Lorenzo Caprile y la infanta Cristina. /
1997. Lorenzo Caprile (creador del inolvidable vestido rojo de Letizia Ortiz en la boda de Federico de Dinamarca y Mary Donaldson ) era entonces un jovencísimo diseñador –apenas 29 años– que iniciaba su carrera. Tras haberse formado en Italia recibió el encargo de su vida. La Infanta Cristina acababa de prometerse con el jugador de balonmano Iñaki Urdangarin y le pidió que diseñara su vestido de novia. Esto lo convirtió en el modisto preferido de las novias de la aristocracia y la alta sociedad.
El modisto llevaba ya algunos años diseñando moda nupcial, pero fue Doña Cristina l quien dio mayor visibilidad a su trabajo y sigue siendo así tras más de treinta años de carrera Y eso a pesar de que su vestido de novia no le trajo suerte, según reconocía Caprile. «Yo siempre he preguntado a mis novias si su vestido les había traído suerte. Doña Cristina fue de las que no», comentaba.
A pesar de esa «mala suerte» la amistad que surgió entre el modisto y la infanta no se ha deteriorado con el tiempo, todo lo contrario. Caprile acudió en persona a la última sesión del juicio del caso Noós para demostrar a la infanta su apoyo en uno de sus momentos más difíciles. La saludó con un abrazo en cuanto se encontraron en la sala de vistas sin importarle lo que pudieran decir de él.
«En un momento en el que Doña Cristina podría haber elegido a quien quisiera para su boda, fichó a un chaval que estaba empezando y fue un espaldarazo a mi carrera», respondía en una entrevista con Vanitatis. «Y ese momento nunca lo olvidaré y siempre estaré en deuda. Con lo cual hay que estar ahí en lo bueno y en lo malo«.
Lorenzo Caprile acompañó a la Infanta Cristina en la última sesión del juicio del caso Noos. /
El vestido que protagonizó aquella boda del 4 de octubre de 1997, en una Barcelona paralizada por el cortejo nupcial, era un diseño en seda de corte imperial con manga larga, aplicaciones de inspiración modernista debajo del pecho y cola redondeada de tres metros de largo bordada con lirios, azucenas y estrellas de nieve. El velo de encaje, sujeto por la tiara floral de los Borbones, era de encaje, el mismo que había usado la reina Victoria Eugenia en su boda, a principios del siglo XX. Se restauró para que pudiera usarlo doña Cristina.
El equipo del modisto trabajó en un tiempo record y, una vez listo, fue trasladado del atelier del diseñador en Madrid a Barcelona en un furgón blindado. El tejido de seda había sido realizado en los talleres de Rafael Catalá, en Valencia. Llamó la atención, sobre todo, su escote barco por debajo de la clavícula, que dejaba los hombros al aire, demasiado abierto para el protocolo de una boda real. Pero doña Cristina buscada un corte clásico con un toque innovador.
Aquel escote, que descubrieron 22 millones de personas a través de la televisión, se convirtió en uno de los más imitados del modisto y en marca de la casa. Años después Clare Waight Keller, de Givenchy, lo retomó para el vestido de novia de Meghan Markle. Sin embargo, Caprile no está satisfecho del todo del resultado de aquel diseño, cuando lo analiza 25 años después. Las mangas que finalmente llevó el vestido no eran las que Caprile quería. «Son mucho más anchas de lo que me hubiese gustado», explicaba en el programa «Maestros de la Costura» de TVE.
La infanta Cristina sabía que ese día tenía que estar saludando a la gente una buena parte de la jornada: tanto en el paseo que daba junto a su padre, camino del altar, como en el que daría tras la ceremonia junto a Urdangarin, ya convertidos en marido y mujer. Por eso ella quería que la manga del vestido fuera cómoda y le permitiera libertad de movimientos.
El diseño recibió una crítica muy especial: la del diseñador Giorgio Armani. Caprile coincide con su apreciación y, al mismo tiempo, se siente halagado de que el modisto italiano se fijara en él aunque fuera para criticarle. El diseñador también ha confesado que el éxito de aquel encargo le desestabilizó.
La lealtad de la Infanta con el modisto continúa intacta después de todos estos años. Lo demostró, por ejemplo, en 2020, cuando aprovechó uno de sus desplazamientos a Madrid, para ir a ver la representación del musical «El médico» (cuyo vestuario era obra de Caprile), junto con su hermana, sus hijos pequeños, su sobrina Victoria Federica y Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Doña Cristina ha aprovechado muchas de sus visitas relámpago a Madrid para encontrarse con el diseñador de su vestido de novia y se les ha podido ver, en más de una ocasión, paseando por el exclusivo barrio de Salamanca.
La amistad de Lorenzo Caprile con las Infantas Elena y Cristina se forjó a través de las hermanas del diseñador, con las que compartieron colegio, una como profesora y otra como compañera de aula. Cuatro años antes que doña Cristina, se había casado con un originalísimo corsé de Caprile Carla Royo-Villanova con el Príncipe Kubrat de Bulgaria.
Parece que fue Carla, amiga de las Infantas a través de su marido, quien le recomendó el modisto a Cristina. El de Carla había sido su primer gran encargo y el modisto madrileño gozaba de cierto prestigio entre las jóvenes de la alta sociedad madrileña. El diseño fue un gran éxito e introdujo un nuevo estilo en la moda nupcial de la década.
Tras su traje de novia, la infanta Cristina le ha hecho más encargos al diseñador a lo largo de los años, al igual que doña Elena. Fueron ellas las que le recomendaron Caprile a doña Letizia, que lució media docena de sus diseños antes y después de convertirse en princesa de Asturias y en momentos clave como la cena de gala anterior a su boda (un diseño gris plata con escote estilo lazo en seda natural) o el espectacular vestido rojo de gasa que lució en la boda de Federico y Mary de Dinamarca.
Doña Cristina combinaba en las grandes ocasiones diseños de Caprile y de Jesús del Pozo. La boda de Victoria de Suecia fue otro gran escenario para los diseños de Caprile. Llevaron vestidos diseñados por él la infanta Cristina y la Infanta Elena. Dos diseños muy distintos, pero igual de espectaculares. El más llamativo fue el de la Infanta Elena: un impresionante vestido rosa, cuya falda en varias capas, con gran volumen desde la cadera y en asimetría que se inspiraba en un capote y estaba combinado con una chaqueta torera de estilo goyesco cuajada de pedrería y detalles de borlas.
Era una reinterpretación de la chaquetilla goyesca de finales del siglo XVIII. Se cosió a medida y en exclusiva para la infanta. Doña Cristina optó por un exquisito diseño de corte imperio en gasa, en color verde agua. En la cena de gala previa a la boda de Victoria de Suecia, doña Cristina también optó por Caprile, un vestido negro muy sobrio pero con impresionante escote drapeado de lo más sofisticado, con una bella flor de pedrería, por detrás.
Pero si hay algo que ha distinguido a Lorenzo Caprile, además de su lealtad, ha sido su discreción. No tiene redes sociales, ni página web. En estos 25 años ha escrito el libro 'De qué hablamos cuando hablamos de estilo' (Temas de Hoy) y ha creado vestuarios para óperas y obras de teatro, una de sus grandes pasiones. Sus opiniones son claras y a menudo contracorriente: considera que la moda no es arte, aunque sí creación. La suya es, sin duda, una de las más elevadas.