EL PRIMER desheredado danés
EL PRIMER desheredado danés
Ingolf de Rosenborg nació siendo príncipe, pero como los desheredados hijos del príncipe Joaquín y la princesa Marie, morirá siendo solo el conde de Rosenborg. Cuando vino al mundo en el Palacio de Sorgenfri de Copenhague aún estaba vigente la ley que impedía a las mujeres acceder al trono danés.
Pero su suerte cambió en 1953, el año en el que los daneses votaron en un referéndum para cambiar la Constitución y permitir que las hijas de Ingrid de Suecia y Federico IX de Dinamarca pudieran heredar la corona.
Y así fue, por aclamación popular, cómo Margarita de Dinamarca acabó convertida en la mujer que lleva sentada 50 años sentada en el trono danés, mientras el ex príncipe Ingolf sería para siempre recordado como el primo de la reina que perdió la corona.
Hay quién podría pensar que Ingolf nunca tuvo las mejores cartas en aquella partida. Aunque su rama familiar había sido reconocida por su abuelo, el rey, como la legítima heredera de la corona, la realidad es que el padre del actual conde de Rosenborg, el príncipe Knud, no contaba con el favor del pueblo.
Mientras en la Dinamarca de los años 50 la familia formada por el rey Federico, su mujer Ingrid y sus tres hijas era respetada y admirada; los designados como sucesores de Federico desde 1947, el príncipe Knud y su hijo Ingolf carecían por completo del favor del público.
Afirman las malas lenguas que no sólo porque no contaban con una buena percha que quedara bien en las fotos, también se les achacaba que no eran, precisamente, la luz más brillante de palacio. Tanto que se popularizó la frase «una vez más, para el príncipe Knud» entre el pueblo danés dando a entender que había que repetirle las cosas varias veces para que las captara.
La anécdota que alimentó aquella leyenda nació de una ocasión en la que el príncipe Knud acudió a un espectáculo de ballet y se interpretó de nuevo una parte del mismo porque no había visto bien una escena desde el asiento que le habían asignado. Pero la mala prensa actuó magnificando la anécdota y el príncipe heredero acabó convertido en el príncipe distraído.
El propio Ingolf no quedó mejor retratado por la prensa que su padre cuando los periodistas acudieron a él tras saberse el resultado del referéndum y cuando le preguntaron qué quería ser de mayor ahora que ya no podría ser rey contestó «basurero». Tenía 13 años.
Si al conde le molestó dejar de ser heredero de la corona jamás lo mostró en público. Cierto es que la familia real siempre fue generosa con él. Le permitió casarse con una burguesa, Inge Ternney, que era su novia desde la infancia, le financiaron una gran propiedad en la que vivir alejados de la capital y los focos y hasta recibía una suma al año a cuenta de la corona.
Incluso al perder su tratamiento de príncipe se le concedió el de conde de Rosenborg, un título creado ex profeso para los integrantes de la familia real danesa que decidían casarse con personas sin sangre azul en su árbol genealógico.
El conde Ingolf podría haberse convertido en un sujeto incómodo en la corte de su prima Margarita de Dinamarca, pero ese papel al final lo ha acabado desempeñando su propio hijo, el príncipe Joaquín.
La realidad es que el conde ha llevado una vida tranquila con esporádicas apariciones en la vida royal en inauguraciones y eventos y hasta despertó ciertas simpatías cuando se quedó viudo al fallecer su primera mujer prematuramente por culpa del cáncer en 1996.
Ahora el conde Ingolf de Rosenborg vuelve a ser noticia porque él y su segunda esposa, la condesa Sussie, han vendido un lote de 39 reliquias reales, incluida la vajilla de plata del rey Christian y diversas obras de arte.
La excusa oficial para realizar la venta es que se muda a una casa más moderna y pequeña y necesitaba deshacerse del «sobrante». De vivir en 600 metros cuadrados pasa a hacerlo en 400. No está mal para un conde que nunca ha tenido hijos.
La extraoficial es que además de espacio necesitaba ganar liquidez, algo que seguramente ha logrado con los más 120.000 euros que ha recaudado. La subasta de estos objetos no es ninguna novedad en su familia, en 2018 sus tres sobrinas ( Josefina, Feodora y Camilla) también subastaron una tiara royal de diamantes y zafiros. Parece que la rama Rosenborg de la familia no le hace ascos a renunciar al legado familiar, sea una corona o una tiara.