Bodas de agua

Los detalles del vestido de novia de Máxima de Holanda: un Valentino clásico, cinco metros de cola y una tiara prestada

Amsterdam se engalanó aquel 2 de febrero porque el príncipe Guillermo de Orange contraía matrimonio con Máxima Zorreguieta. La novia escogió un impecable Valentino y utilizó la tiara lucida por su suegra, la reina Beatriz, en su propia boda, aunque con un ligero cambio.

Los reyes Máxima y Guillermo de Holanda saludan desde el balcón real tras casarse el 2 de febrero de 2002. / gtres

Elena Castelló
Elena Castelló

La reina Beatriz de Holanda anunció, el 30 de marzo de 2001, el compromiso de su hijo, el príncipe Guillermo Alejandro, heredero al trono, con la joven financiera argentina Máxima Zorreguieta Cerruti . La ceremonia –en realidad, las dos ceremonias, una civil y otra religiosa, en la alcaldía– se celebró el 2 de febrero de 2002.

La realeza europea se reunió en la Neue Kirk de Amsterdam para asistir al enlace, que resultó triste para la novia, porque su padre, ministro de agricultura bajo el Gobierno del dictador Jorge Videla, en 1976, no fue autorizado a asistir . Tanto su padre como su madre siguieron la ceremonia desde Londres por televisión. La joven se emocionó cuando, durante la misa sonó el tango «Adiós, Nonino», el favorito de su progenitor.

Sin embargo, a pesar de las lágrimas, la novia deslumbró. Siguiendo los consejos de su suegra, la reina Beatriz , Máxima escogió al diseñador Valentino Garavani para que creara su vestido nupcial. Novia y suegra hicieron varios viajes a Roma para visitar el taller del modisto, lo que dio bastantes pistas a la prensa de Países Bajos sobre la identidad del autor del vestido. Una vez confirmado, todos coincidían en el acierto de la elección: clásica, opulenta sin ser recargada, sofisticada sin resultar extravagante. El ideal para una boda real.

El vestido de Máxima de Holanda, un diseño muy «royal»

El resultado fue un imponente diseño, sencillo, pero muy «royal», confeccionado en mikado de seda color marfil, con escote embocado y mangas tres cuartos. La falda estaba compuesta por paneles de encaje bordado y se ensanchaba de manera ligeramente acampanada hacia los lados, y descendía desde el borde de un corpiño de estilo imperio, terminando en una cola de cinco metros de largo. El vestido se tardó en confeccionar tres meses. Es, sin duda, uno de los que mejor han sufrido el paso del tiempo.

Máxima de Holanda lució un vestido nupcial de Valentino. / GTRES

Máxima escogió para sujetar su velo de encaje bordado una tiara del joyero de la reina Beatriz cuya historia se remonta a la reina de Wurtemberg, primera esposa del rey Guillermo III, en el siglo XIX, y fue la que llevaron la reina Beatriz y su madre, la reina Juliana, en sus bodas. Beatriz la escogió también el día de su proclamación. Esta diadema estaba tradicionalmente compuesta por cinco puntas rematadas por flores y botones de perla sobre una base de diamantes.

Pero Máxima reemplazó las perlas por cinco estrellas de diamantes, habitualmente utilizadas como broches o adornos para el pelo, que pertenecieron a la reina Emma, segunda esposa de Guillermo III, y que había recibido dos juegos –con diez puntas y con doce–, por su matrimonio con el rey Guillermo III en 1879.

Máxima de Holanda el día de su boda junto a sus cuatro damas de honor. / gtres

Máxima llevó, además, unos pendientes de diamantes que habían pertenecido la reina Guillermina, abuela de la reina Beatriz. El velo estaba confeccionado en tul de seda bordado a mano en «point d'esprit» –con pequeños lunares– y motivos de flores. Su ramo era de rosas blancas, gardenias, lirios del valle y hojas verdes.

Cuatro damas de honor y dos «de las flores»

La novia llevó cuatro damas de honor, entre ellas su hermana pequeña Inés Zorreguieta . Todas lucieron vestidos en dos tonos de rojo. La acompañaban, además, cuatro pajes y dos «damas de las flores». Tras la ceremonia, la nueva princesa y su príncipe salieron de la iglesia bajo un arco de espadas sostenido por oficiales de la Marina Real de los Países Bajos.

Después, recorrieron las calles en un majestuoso carruaje de época antes de aparecer en el balcón del Palacio Real, donde se besaron ante la multitud que se había reunido en la plaza Dam.