La infanta Cristina junto a Iñaki Urdangarin y su padre, el rey Juan Carlos I. / gtres

La extraña relación del rey Juan Carlos con sus yernos y su nuera: insultos a Letizia, desconfianza con Iñaki Urdangarin y ninguneo a Jaime de Marichalar

Las relaciones familiares de nuestra casa real son complejas y cómo ha tratado (y trata) el rey Juan Carlos a la reina Letizia, Jaime de Marichalar e Iñaki Urdangarin es una prueba de ello.

La imagen de la reina Letizia, muy seria, sentada junto a su suegro, un sonriente Juan Carlos de Borbón, se ha convertido en la metáfora gráfica de la poca sintonía que ha existido siempre entre el emérito y las parejas de todos sus hijos, de Letizia Ortiz a Jaime de Marichalar e Iñaki Urdangarin.

Del primero al último, los yernos y la única nuera del emérito han sufrido en público y en privado los desaires del que fuera hasta 2014 el máximo responsable de la monarquía española. De hecho, la realidad parece apuntar a que el rey Juan Carlos ha opinado y conspirado contra las parejas de sus hijos demasiado a menudo.

Vídeo. Familia Real española: los escándalos que la han destrozado

El rey Juan Carlos y la reina Letizia: tensión desde el primer día

Sin duda la relación más viciada de todas las que el emérito ha mantenido con las parejas de sus hijos la protagoniza Letizia Ortiz. De aquellos polvos vienen los lodos actuales y las imágenes de la abadía de Westminster.

Suegro y nuera no empezaron con buen pie. Afirman los expertos en nuestra casa real que antes de la boda que convertiría a Letizia Ortiz en princesa de Asturias la periodista fue investigada de forma intensiva durante seis meses por el CNI a petición del monarca. Desconfiaba de ella.

Como no encontraron nada relevante, el compromiso se hizo público, para desagrado del rey Juan Carlos al que Letizia no le gustaba por plebeya, divorciada, «roja» y periodista. Algo que llama la atención (y es una auténtica paradoja) ya que el propio Juan Carlos de Borbón mantuvo una relación íntima de 30 años de duración con una periodista, Queca Campillo.

Los desplantes privados a la actual reina de España por parte de su suegro fueron múltiples en el pasado y continúan a día de hoy. Se sabe que se refería a ella como «la nieta del taxista», su círculo de amistades la conocían como «la jolines» y el escritor Leonardo Faccio describió en «La reina impaciente» que al emérito le hacía mucha gracia que el personal de Zarzuela la llamara «la chacha».

Pero el más doloroso de esos desplantes se produjo sin lugar a dudas tras producirse el famoso rifirrafe de la catedral de Palma con la reina Sofía, momento que el rey Juan Carlos zanjó pronunció el ya famoso «Felipe, coño, divórciate de una vez».

Era la segunda vez que recomendaba a su hijo seriamente que abandonara a su mujer. La primera ocurrió, según Jaime Peñafiel, en 2013, en el verano en el que Letizia llegó más tarde que nadie a Marivent y abandonó la isla antes que el resto de la familia real dejando atrás a su marido y sus dos hijas.

El exilio en Abu Dabi no ha suavizado las cosas entre suegro y nuera: el rey Juan Carlos y los amigos que le quedan en España consideran a Letizia el origen de la caída de la popularidad del monarca y la responsable del rechazo de Felipe VI hacia su padre.

Así se lo hizo saber veladamente el propio monarca a su última confidente, la periodista francesa Laurence Debray, declaraciones que le valieron un nuevo enfrentamiento con su hijo la única vez que ha pisado España desde que la abandonó en 2020.

La relación de Juan Carlos de Borbón e Iñaki Urdangarin: de la desconfianza inicial al desprecio final

Aseguran en el documental de HBO sobre el emérito, «Salvar al rey», que desde el primer día Juan Carlos de Borbón desconfió del jugador de balonmano del que se había enamorado perdidamente su hija menor, la infanta Cristina.

Tanto es así que le pidió a su mejor valedora ante la prensa, s u amiga íntima Queca Campillo, que filtrara información a la prensa rosa sobre la pareja para intentar dinamitar la relación en sus inicios. Más tarde el propio monarca tuvo que parar el sabotaje al comprobar que su hija estaba convencida de haber encontrado a su amor verdadero.

Iñaki Urdangarin tenía todo lo que no le gustaba al emérito en la pareja oficial de una infanta: a pesar de sus éxitos deportivos era un plebeyo sin aparente oficio ni beneficio fuera de los canales deportivos. Y le advirtió después de la boda: «Mi hija no puede vivir en un piso».

Espoleado por su suegro y el apoyo a prueba de balas de su mujer, el ex jugador olímpico se reconvirtió en hombre de negocios para pagar un nivel de vida digno de una infanta y las reformas del palacete de Pedralbes.

Durante un tiempo parecía que Urdangarin se convertiría en lo que el rey Juan Carlos sí deseaba en la familia real e incluso de puertas afuera compartían sonrisas y «campechanía» cuando coincidían en cenas y comidas familiares.

Pero, en realidad, el emérito veía en este yerno a alguien con quien compartía demasiadas cosas, incluida su «afición» a las relaciones extramatrimoniales y el dinero. La cronista real Pilar Urbano ya advirtió durante el juicio del caso Nóos que poseía pruebas al respecto de la afición de Urdangarin por las mujeres: «Tengo emails que demuestran que Urdangarín ha tenido aventuras con otras mujeres».

Pero la procesión iba por dentro, concretamente, desde el mismísimo CNI. Mientras sonreía públicamente Juan Carlos de Borbón vigilaba estrechamente a su yerno y sus actividades comerciales desde que fundó el Instituto Nóos. De hecho «sugirió» al Centro Nacional de Inteligencia que monitorizara sus actividades, llamadas y copiara los correos electrónicos de su yerno.

Cuando estalló el escándalo el emérito dejó de lado a Urdangarin sin pestañear. Pilar Urbano lo tiene aún más claro: al jugador olímpico le llegó la cárcel porque el rey así lo quiso. «Si él lo hubiera querido, este escandalazo no hubiera sucedido», aseguró en una entrevista.

Durante el juicio del caso Nóos el emérito se encargó de «blindar» a la infanta Cristina a toda costa ( le pagó la mejor defensa posible e incluso habló con el fiscal del caso) al tiempo que la presionaba para que se divorciara de Urdangarin.

Vídeo. Luces y sombras en la relación Urdangarin-infanta Cristina

Finalmente, ese divorcio no llegaría como quería el emérito, pero lo que no consiguió ni un juicio, ni el exilio en Ginebra, ni la cárcel, ni la pérdida de títulos, lo logró una exclusiva en Lecturas años más tarde.

Las imágenes de Iñaki Urdangarin intimando con una compañera de trabajo dinamitaron su matrimonio con la infanta e hicieron que el emérito hablara de él por última vez: « ¡Pero qué hijo de puta! -dijo al enterarse de la noticia antes de añadir- A este ni un duro, de este tío no me habléis más».

El rey Juan Carlos y Jaime de Marichalar: el desencuentro con el más cortesano de sus yernos

El primero en foguearse oficialmente con el emérito fue Jaime de Marichalar quien, a priori, debería haber respondido a los requisitos exigibles para un pretendiente de infanta, pero ni siquiera él logró la aceptación total de su suegro.

De raíces aristocráticas, centrado en la infanta Elena al mil por mil ( algunos como la reina Sofía desconfiaban, de hecho, de tanta devoción), Jaime de Marichalar llegó a la corte de Zarzuela dispuesto a convertirse en el cortesano más fiel a la figura del rey Juan Carlos.

Por su parte el padre de la infanta Elena no compartía ese entusiasmo por intimar, de hecho, al conocer el noviazgo no se fio del «parece un buen chico» inicial y pidió al Ministerio de Asuntos Exteriores que revisaran la vida parisina de su futuro yerno.

Así fue como el rey Juan Carlos descubrió que Marichalar había inflado su currículum (ni era economista ni alto cargo del Credit Suisse) pero aún así transigió con la relación, todo fuera por casar a su primogénita.

Tras la boda lo que peor llevaba el monarca eran los alambicados modales de su yerno que llamaba «madame» a su propia mujer. Sin tuteos, bromas ni chistes guarros el rey Juan Carlos tenía poco que rascar de Jaime de Marichalar cuando coincidía con él. Su estrafalaria forma de vestir hizo el resto.

La única actividad que el rey disfrutaba al lado de Marichalar era la de intentar escandalizarle. Afirma Pilar Eyre que en un gran premio de Fórmula 1, en Montmeló, Juan Carlos de Borbón le dijo a su Marichalar señalando a las azafatas del evento: «¿Has visto? Esas sí son tetas y no las que tiene tu mujer». Marichalar no supo qué contestar.

A pesar de la evidente falta de sintonía entre ellos y el ninguneo posterior tras el divorcio, Marichalar ha continuado manteniendo su lealtad al rey Juan Carlos intacta y su carta de defensa al emérito tras su marcha a Abu Dabi fue tan sorprendente como criticada por su nivel de lo que las redes calificaron de «patetismo». Si su ex suegro le agradeció el detalle, desde luego, no ha trascendido.