El club de ex primeras ministras

Así es la vida de Angela Merkel, Jacinda Ardern y Sanna Marin después del poder: qué hacen y cuánto cobran

Con una fecha fijada tras unas elecciones o por sorpresa y contra todo pronóstico, las líderes más influyentes del planeta han abandonado sus cargos. Analizamos cómo Angela Merkel, Jacinda Arden o Sanna Marin afrontan la vida después del poder.

Angela Merkel, ex primera canciller alemana, / gtres

Ixone Díaz Landaluce
Ixone Díaz Landaluce

Primero, fue Liz Truss . Purgada por su propio partido en octubre tras apenas 44 días ocupando el emblemático número 10 de Downing Street. Después, en enero de este mismo año, Jacinda Ardern , primera ministra de Nueva Zelanda, icono global de la agenda progresista, anunciaba su dimisión reconociendo que el poder la había desgastado hasta sentir que, sencillamente, no podía seguir ejerciéndolo. «Sé lo que requiere este trabajo y sé que ya no tengo lo suficiente en el depósito para hacerle justicia», dijo en su emotivo discurso de despedida.

En febrero, Nicola Sturgeon, primera ministra de Escocia −que en junio sería arrestada y puesta en libertad durante la investigación de las finanzas de su partido− anunciaba su renuncia después de nueve años en el cargo. Y en abril, Sanna Marin , otra estrella del rock de la política global internacional, dimitía como primera ministra de Finlandia tras mejorar su resultado electoral, pero por su incapacidad para formar gobierno.

En apenas seis meses, las líderes políticas más influyentes del mundo dejaban inesperadamente sus puestos. Por distintas razones, pero con idéntico resultado. Y hubo quien quiso encontrar un patrón de género.

«Las sonadas salidas de Ardern y Marin se tradujeron en reportajes de prensa que planteaban la posible conexión entre ambas. Se especuló sobre si las líderes eran una especie en extinción o si realmente las mujeres «podían tenerlo todo». Cuando, en realidad, la salida de Marin se debió a una circunstancia tan normal y democrática como unas elecciones parlamentarias. Hay que tener cuidado al vincular los destinos individuales a los patrones de mujeres que ocupan cargos ejecutivos. Se puede reforzar la identificación de los cargos ejecutivos como algo exclusivo de hombres», explica Farida Jalalzai, experta en liderazgo político femenino y profesora de la universidad norteamericana Virginia Tech.

Indudablemente, son mujeres que, tras haber ocupado puestos de responsabilidad, todavía tienen mucho que ofrecer. «Estos perfiles se caracterizan por sus habilidades de liderazgo, pericia política, experiencia contrastada y conocimientos prácticos», explica Jalalzai, autora de varios libros dedicados a analizar a primeras ministras.

La agenda global de Jacinda Ardern

«Incluso los desafíos aparentemente neutros podrían estar condicionados por el género. Eso incluye una percepción más crítica de su liderazgo durante su tiempo en el poder», reconoce la profesora, que ahora desarrolla su investigación en Nueva Zelanda y está particularmente interesada en la figura de Jacinda Ardern.

«Sería un grave error considerar que su dimisión socava su liderazgo. En todo caso, es emblemática de sus puntos fuertes como líder. Ha tenido un mandato increíble, sorteando con habilidad crisis sin precedentes y poniendo el bienestar de los demás en el centro de su gestión. Ha demostrado que se puede ser fuerte, decidida, amable y empática. Es una figura inspiradora, que demuestra que otro tipo de liderazgo es posible y mejor. Sus contribuciones continuarán», señala.

Después de varios meses de retiro público, la agenda de Ardern se ha ido llenando de compromisos: está escribiendo un libro que promete ser un fenómeno editorial, será una de las consejeras del Earthshot Prize, el premio medioambiental impulsado por el príncipe Guillermo, y en otoño iniciará un semestre como becaria en la Universidad de Harvard para abundar en sus habilidades de liderazgo, pero también para profundizar en la lucha contra el extremismo online que lidera al frente de la iniciativa Christchurch Call. Su actividad tiene una vocación mucho más global que la de otras ex primeras ministras.

La vida de las políticas después de la política

«Cada país tiene un contexto. En algunos no es común seguir en política; en otros, puede ser habitual desempeñar nuevos cargos. Las ex primeras ministras polacas Ewa Kopacz o Beata Szydło acabaron en el Parlamento Europeo, y Cristina Fernández de Kirchner es ahora vicepresidenta de Argentina», apunta Jalalzai. Es el caso de las dos últimas ex primeras ministras del Reino Unido.

Theresa May sigue en el Parlamento y está escribiendo un libro.

Theresa May, que ocupó el cargo entre 2016 y 2019 y dimitió por su incapacidad para lograr un acuerdo de salida de la Unión Europea con Bruselas, ocupa un asiento en el Parlamento británico que revalidó tras su salida del Gobierno. Aunque su nombre llegó a sonar como aspirante a ocupar la Secretaría General de la OTAN, su candidatura no cuajó y se ha dedicado a escribir un libro que podría ver la luz este mismo otoño y a protagonizar algún que otro encontronazo público con su propio partido.

Liz Truss no descarta ocupar una cartera ministerial de nuevo.

Liz Truss también conserva su escaño en la Cámara de los Comunes y deja la puerta abierta a recuperar una cartera ministerial, como ya hizo en los gobiernos de David Cameron, Boris Johnson o la propia May. Pero, sobre todo, ha acaparado titulares por participar en eventos de think tanks conservadores norteamericanos y protagonizar un polémico viaje a Taiwan que incluso los miembros de su partido calificaron de «el peor tipo de diplomacia de Instagram». Ambas tienen derecho a una pensión vitalicia de 115.000 libras al año.

La finlandesa Sanna Marin, que anunció su dimisión en abril tras cuatro años en el cargo y gestionar el ingreso del país en la OTAN, también conserva su acta en el Parlamento, aunque muchos analistas ven en ella un perfil global que podría desarrollar una carrera diplomática en Bruselas, pero también en otros organismos internacionales. La ONU suele ser un destino agradecido para este tipo de líderes.

El caso de Michelle Bachelet es paradigmático. «Después de su primera legislatura, formó un think tank y después se convirtió en la directora de ONU Mujeres. Y tras su segundo mandato en Chile, fue alta comisionada para los Derechos Humanos para las Naciones Unidas», señala Jalalzai. También ha participado en el proceso constituyente chileno y sigue manteniendo un alto perfil político, pese a no ejercer ningún cargo.

No es la única que ha apostado por una carrera global. «La expresidenta de Liberia y Nobel de la Paz, Ellen Johnson Sirleaf, fundó el Centro Presidencial para las Mujeres y el Desarrollo. Y ella y Helen Clark, ex primera ministra de Nueva Zelanda, presidieron el Grupo Independiente de Preparación y Respuesta ante una Pandemia de la OMS», recuerda la experta.

También están las siempre polémicas puertas giratorias. Dilma Rousseff, presidenta de Brasil entre 2011 y 2016, cuando fue desalojada del cargo por una moción de censura provocada por varios escándalos de corrupción archivados por la fiscalía brasileña, fue nombrada en marzo presidenta del Banco de Desarrollo de los BRICS, acrónimo que identifica a las economías emergentes de China, Brasil, Rusia, India y Sudáfrica. La designación ha sido interpretada como una rehabilitación de su figura impulsada por Lula da Silva.

Antes o después, casi todas participan también del lucrativo circuito de conferencias. «Suelen ser requeridas por foros globales en los que se discute sobre geopolítica, seguridad o cambio climático. Pero si durante su mandato destacaron o se les reconoce por alguna aportación concreta también se les suele contratar por eso», explica Iván Abanades, director de speakers de Thinking Heads y gobernador de la junta de la patronal mundial de agencias de conferenciantes.

«Después de su paso por la ONU, Michelle Bachelet ha desarrollado un perfil más social; Mary Robinson, que después de ser primera ministra de Irlanda también tuvo un cargo en Naciones Unidas, está especializada en derechos humanos y Gro Harlem Brundtland, que fue directora general de la OMS tras ser primera ministra de Noruega, es experta en salud pública», apunta Abanades.

¿Cuánto cobra una ex primera ministra por una charla?

Obviamente, no es lo mismo acabar de abandonar el gobierno por la puerta grande que haber ocupado la presidencia hace dos décadas. «Las recién salidas tienen el hype, pero si consiguen seguir activas o participar en iniciativas interesantes pueden seguir siendo demandadas muchos años después», reconoce el ejecutivo. En este sentido, rentabilizar el momento es fundamental.

Sanna Marin, con un perfil global, comparte agente con los Obama, los Clinton y Meghan Markle.

Por eso, Sanna Marin ya forma parte del exclusivo catálogo de conferenciantes de Harry Walker, que representa al matrimonio Obama, pero también a los Clinton o a Meghan Markle, mientras que Jacinda Ardern acaba de fichar por CAA, la prestigiosa agencia de representación con sede en Los Ángeles.

Pero, ¿ cuánto cobra una ex primera ministra por una charla de apenas media hora? «Depende de las circunstancias, del prestigio de su mandato, de su capacidad para seguir siendo influyentes... Ardern, por ejemplo, ha fichado por una agencia norteamericana y eso quiere decir que su caché estará por encima de los 100.000 dólares. Pero la mayoría suelen rondar entre los 20.000 y los 50.000 dólares por conferencia».

El singular caso de Angela Merkel

Y luego, está el singular caso de Angela Merkel , la mujer más poderosa del planeta durante década y media. Retirada de la política en septiembre de 2021, los eventos a los que ha asistido desde entonces pueden contarse con los dedos de una mano.

Según la prensa alemana, la excanciller, que tiene una oficina y un staff de nueve personas, dedica sus días a pasear, leer, cultivar hortalizas, escribir sus memorias e, incluso, dormir alguna siesta. No forma parte del circuito de speakers y, según fuentes del sector, tampoco se la espera.

Si decidiera dar el paso, su caché podría alcanzar los 250.000 dólares por conferencia. De momento, ella prefiere una existencia apacible, financiada por una pensión vitalicia de 15.000 € mensuales. Porque después del poder todavía queda la vida. Otra cosa es cómo vivirla.

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