Julio Iglesias e isabel Preysler en una imagen de cuando eran el matrimonio más glamouroso de España. /
María del Rosario de la Cueva y Periñán fue testigo de una de las grandes historias de amor y desamor del papel couché, la de Isabel Preysler y su hijo, Julio Iglesias. Pero también fue la sufrida esposa del mediático dr. Julio Iglesias Puga; la persona que bautizó a Isabel Preysler como «la china» y quién descubrió antes que nadie el idilio de su nuera con Carlos Falcó, marqués de Griñón .
Charo de la Cueva, como la llamaban en los medios de la época, tenía sangre aristocrática por parte de madre, legado periodístico por parte de su padre, José de la Cueva, y el sueño de que su hijo mayor fuera diplomático y se casara con una niña bien madrileña.
Pero en contra de sus deseos su hijo se convertiría en una estrella de la canción de fama mundial y ella acabó haciéndose un hueco en la prensa rosa por rociar con agua bendita la cama de su hijo cada vez que sus amantes abandonaban el lugar.
Se podría considerar que Rosario fue una mujer víctima de su tiempo, que vivió uno de esos matrimonios sin amor típicos de una época donde el divorcio era imposible y a la que le fue imposible empatizar con su nuera, una mujer muy joven que acabó separándose de su hijo.
Para su desgracia Charo de la Cueva permaneció toda su vida atrapada mentalmente en un matrimonio con un hombre infiel, y por ello jamás perdonó a Isabel Preysler la «poca paciencia» que demostró con su hijo y sus infidelidades.
Extremadamente religiosa, Charo se negaba en redondo a separarse oficialmente de su esposo, el dr. Iglesias Puga, a pesar de las relaciones extramatrimoniales de este. De hecho, cuando en 1985 un juzgado madrileño concedió a Iglesias Puga el divorcio (en vista de que el matrimonio llevaba cinco años sin convivir), Rosario interpuso un recurso de apelación.
Para intentar calmar la amargura en la que vivía Julio Iglesias se llevó a su madre a vivir con él a Miami en 1976. No fue la mejor decisión para su matrimonio.
La cercanía de Isabel Preysler con su suegra, una experiencia que ya había vivido en el piso madrileño de la calle de San Francisco de Sales, no ayudó a mejorar la relación entre Isabel y Julio cada vez más distantes.
Al parecer Rosario de la Cueva nunca estuvo conforme con la nuera que le había tocado en suerte. Ella esperaba que su hijo mayor dejara su carrera de cantante y retomara su carrera de derecho. En sus sueños le veía casado con una joven de la alta sociedad madrileña.
Que Julio Iglesias acabara casado a toda prisa con una chica filipina y, para más inri, embarazada (como descubrió siete meses después), fue una desilusión más para Charo de la Cueva que bautizó a su nuera con un despectivo «la china» por mucho que ejerciera de madrina de su boda.
El colmo con aquella chica que no le gustaba lo alcanzó cuando «pilló» a su nuera con Carlos Falcó en el piso madrileño. La historia oficial hablaba de que el marqués e Isabel comenzaron su relación cuando los papeles del divorcio ya estaban firmados.
Vídeo. Isabel Preysler: todas sus historias de amor
Pero Charo de la Cueva coincidió con Isabel y el marqués de Griñón en el aparcamiento del edificio de la calle San Francisco de Sales. Aunque no fue ella quién narró la historia de ese romance, sino Jaime Peñafiel.
El periodista, en julio de 1978, era redactor jefe de ¡Hola! y así describió la situación que provocó definitivamente la separación de la pareja más glamourosa de la época: « Me entristece recordar ese día en el que Isabel, (...) con el rostro desencajado y llena de miedo, (...) intentaba justificarse ante mi, el amigo de su marido, por haber sido cogida en una falta que tenía nombre y título: el marqués de Griñón». A pesar de callar, Charo de la Cueva no pudo parar aquel divorcio.