Lo mismo que el baile de la Rosa en Mónaco y el balcón de Buckingham Palace para los Windsor, el desfile del 12 de octubre es nuestra forma de conocer cómo van los juegos de poder en nuestra familia real a golpe de apariciones y desapariciones. Y desde el de 2003 no se ha visto cosa igual.
Aquel año se celebró el Día de la Fiesta Nacional sin la presencia de Felipe de Borbón, el entonces príncipe de Asturias y heredero de la Corona española. Una ausencia sorprendente y polémica porque la «excusa» oficial de por qué no estaba el príncipe en el palco de autoridades saludando a las fuerzas armadas junto a su padre se descubrió como falsa al poco tiempo.
Felipe de Borbón se perdió la fiesta nacional porque se encontraba en Nueva York y no pudo regresar a tiempo para el desfile. Pero en menos que canta un gallo los medios publicaron que el 11 de octubre el príncipe tenía su agenda más que despejada y si no volvió a España fue porque no quiso.
Primero Pilar Urbano (que después se desdijo) y después Jaime Peñafiel apuntaron al verdadero motivo de esta ausencia: un pulso padre e hijo para que el rey Juan Carlos aceptara a la mujer que Felipe había elegido como futura esposa: Letizia Ortiz.
La versión oficial afirmaba que el príncipe se ausentó del Día de la Fiesta Nacional porque estaba de regreso de su viaje oficial a Nueva York. Era la primera vez desde que se celebraba esta fiesta que Felipe no estaba en ese palco, por eso su ausencia llamó tanto la atención e hizo que los medios investigaran.
Lo que encontraron es que, ciertamente, mientras se celebraba el desfile del 12 de octubre el príncipe Felipe se encontraba embarcando en un vuelo de regreso a España. Pero esa no era toda la verdad. En realidad su agenda oficial había terminado dos días antes de aquel regreso, el 10 de octubre. La lectura que hizo la prensa en aquel momento fue clara: si el heredero dejó a su padre solo en aquel desfile, fue porque quiso.
Las explicaciones de Zarzuela no convencieron a nadie. « El viaje oficial a Washington y a Nueva York se programó hace meses. Entonces, estaba previsto que el Príncipe tuviese actos el sábado, pero se suspendieron e, igualmente, se volvió el domingo, como estaba dispuesto», explicó la Casa Real entonces.
Incluso los cronistas más monárquicos del momento no vieron con buenos ojos que el príncipe prefiriera hacer turismo por Manhattan que acompañar a su padre en la fiesta nacional. Máxime cuando en años anteriores la comunidad española en Nueva York se había conformado en años anteriores con la visita de la infanta Elena.
La rumorología y toda una batería de biografías no oficiales sobre los reyes de España, como el libro «Tú serás mi reina» de las periodistas Ángela Portero y Paloma García-Pelayo, dan otra versión de aquel «plantón».
En aquellas fechas el príncipe Felipe ya había planteado a sus padres con quién se quería casar: una mujer divorciada, plebeya y periodista; Letizia Ortiz. Después de la campaña mediática contra Eva Sannum el heredero del trono estaba dispuesto a acelerar todo lo humanamente posible su compromiso con Letizia.
La rumorología afirma que Felipe avisó a sus padres de que o se casaba con Letizia, o con nadie, y la representación gráfica de su ultimátum fue su ausencia en el palco en aquel desfile.
«El Rey, que no el padre, cedió. Felipe ganó, mejor dicho, ganó el amor. Pero aquel 12 de octubre de 2003, el Rey estuvo solo presidiendo el desfile. El Heredero le había echado un pulso, y lo había ganado. Veinte días después se anunciaba el compromiso como hecho consumado», escribió posteriormente Jaime Peñafiel.