La princesa Esmeralda de Bélgica. / GTRES

Quién es la princesa Esmeralda de Bélgica, la royal que defiende el vandalismo en las obras de arte: rebelde, encarcelada y ecologista

La tía del rey Felipe de Bélgica considera normal la desobediencia civil para concienciar sobre el cambio climático. Ella misma fue arrestada en 2019 por participar en una acción ecologista, y pasó cinco horas en el calabozo.

La princesa Esmeralda de Bélgica secunda a los activistas que han atacado a las obras de arte para protestar por el estado de emergencia climática. «Es completamente normal que pasemos a la desobediencia civil», ha asegurado en un programa de televisión belga.

Sus palabras son muy tajantes, algo poco común entre la realeza, pero ella las avala con su propio comportamiento. En 2019 fue arrestada en Londres mientras participaba en una acción liderada por el movimiento ecologista Extinction Rebellion. Pasó cinco horas en un calabozo.

La hija menor de Leopoldo III tiene un historial de luchas sociales. Ha abanderado la causa medioambiental, la asistencia a niños enfermos y la defensa de los pueblos indígenas del Amazonas. En esta ocasión, entrevistada en el programa Domingo no es todos los días, de RTL-TVI, ha justificado las actuaciones de los grupos ecologistas por todas las muertes que supone el cambio climático.

«La gente tiene miedo, está preocupada por su futuro», ha insistido. A sus 66 años, la tía del rey Felipe de Bélgica asegura que los lanzamientos de comida a los cuadros reflejan «lo que la gente piensa» sobre la situación mundial. Para ella, el problema preocupa a todas las generaciones.

De hecho, hace tan solo un mes, la princesa trató de remover conciencias en Brasil en una entrevista con Soirmag. Aprovechando las elecciones presidenciales brasileñas, habló de que fue a Bruselas acompañada de Gert-Peter Bruch, presidente de la ONG Planeta Amazonas, para mostrar las primeras imágenes de un documental que acaban de rodar en el corazón del Amazonas. ¿El objetivo? Mostrar al panorama internacional la difícil situación de la selva tropical y los pueblos indígenas.

Por qué hay protestas contra el cambio climático

El caso más sonado del vandalismo en los museos fue el primero: El 14 de octubre dos jóvenes lanzaron sopa de tomate al cuadro de Los girasoles de Van Gogh, en la National Gallery de Londres. Después, ambas se untaron pegamento en la mano y se quedaron fijadas a la pared.

Las dos chicas llevaban una camiseta con el nombre de la asociación a la que pertenecen, la organización Just Stop Oil. Fueron detenidas después y puntualizaron que sabían que el cuadro quedaría intacto.

La idea era llamar la atención y se logró, el video se hizo viral. También la forma. El 23 de octubre, otros dos activistas del grupo alemán de protesta por la protección del clima Última Generación tiraron puré de patata sobre un cuadro del pintor impresionista francés Claude Monet.

Después hicieron lo mismo. Se pegaron a la pared junto a la obra de la serie Les Meules (Los Pajares), en el Museo Barberini de Potsdam, al sur de Berlín. Mientras, gritaron que había personas hambrientas, congeladas y muriendo.

En los últimos días, dos activistas echaron una sustancia pegajosa y se adhirieron al cuadro de La joven de la perla, de Johannes Vermeer, en Mauritshuis de La Haya. «¿Cómo se siente algo bello y que no tiene precio ser aparentemente destruido ante vuestros ojos? ¿Os indigna? Es la misma sensación que cuando ves cómo el planeta es devastado ante tus ojos», gritaba uno de ellos.

El movimiento también ha llegado a España. El sábado pasado, dos chicas de la asociación ambiental Futuro Vegetal pegaron sus manos a los marcos de los cuadros de La maja desnuda y de La maja vestida de Francisco de Goya en el Museo Nacional del Prado, en Madrid.

Además, pintaron el mensaje «​​+1,5» para referirse a los grados que podría subir la temperatura mundial. La finalidad era la misma, alertar sobre un aumento que provocará «un clima inestable y graves consecuencias en todo el planeta».

Por qué es polémica la Cumbre del Clima (COP27)

La princesa Esmeralda de Bélgica, que vive en la capital británica, viajará en los próximos días a Sharm-el-Sheikh (Egipto) para participar en la 27ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ( COP27). Comenzó el pasado domingo y acabará el 18 de noviembre. Allí, participará en algunas charlas.

Esmeralda ha respondido a las críticas que la llaman incoherente. Durante su entrevista con el programa belga, los espectadores (que pueden participar enviando preguntas) quisieron saber cómo iba a viajar al evento, sobre todo por el daño que provocan los vuelos en la huella de carbono. Ella admitió que iba a ir en avión porque era inevitable, pero no en jet privado, sino en uno comercial.

«Tenemos que dejar de pensar que tenemos que ser perfectos y dejar de decir que los activistas no pueden volar, que tienen que dejar de comer carne… Creo que ese es el mensaje que es importante. Debemos dejar de dispararle al mensajero», ha defendido. También consideró positivo que en esta cumbre organizada a orillas del Mar Rojo pudieran estar presentes, más allá de los representantes políticos, las empresas y la sociedad civil belga (al menos, algunos que se puedan permitir el viaje).

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