cristina naufragaría entre rumores de infidelidad y una condena por corrupción. Pero eran otros tiempos. La monarquía española parecía sin mácula y el boato nupcial bien recibido. La boda fue ante 1500 invitados, el 4 de octubre de 1997, en Barcelona. El día había amanecido radiante y la gente se agolpaba ante la catedral de Santa Eulalia para ver llegar a los invitados y a los novios.
Asistieron representantes de 40 casas reales, los principales estamentos del Estado y personalidades de la cultura, la política y la empresa. Se casaba la infanta más cosmopolita y liberal y los miembros más jóvenes de las familias reales lo celebraron a su manera pasando varios días en Barcelona y frecuentando los sitios de moda. La celebración fue más comedida que la que había tenido lugar dos años antes en Sevilla, en la boda de doña Elena y Jaime de Marichalar , pero había un ambiente de fiesta en la ciudad contagioso. Se repartieron cientos de claveles entre los viandantes. El día anterior, el Ayuntamiento regaló a los novios un impresionante espectáculo de agua, luz, música y fuegos artificiales en la fuente Mágica de Montjuic, que los novios contemplaron desde un balcón.
La infanta Cristina e Iñaki Urdangarín habían llevado casi en secreto su noviazgo y la ilusión fue grande cuando se hizo público. Apenas un año después de los primeros rumores, la pareja se casaba en Barcelona, donde se habían enamorado y doña Cristina trabajaba, en la Fundación La Caixa, y vivía desde 1992, y donde se establecieron después y formaron una familia numerosa ( Juan Valentín acaba de cumplir 23 años ). Un mes antes de la ceremonia, don Juan Carlos había otorgado a la novia el título de Duquesa de Palma.
La novia amaneció con unas ligeras ojeras tras dormir apenas un par de horas, para poder disfrutar de la fiesta que celebró con sus íntimos, la noche anterior. Su vestido se convirtió en historia de la moda Española. Era un diseño en seda valenciana color marfil, de corte clásico y manga francesa, de Lorenzo Caprile –amigo de la infanta–, con un original cuello barco que dejaba al descubierto los hombros de doña Cristina, y una cola de tres metros. La infanta escogió la tiara floral, una joya encargada por Alfonso XII a la firma británica J.P. Collins –otros dicen que a la joyería francesa Mellerio– en 1879 para su prometida, la archiduquesa María Cristina de Habsburgo-Lorena.
Se dice que esta pieza de platino y diamantes, que ha lucido en varias ocasiones la reina Letizia, fue vendida por Alfonso XIII en el siglo XX, y que el Gobierno español la recuperó y la regaló a la princesa Sofía por su matrimonio, en 1962. La infanta la combinó con los pendientes de chatones de diamantes, una de las piezas favoritas de la reina Victoria Eugenia, que forma parte de las «joyas de pasar». Se cubría con un velo bordado, el mismo con el que se había casado la reina María Cristina y que el taller de Caprile restauró minuciosamente. El peinado de la infanta, estilo principios de siglo, era obra de Gloria Delgado y se inspiraba en los recogidos de Victoria Eugenia de Battenberg.
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El novio llegó del brazo de su madre, Claire Liebaert, y, media hora después, la infanta del de su padre, el rey, a los sones del Himno Nacional. Previamente había desfilado el cortejo nupcial presidido por el príncipe de Asturias y la reina Sofía. Entre los invitados se encontraban la emperatriz Farah Diba y su hijo mayor, Reza Pahlavi, junto a su esposa; los reyes de Noruega; los de Suecia, con su hija Victoria; la reina Noor de Jordania; Rainiero de Mónaco; el rey Letsie III de Lesotho o la familia real griega al completo. También hubo representantes de las dinastías de Bulgaria, Rumania, Brasil, Italia, Brunei, Hannover o Borbón-Parma. Muchos de ellos se alojaron en las suites del lujoso Hotel Arts.
Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina el día de su boda. /
La boda fue retransmitida en directo por Televisión Española y la retransmisión fue dirigida por la cineasta Pilar Miró. Diez millones de españoles pudieron verla en sus televisores. Dos años antes, la cineasta también había dirigido la retransmisión de la ceremonia de la infanta Elena con Jaime de Marichalar. En esta ocasión, la novia no olvidó pedir el consentimiento de su padre antes de dar el sí, algo que si había hecho doña Elena y que fue una de las anécdotas del día..
El banquete se sirvió en el palacio de Pedralbes, residencia de los reyes en Barcelona. Los invitados fueron atendidos por más de 500 camareros, que sirvieron un menú de quinoa real con verduritas y pasta fresca, lomo de lubina con suflé de langostinos y emulsión de aceite, y, de postre, chocolate, crema inglesa y una tarta nupcial de fresas. Entre los recuerdos de aquel día está el look de la infanta Elena, que deslumbró con un conjunto en rosa del francés Christian Lacroix y una pamela en color violeta, que le tapaba la mitad del rostro. Fue la mejor vestida según todas las encuestas. También destacó el collar de la joyería Bulgari en oro de 18 quilates con peridotos, amatistas y topacios engarzados que lució la reina Sofía, que optó por un diseño color maquillaje de Margarita Nuez, su modista de cabecera.