REYES ENAMORADOS

Qué hacen los reyes en San Valentín: por qué es importante saber que Felipe y Letizia están enamorados

El deseo de constatar que los matrimonios coronados funcionan y los monarcas están enamorados no disminuye, pese a las evidencias de infidelidades, desavenencias y tensiones. ¿Por qué necesitamos saber que reyes y reinas se aman?

Los reyes Felipe y Letizia van a aparecer juntos en un acto el día de San Valentín, una coincidencia que subraya la idea de que la pareja funciona. / getty images

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

En San Valentín, la vigilancia a reyes y reinas se extrema a la búsqueda de indicios que nos demuestren que las parejas coronadas funcionan. Puede que se haya instalado la sombra de la sospecha, sobre todo después de conocer que el matrimonio de los eméritos Juan Carlos y Sofía fue una ficción durante décadas. En Dinamarca pasan por un trance similar, tras la irrupción de Genoveva Casanova en el horizonte sentimental de Federico que aceleró una abdicación y la subsiguiente coronación de Mary como consorte.

Los reyes Felipe y Letizia aparecen hoy juntos en una cita de su agenda oficial, previsiblemente mostrando su complicidad y sintonía. Mary y Federico reverdecen su amor con unas románticas vacacione s de esquí en Suiza, acompañados por todos sus hijos. Sin embargo, la sospecha persiste. Y, aunque los tiempos favorecen la incredulidad y el romanticismo queda para las películas, las voces que demandan saber la verdad sobre la vida sentimental de reyes y reinas son legión. ¿Estamos ante parejas que están realmente enamoradas o ante matrimonios que profesionalizan su tarea de representación monárquica y prescinden de una vida conyugal convencional?

San Valentín supone una fecha perfecta para hacernos algunas preguntas relacionadas con esta sed de realidad que se da en casi todas las monarquías, pero sobre todo en aquellas cuyos monarcas rondan los 50 años. Tiene sentido que, alrededor de las dos décadas de matrimonio real , se visibilicen grietas, ciertas o imaginarias, en un amor que ha de afirmarse o pasar a otra fase. La ciudadanía monárquica desea, de hecho, que se afirme y se confirme pero, ¿tiene derecho a demandar respuestas a esta pregunta?

Desde el punto de vista estrictamente legal, los monarcas disfrutan de la misma protección a su intimidad que cualquier otro español. La cuestión de si los reyes se aman mucho o poco les compete estrictamente a ellos. Sin embargo, en el terreno simbólico las exigencias son distintas, pues Felipe y Letizia o Federico y Mary representan a una institución cuyo ascendiente radica, precisamente, en la fortaleza familiar. ¿Por qué necesitamos saber que entre ellos existe una relación romántica?

Vídeo. Los 5 momentos más románticos de la historia de amor de Letizia y Felipe / mujerhoy

La monarquía instituye a una familia que debe funcionar

«Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que la monarquía es una institución muy especial, porque aúna la jefatura del Estado y, al mismo tiempo, tiene que funcionar como una familia. De hecho, para subsistir depende de que la reina tenga hijos, sea madre. Esto es algo antropológico, que está calado en el ADN de la sociedad desde la invención de la monarquía en la Mesopotamia en el 2.300 a.C.: el pueblo quiere ver en el liderazgo a un padre y una madre, a una estructura familiar ejemplar», explica María José Rubio, historiadora y autora de 'Reinas de España. Siglos XVIII-XXI. De María Luisa Gabriela de Saboya a Letizia Ortiz' (La Esfera de los Libros).

Los reyes daneses, Federico y Mary de Dinamarca, han vivido una crisis de pareja que ha repercutido gravemente en la institución, hasta el punto de la abdicación de la reina Margarita. / getty images

Esta familia ideal en la que, de alguna manera, se mira el resto de familias de la nación fue producto de un pacto político hasta el siglo XIX, explica Rubio, una de las autoras del 'Diccionario biográfico español', editado por la Real Academia de la Historia. «Los Reyes Católicos casaron a todas sus hijas con miembros de diferentes casas reales porque entendían el matrimonio como una herramienta política más. Y el lema de los Habsburgo, de la Casa de Austria, era 'Alii bella gerant. Tu, felix Austria, nube', o sea, 'Hagan otros la guerra; tú, feliz Austria, cásate'. Fíjate en que, al hablar de los matrimonios reales, en los documentos se dice que la España se casa con la Francia: no son las personas las que se casan, son los países. Estamos ante alianzas estatales».

El primer matrimonio real por amor fue el de Alfonso XII

Todo esto cambia a finales del siglo XIX, cuando esos matrimonios reales que han de representar una versión ideal de la familia, de la familia concreta que estructura la sociedad de su tiempo, tienen que adoptar una nueva norma amorosa: la del amor romántico. Las parejas coronadas no se hacen ya en la política con la esperanza de que surja el amor, sino que comienzan a favorecer el flechazo frente al interés político . O, al menos, lo pretenden para que el pueblo las sienta más cercanas.

«El primer matrimonio por amor es el de Alfonso XII con María de las Mercedes , que era su prima hermana», señala María José Rubio, Premio Ciudad de Cartagena de Novela Histórica por 'El cerrajero del rey', en 2012. «Estuvieron enamoradísimos desde niños, aunque como matrimonio de Estado no desentonaba nada».

Los cronistas reales aseguran que reyes Felipe y Letizia han superado varias crisis matrimoniales, aunque en público rara vez han roto su imagen de complicidad. / getty images

El peso de este ingrediente romántico en los matrimonios reales no ha hecho más que crecer con el paso del tiempo, hasta el punto de que un flechazo romántico en toda regla es hoy más fuerte que el linaje familiar de las reinas. De ahí que la legitimidad plebeya de las nuevas consortes sin sangre azul se encuentre, en gran parte, en la evidencia de un enamoramiento. Tiene sentido, pues hoy ningún monarca ha de casarse por motivos de paz o guerra, pues no rigen los destinos de los Estados y estos, además, ya no son imperiales.

Rubio, que ahora mismo trabaja en un libro acerca de María Josefa Amalia de Sajonia y Fernando VII, ha encontrado sin embargo muestras de un romanticismo inesperado en matrimonios pactados solo para la política. «Felipe II estuvo enamoradísimo de Isabel de Valois y de Ana de Austria, Felipe III estuvo enamoradísimo de Margarita de Austria, Felipe IV estuvo enamoradísimo de Isabel de Borbón… No se conocían pero el matrimonio de Estado funcionaba. Si lees las cartas de Fernando VII, ves que llama a María Josefa Amalia de Sajonia 'pimpollo mío', 'pichoncito de mi alma', 'Pepita de mi corazón', con una ternura…».

En la realidad, un matrimonio de Estado puede derivar en historia amorosa, mientras que un flechazo romántico no asegura que la pareja real vaya a durar para siempre. Lo que sí se mantiene desde Mesopotamia hasta ahora es la función simbólica de la monarquía, una tarea constante de representación ante la nación que no se puede profesionalizar como si fuera un trabajo: ha de ejercerse en todo momento. «Los reyes y reinas viven en medio de una liturgia, de un símbolo, de una iconografía»; explica María José Rubio. «Por eso la monarquía no es un oficio».