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Kieran Setiya, sobre la autoayuda, la esperanza y la felicidad: «Tener que ser felices es una trampa»

En tiempos de autoayuda, el profesor de Filosofía del MIT busca en los grandes pensadores ayuda para afrontar el día a día y nos alerta del riesgo de los ideales inalcanzables.

Kieran Setiya. / DR

Marita Alonso
Marita Alonso

Cuando Kieran Setiya (Hull, Inglaterra, 1976), profesor de Filosofía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), inicia una respuesta con «como decía humorísticamente Friedrich Nietzsche», nos descoloca. Hacer que la filosofía alcance la vida diaria y sirva para resolver problemas cotidianos es uno de los objetivos de su último libro, La vida es dura (Paidós), una guía para afrontar las dificultades del día a día gracias a los grandes pensadores.

«Las herramientas filosóficas nos pueden ayudar a descubrir las d ificultades reales de la vida y a analizar lo que está sucediendo en la enfermedad, en la soledad, en el duelo o en el fracaso. Muy a menudo, la descripción es un consuelo en sí y nos ayuda a orientarnos», asegura.

Las ventas de libros de autoayuda crecieron un 11% entre 2013 y 2019, pero se dispararon un 40% durante los primeros meses del encierro provocado por la pandemia. Setiya no es contrario a ese tipo de libros, pero, a diferencia de lo que él propone, considera que tienden a centrarse en exceso en el individuo, una mirada egoísta que elude la forma en la que tendríamos que vivir y relacionarnos con los demás.

«La filosofía nos aporta profundidad de conocimiento y compresión, nos ayuda a llegar a una paz más duradera o a un cambio más sostenido que los que nos dará una serie de consejos. Para vivir una vida plena hay que estar en contacto con el mundo, conociendo sus dificultades, y ello implica prestar atención. Si alguien te dice que deberías tener como objetivo ser feliz, no podrías prescindir del dolor, porque a su vez evitarías el amor. Nuestra tarea es vivir bien en la adversidad. Pensar que tenemos que ser felices es una trampa».

Según Setiya, también hay que estar alerta frente a los peligros de la esperanza. «En el Reino Unido decimos que te mata, porque te hace vulnerable a la desesperación. Greta Thunberg, en su discurso en Davos, dijo a los presentes que quería que entraran en pánico, y es porque también nos puede empujar a una actitud pasiva. Para mí lo útil sería plantear más matices. ¿Qué debería esperar? ¿En qué debería enfocar mi esperanza? Hay que dejar de pensar en ella en términos absolutos, de todo o nada».

No ayudan las redes sociales, donde todos queremos mostrar la mejor versión (a veces falsa) de nuestras vidas. Este edulcoramiento de la realidad coincide con las ideas de filósofos como Platón y Aristóteles, pues reflexionaron sobre una existencia que apostaba por ideales inalcanzables.

«Las redes tienen, sin embargo, un potencial interesante, pues ofrecen una oportunidad de conexión con los demás. Que la gente hable sobre las dificultades de sus vidas y sirvan para generar comunidad es algo positivo, pero las dirigen grandes empresas que quieren ganar dinero y cuyas necesidades no están alineadas con las de los usuarios».

¿Y qué espacio tiene en un mundo así un libro llamado La vida es dura? «Podría parecer deprimente, pero el objetivo es mostrar que, si no hablas de estas cosas, no las evitas, sino que no te preparas para abordarlas. El objetivo tendría que ser vivir bien, no una felicidad aparente». El reto, concluye el filósofo, no es desterrar una vida en rosa, sino abrazar los grises y aprender a afrontar los vaivenes del Pantone.

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