desamor y ausencias

Las trágicas vidas de las mujeres de Oppenheimer: del supuesto suicidio de su primer amor al triste final de su hija pasando por su atormentada esposa

Jean Tatlock, Kitty Oppenheimer y su hija Toni fueron las mujeres más influyentes en la vida del conocido físico, además de su madre, y todas ellas vivieron unas vidas atormentadas y traumáticas.

Aloña Fdez. Larrechi
Aloña Fdez. Larrechi

Setenta y ocho años después los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki, uno de los protagonistas cinematográficos de este verano es Robert Oppenheimer , el creador de los artefactos que los hicieron posible. De la mano de Christopher Nolan, y con el permiso de Barbie , la vida del físico neoyorquino ha llegado a la gran pantalla, y junto a él, las trágicas vidas de las mujeres que formaron parte de su vida: del supuesto suicidio de su primer amor al triste final de su hija, pasando por su atormentada esposa.

La película de Nolan, en la que el actor irlandés Cillian Murphy se pone en la piel de Oppenheimer, se basa en la biografía que escribieron a comienzos de este siglo Kai Bird y Martin J. Sherwin. Un trabajo que fue reconocido con el Pulitzer a la mejor biografía en 2006 y que ha llegado a las librerías españolas este año de la mano de la editorial Debate y con el título Prometeo Americano. El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer.

A lo largo de treinta años, los autores hicieron centenares de entrevistas y revisaron de miles de documentos, un trabajo que les sirvió para realizar una intensa aproximación a una de las personalidades más interesantes y polémicas del siglo XX en Estados Unidos. Y junto a él, la biografía también se adentra en la vida de las mujeres que tuvieron un papel esencial en la trayectoria del físico: Jean Tatlock, su primer (y gran) amor, Kitty Oppenheimer, su mujer, y Toni, su hija.

Jean Tatlock, una relación intensa y un desenlace fatal

Florence Pugh da vida en Oppenheimer a Jean Tatlock, una mujer de espíritu libre y fuertes convicciones políticas con la que el científico vivió una relación repleta de altibajos. Ella tenía 22 años cuando conoció a Robert en una fiesta en la primavera de 1936. Tal y como recoge la biografía, el propio físico reconoció que «en otoño empecé a cortejarla y nos fuimos conociendo».

Su relación, que todos calificaron como «muy intensa», duró tres años. Bird y Sherwin señalan que ella era consciente de las excentricidades de él, pero que su forma de vivir, intensamente, le permitía empatizar con su particular personalidad. Y él, al contrario que sus romances previos, prefería estar a solas con ella, en vez de introducirla en su círculo. A pesar de que pasasen largos periodos sin verse, a causa de las depresiones que ella sufrió durante toda su vida.

Florence Pugh y Cillian Murohy como Jean Tatlock y Robert Oppenheimer en la película de Nolan. / universal

Tal y como recoge la película, a Jean no le gustaba la costumbre que tenía Robert de hacer regalos a todo el mundo, y siempre rechazaba las flores con las que trataba de agasajarla. Para muchos, la joven «antifascista prematura» fue, «el gran amor de Robert. La quiso muchísimo, la adoraba». Jean Tatlock le abrió las puertas de la política, algo trascendental en el devenir de la vida del físico, acusado de ser miembro del Partido Comunista. Pero también fue quien rechazó sus propuestas de matrimonio y rompió la relación en 1939.

Solo un año después Jean reconoció que se arrepentía de haber rechazado su propuesta de matrimonio y que probablemente habría aceptado «si no hubiera estado hecha un lío». El amor que ambos sentían no murió tras la ruptura, y cuando ella se sentía triste, le llamaba y volvían a verse. Amigos íntimos y amantes ocasionales, Robert llegó a burlar las estrictas medidas de seguridad impuestas en Los Álamos para volver a verla en junio de 1943, por última vez.

Seis meses después, Jean fue encontrada muerta. La investigación oficial dictaminó que se trataba de un suicidio, pero desde entonces historiadores y periodistas no han dejado de especular con la posibilidad de que fuese asesinada por la unidad de operaciones especiales de la CIA que luchaba contra el comunismo. Según la biografía, «Jean Tatlock podía considerarse la primera víctima de Oppenheimer y de su cargo en Los Álamos».

Kitty Oppenheimer, un corazón roto y una vida infeliz regada por el alcohol

Despechado por la ruptura con Tatlock, el padre de la bomba atómica salió con varias mujeres hasta que, en agosto de 1939, conoció a Kitty Harrison. Con 29 años y casada con su tercer marido, no fue recibida con entusiasmo por los amigos de él, que confiaban en que las cosas con Tatlock se arreglasen. Y aunque algunos declararon que Kitty había ayudado a humanizar al físico, ella siempre fue vista con recelo e incluso odio.

De carácter completamente opuesto al de Tatlock, Harrison, Puening de nacimiento, estaba emparentada por parte de madre con «todas las cabezas coronadas de Europa». Nació en Alemania en 1910 y dos años después sus padres se mudaron a Estados Unidos. Él siempre se mostró contrario a contarle a la niña su ascendencia aristocrática, ella quería llevarle a Europa para que conociese a sus parientes de sangre azul. Porque los ancestros de su abuela Johanna fueron, desde el siglo XI, vasallos reales de la Casa de Saboya.

Con 22 años se casó con un joven que conoció en París y poco después descubrió que era drogadicto y homosexual. Su matrimonio se anuló en 1933. Ese año conoció a Joe Dallet, hijo de un rico hombre de negocios, un poco mayor que ella y comunista. «Me enamoré de él en aquella fiesta y nunca dejé de amarlo», dijo Kitty posteriormente. Se casaron seis semanas después de su primer encuentro y, durante un tiempo, vivieron una vida austera dedicada al Partido Comunista. En 1936 ella dijo basta y se fue a Londres.

Cillian Murphy y Emily Blunt como Robert y Kitty Oppenheimer en una imagen del biopic del científico. / universal

Un año después, Dallet decidió unirse a la brigada comunista para luchar en la guerra civil española, y se encontró con Kitty en Francia. Él seguía enamorado y tenía la esperanza de que su matrimonio se arreglase. Aunque quería, ella no pudo acompañarle a España, el partido lo prohibía, pero se escribían todas las semanas. En octubre Joe falleció en el frente, víctima de dos disparos, en una ofensiva en el pueblo de Fuentes de Ebro.

A sus 27 años, Kitty regresó a Estados Unidos como viuda y con el corazón roto. Y poco después conoció a Richard Harrison, un médico más mayor que ella, y apolítico, que le ofrecía la estabilidad que tanto necesitaba. Kitty volvió a pasar por el altar y no tardó en reconocerle a una amiga que era «una relación imposible». Poco después conoció a Oppenheimer y le abandonó.

Para sorpresa de sus amigos, el físico anunció su boda con Kitty en otoño de 1940. Ella ya estaba embarazada de Peter, su primer hijo. Apenas un año después de haber comenzado la relación, Kitty vió cómo su apasionado noviazgo pasó a ser algo distinto y a sumar un miembro. Algo que marcó la relación con su hijo, al que nunca supo, o quiso, tratar debidamente. Y, como se ve en la película, poco después de nacer, lo dejó a cargo de unos amigos.

La actriz británica Emily Blunt encarna en Oppenheimer a Kitty, su esposa. / universal

A lo largo de la extensa biografía escrita por Bird y Sherwin los adjetivos críticos con el carácter y la forma de ser de Kitty son casi infinitos. Del era «una zorra» de Jackie Oppenheimer, su cuñada, al «parecía tener siempre urticaria. Estaba tensa todo el tiempo» de alguien que la conoció en Los Álamos, Kitty fue una mujer cuyo carácter desagradaba a, prácticamente, todo aquel que la conocía.

Y su matrimonio con Robert no fue, precisamente, un camino de rosas. En un estado de infelicidad permanente, probablemente a causa de la muerte de Dallet, la biografía señala que la presión por interpretar el papel de esposa del director del proyecto Manhattan no ayudaba. «Era una persona muy nerviosa y sin confianza en sí misma» recoge el libro. Algo que trataba de solucionar, tal y como refleja la película, refugiándose en el alcohol.

A pesar del carácter antagónico de Robert y Kitty, ambos supieron protegerse. Ella a él del calvario que sufrió durante la persecución el macartismo, él a ella de ser internada en una institución ante el paulatino empeoramiento de su estado psicológico tras pasar por Los Álamos.

Toni Oppenheimer, la hija de la que nunca había que preocuparse

La segunda hija del matrimonio Oppenheimer nació en los barracones del hospital de Los Álamos, y durante las primeras semanas los residentes en el lugar en el que se ideó la bomba atómica hacían cola para ver a la hija del jefe. Cuatro meses después de su llegada al mundo, su madre anunció que tenía que ir a ver a sus padres y, junto a Peter, se marchó marcada por la presión que sentía su marido ante el proyecto y la vida en los barracones.

La llamaron Katherine, como a su madre, primero la apodaron Tyke y después Toni, y ante la ausencia de Kitty se quedó en manos de su amiga Pat Sherr. Durante tres meses y medio, el tiempo que estuvo fuera, Robert iba a verle dos veces por semana. O más bien iba a casa de Sherr y a veces se acordaba de ver a la niña. Un día le preguntó a Sherr si quería adoptar a la niña, a la que le pareció que había cogido cariño.

Sherr, escandalizada, le dijo que no porque «tiene un padre y una madre perfectamente normales» y quiso saber por qué se lo preguntaba. «Porque soy incapaz de quererla», contestó. Afortunadamente, tras el regreso de Kitty y el paso de los años, la situación cambió y, tal y como le dijo Sherr, creó un vínculo con ella. «Desde que tenía 6 o 7 años la familia se apoyaba en ella y esperaba que fuera sensata y firme y que los animara a todos. Toni era de quien nunca tenías que preocuparte«, recoge el libro.

«Creo que ser hijo de Robert y Kitty Oppenheimer es tener uno de los mayores hándicaps del mundo», declaró Robert Strunsky a los biógrafos. Este periodista y vecino de Princeton, conoció a la familia cuando el físico se convirtió en director del Instituto de Estudios Avanzados. Sin embargo, a diferencia de su hermano, Toni recibía un trato muy diferente de su madre, con la que estableció «un vínculo profundo» que «parecía hecho solo de amor y admiración».

Blunt y Murphy en una imagen de la película de Christopher Nolan, Oppenherimer. / Universal

A finales de 1951 diagnosticaron a Toni una poliomielitis leve, y la familia decidió pasar las navidades en las islas Vírgenes estadounidenses. Fue entonces cuando conocieron Saint John, una pequeña isla de playas blancas y aguas azul turquesa donde se recuperó de su afección. Aquel pequeño paraíso se convirtió en el exilio autoimpuesto de Robert y su familia, y en 1957 se compraron un terreno en el que construyeron una casa.

Toni heredó de su padre su capacidad para aprender idiomas y cuando terminó la universidad hablaba seis idiomas. Dos años después de morir su padre, en 1969, la joven consiguió un trabajo temporal en Naciones Unidas como traductora trilingüe. Pero para el puesto necesitaba credenciales de seguridad y fue sometida a una escrupulosa investigación por parte del FBI, en la que salieron a la luz los cargos que le habían imputado a su padre.

Portada de la biografía en la que se basa la película, Oppenheimer. / DEBATE

Deprimida por la muerte del hombre al que admiraba, y rechazada en un puesto que le ilusionaba Toni, que desde la adolescencia sufrió el control de su madre, se marchó a vivir a St. John. Allí se casó y se divorció dos veces y solo disfrutó de breves momentos de felicidad. Casi nunca hablaba de sus padres, pero cuando hablaba de Robert, «siempre lo hacía con cariño». Y si no encontraba la goma de pelo que él le había regalado se alteraba.

Acudir al psiquiatra le ayudó a entender «el resentimiento que sentía hacia sus padres por la manera que le habían tratado de pequeña», pero aún así sufría depresiones. Un día trató de ahogarse en la zona en la que arrojaron las cenizas de su padre. Poco después, en enero de 1977, se ahorcó en la casa familiar, que dejó al pueblo de St. John. Al funeral asistieron centenares de personas porque, como dijo una de amiga, «todo el mundo la quería, pero ella no lo sabía». Un huracán destruyó la casa, pero su ubicación pasó a llamarse «playa Oppenheimer».