Es la crisis matrimonial de la que hemos tenido una narración más concreta. En 2013, Letizia y sus hijas se incorporaron tres días más tarde que el entonces príncipe Felipe a las vacaciones familiares en Palma de Mallorca. Llegó por los pelos a la foto de grupo con los Borbón y Letizia se marchó de Marivent precipitadamente, tres días antes de lo previsto y sin Leonor y Sofía. Se mascó la tragedia, pero no era la primera vez que la familia vivía esta situación.
Si hubo una persona que entonces pudo empatizar con aquella Letizia a la fugatuvo que ser la reina Sofía , a la que suponemos más bien callada en una situación difícil que no le era nada ajena. Más de dos décadas antes, la monarca se dejó llevar por sus propios deseos de escapar de un matrimonio que no pasaba por el mejor de los momentos. Hoy sabemos que aquella situación no era, ni mucho menos, momentánea. La infelicidad tornada en desapego se iba a volver rutina.
La escena se contó en la crónica social de la época que se publicaba en los semanarios políticos, pues la situación tuvo su complicación a nivel institucional. El entorno del rey Juan Carlos y, por descontado, la reina Sofía sabían de la relación paralela del monarca con la mallorquina Marta Gayá . Podían existir, además, encuentros ocasionales en Madrid, pues los testimonios de presuntas amantes del soberano que se han ido conociendo de aquella época remiten a los mismos años.
En los años 90 la reina Sofía ya debía haber asumido la intensa vida sentimental de su marido, acaso siguiendo el consejo que le dio su madre, la reina Federica de Grecia , pocos años después de casarse. Fue en 1976 cuando la joven princesa griega descubrió que su marido español tenía amantes y huyó a India, a buscar refugio en su madre. Y con sus tres hijos pequeños. Su progenitora la devolvió a Zarzuela con un consejo: «No le abandones nunca».
La paciencia de la reina Sofía llegó a su límite en aquel verano de 1990 en el que, por primera vez desde el famoso golpe de Estado, la institucionalidad tembló. La monarca que tuvo que desvincularse del hombre por pura supervivencia sentimental, debió temer que se viera en peligro la parte de su matrimonio que aún tenía sentido: la sancionada en la Constitución y justificada por la línea de sucesión.
Aquel verano de 1990, el rey Juan Carlos vivía a tope su relación con la imponente mallorquina Marta Gayá, perteneciente a la alta sociedad mallorquina, reina de la llamada corte de Palma y acompañante del monarca en Baleares y destinos extranjeros varios. El romance era vox populi en Mallorca y en Madrid, de forma que cuando Sadam Hussein decidió invadir Kuwait, periodistas influyentes como Pedro J. Ramírez o Julián Lago comenzaron a criticar el estilo de vida frívolo del soberano en un momento geopolítico preocupante.
Lo peor, sin embargo, estaba por venir y sucedió en una famosa cena en Palma , en honor de Karim Aga Khan y Alberto de Mónaco en el Beach Club, en junio de 1990. Ya estaban sentados los monarcas cuando llegó, tarde y acompañada de José Luis de Villalonga, Marta Gayá. El rey Juan Carlos, en vez de enfadarse por hacer uso del retraso privativo de las reinas, acudió inmediatamente a su mesa. De aquella noche salió la solapada mención de la revista Tribuna a un amor mallorquín del soberano.
Según las crónicas de la época, una disgustada reina Sofía dio aquella noche un puñetazo en la mesa y, en acuerdo con su fiel Sabino Fernández Campo, entonces jefe de la Casa del Rey, decidió su propio exilio en el palacio de Sobrellano, en Santander. Zarzuela, inmediatamente, informó de que aquel palacio sería también destino veraniego para la familia real. Pocos minutos después llegó otro fax a las redacciones de los medios de comunicación en el que se remedaba lo anterior: se había producido «un error».
El palacio de Sobrellano en Comillas fue el primer edificio español que tuvo luz eléctrica, instalada por el primer marqués de Comillas de cara a una visita de Alfonso XII. De estilo neogótico y terminado en 1888 es propiedad del gobierno de Cantabria desde hace 35 años y funciona como un museo. También como sede de algunos cursos de la Fundación de Comillas.
No sabemos, y probablemente jamás llegaremos a conocerlo, si la reina Sofía llegó al palacio de Sobrellano en Santander, si pasó allí alguna noche o cómo se resolvió su acelerada vuelta a Marivent. Quizá aquella reacción de puro disgusto se reprimió incluso antes de la que la monarca saliera de Palma. Lo que prueba este incidente es que la reina Sofía no encaja tan sumisamente como parece en el perfil de esposa sufridora. Ella también tuvo derecho, tiene derecho, a su carácter.
20 de enero-18 de febrero
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